jueves, abril 27, 2006

EL POEMA NUMERO SETENTA Y SIETE DE TRILCE

UNA EVOCACIÓN

Quiero escribir acerca de ti. La tormenta se aproxima a mis ojos, con lentitud; sobre los áticos destartalados, con sus tenderetes de ropas henchidas de desierto. Un pequeño cuento que poder regalarte. Empezaría con una ausencia, la de un pasajero que está ya muy lejos; bajo la lluvia opaca de cualquier estación, dulce, silenciosa.
Vertiéndose sobre palabras que no florecen. Que se resisten a morir en la tierra.
Hay tantas voces ahí, colándose por mi ventana. Niños que nadan en los charcos. Viejos atrapados bajo las marquesinas. Tantas mujeres detrás de tantos cristales. Sus caras desdibujadas por el reguero del agua. Hombres sin cabeza, tapando el rostro del granizo que cae...Pero puedo escribir acerca de donde quiero que estés. Estás sentado en la ribera de un río celeste, con una niña en los brazos. Bajas la mirada un instante. Para dormirla le susurras que la corriente se ha llevado muchas cosas. Perdidas, arrastradas al fondo del mar, encontrarán su hueco. Unas mezcladas con otras. Siempre, iguales. Que el mar es poderoso en secretos, que nunca se quedará vacío.

Error de fecha

Yo y los números...
La fecha en que Quentin se suicida es el 2 de junio de 1910: Perdón

miércoles, abril 26, 2006

Sobre “El sonido y la furia”

Finalizo no sin esfuerzo la lectura de esta obra de William Faulkner, la 3ª que trabajamos en el taller, pienso que debería volver a empezar a leerlas, otra vez, una por una.
Leyendo esta tercera, “El sonido y la furia” a veces tenía la sensación de que se trataba de 3 novelas distintas.
La voz de Benjy: todo sensaciones, estímulos, frases interrogantes sin signos de interrogación, las épocas de su vida confundidas, situamos la edad que tiene Benjy por quién lo está cuidando (gracias Sara por el truco). Tres décadas a través de sus tres cuidadores. Me parece literatura experimental (se puede decir así?). Benjy ama a los que le aman, a Caddy. El prado de Benjy, su prado que hubo que vender, del que fue despojado.
Aunque él no evoluciona, es siempre el mismo, solo cambian sus circunstancias físicas. Finalmente sabemos que fue castrado (por quién?) y que tuvo un percance en una mano. Su descripción física la obtenemos al final del último capítulo.

Luego la voz de Quentin: nos recuerda tanto a Ulyses… la epopeya de un día en la vida de hombre corriente, el peso de la culpa, ese recorrido seguido casi paso a paso, el hecho de que todo este 2º capítulo transcurra el mismo día, el 10 de junio de 1904, los puentes, el río, los personajes que se le van cruzando y por encima de todo, el diálogo interior con su padre, enfrentado a su padre, discute su visión de la vida. El monólogo interior y el flujo de la conciencia.
Obsesionado, torturado por el amor de su hermana y hacia su hermana, por la idea de la virginidad, por el honor perdido, por la decrepitud de su mundo, de su familia desmoronada, el sur en decadencia total. Quentin preocupado por el tiempo, el reloj, tic-tac, tic-tac… a lo largo de todo el capítulo. Y es que está viviendo el que será el último día de su vida.
Encuentra a la niña italiana, sin nombre, y el tiempo se detiene, deja de sonar el tic-tac del reloj. Me ha parecido que recupera la imagen de su hermana, su querida Caddy, es la imagen de la infancia. El se esmera en devolverla a su familia, con los suyos, por ponerla a salvo.

La tercera voz es la de Jason: envidioso, amargado y detestable hermano menor. Es su irrupción la que consigue que los demás a su alrededor queden realzados, ennoblecidos por el contraste. Las piezas por fin encajan en su lugar, ahora entendemos tantas cosas…
Delsey, la fiel criada negra, sirve para mantener unida lo que queda de familia. Sólida como una roca a pesar de la edad, se afana en proporcionar ternura en un mundo que se va desmoronando.
Añoro la voz de Caddy … sabemos de ella a través de todos los demás, a través de su propia hija. Pero a mí me parece que aunque no tiene voz, es ella el personaje central de “El Sonido y la Furia”.

lunes, abril 24, 2006

Lilly&Dottie, por Marion Meade

Cuando se conocieron, Lillian Hellman y Dorothy Parker se detestaron inmediatamente. Pero, poco tiempo después, las dos escritoras entablaron una extrañísima amistad que las unió más allá de la muerte. Marion Meade, autora de “What Fresh Hell Is This?”, una biografía de Parker, reconstruye el tenso entramado emocional, legal y etílico que mantuvo unidas a ambas y a las cenizas de Dottie lejos de su tumba durante más de una década.Publica Radar libros, en su edición del 9/4/2006.
Durante un cóctel en Manhattan en 1931, a Dorothy Parker le encantó conocer en persona a un escritor cuya última novela había bombardeado de elogios. Era Dashiell Hammett. Según había dicho en una reseña de La llave de cristal publicada en el New Yorker, Hammett era tan norteamericano como “una escopeta de caño recortado”. Los cumplidos extáticos raras veces aparecían en su columna de crítica de libros. Parker había celebrado Cosecha roja y El halcón maltés, y al encontrarse inusitadamente con “mi héroe” en carne y hueso, le rindió homenaje poniéndose de rodillas ante él. Hammett respondió a este gesto de teatralidad wagneriana con una reacción muy adecuada: largó una carcajada. Todo esto le cayó pésimo a la novia de Dash. Y luego se quejó a los gritos porque él había permitido que una simple crítica literaria se arrodillara de un modo tan decadente (como si fuera posible detener a la Sra. Parker, que habitualmente no se arrodillaba ante nadie).Es muy poco probable que Parker haya siquiera reparado en la amiga de Hammett, Lil Kober, ahora casada con Arthur Kober, guionista y alguna vez agente de prensa, una muchacha ambiciosa de 25 años sin ningún logro en su haber y que habitualmente vivía a la sombra de los hombres. A pesar de este comienzo tan poco auspicioso, Parker y Lillian Hellman se hicieron excelentes amigas. Su relación terminó siendo muy poco comparable a otras porque ocurrieron cosas más allá de la muerte que ni siquiera el guionista más descabellado del planeta podría haber imaginado. Cuando se vieron de nuevo, cuatro años después, todo había cambiado: la noviecita se había convertido en una entidad por derecho propio. Mujer sin ninguna prosapia, Lillian se divorció de Kober y recuperó su nombre de soltera después del éxito en Broadway con La hora de los niños, una pieza moralista acerca de dos maestras acusadas de emprender una relación lésbica. Aunque en ciertos ámbitos Lillian era más conocida como el modelo de la modernita Nora Charles, el personaje de la popular novela de Hammett, El hombre delgado. Es decir, Lillian se había convertido en el tipo de mujer que Dottie apreciaba, ya que ella era una persona con agallas que se había endurecido por las suyas.Durante las siguientes tres décadas, Parker y Hellman disfrutaron muchísimo de su mutua compañía. Los doce años de diferencia que las separaba parecían no importar porque las dos, invariablemente, se divertían de lo mismo o encontraban ridículas las mismas cosas, aunque Parker era graciosa y Hellman no estaba a la altura de su ingenio filoso. Como dijo Hellman, fue “una muy buena relación. Creo que ella era tan entregada a mí como yo a ella”. Y así Parker expresó sus sentimientos en un ejemplar autografiado de The Portable Dorothy Parker (ahora propiedad del director Mike Nichols): “Para Miss Hellman - La más linda, la más rica, la más chic, la más atrevida, la más misteriosa, la de mejor cuna, la más sargentona, la más críptica, la más sorprendente, la más gloriosa, la más adorable, en resumen, para Miss Hellman (de Miss Parker)”.Los años pasaban y Hellman y Parker se iban convirtiendo en leyendas. Hellman, que era una talentosa escritora de obras bien hechas, alcanzó dramas de primera línea con The Little Foxes (Parker le regaló el título), Watch on the Rhine, y, luego, The Autumn Garden y Toys in the Attic. Para algunos era el verdadero Ibsen norteamericano. Parker, por su parte, era querida por todos, su reputación de ser una de las personas más inteligentes del país descansaba en montañas de poesía, relatos, crítica de libros, guiones, a lo que se sumaban sus famosas salidas en la mesa del Hotel Algonquin de Nueva York, donde se reunía con sus amigos, citas citables que después todos repetían. Ambas fueron invitadas a trabajar en Hollywood, y ganaban veinticinco dólares por semana, un salario de lujo en los años de la Depresión. Fueron años dulces en las mansiones de Beverly Hills, de las quintas en las colinas de Pennsylvania, brillantes convertibles Packard y Picassos y Utrillos, el período en que Parker y Alan Campbell, su segundo esposo, recibieron junto a Robert Carson una nominación al Oscar de la Academia por el guión de Nace una estrella.Resulta aún más interesante que la conexión entre estas dos divas literarias fuera más allá del afecto personal y los beneficios de una vida privilegida, ya que también compartían ideas de izquierda. Durante la década del ’30, por ejemplo, colaboraron en la organización del Screen Writers Guild, se unieron al Partido Comunista, y protestaron contra el fascismo apoyando a los republicanos en la Guerra Civil Española, todo a través de compromisos y mitines peligrosos que eventualmente condujeron a que integraran listas negras y en la década del ’50 tuvieran que enfrentar al Comité de Actividades Antinorteamericanas del senador McCarthy.Lo que no compartieron fue el gusto por los hombres. Parker admiraba a Hammett como escritor, pero también le gustaba la persona de carne y hueso. Campbell, en cambio, siempre molestaba a Hellman. En público, Hellman decía que era “un hombre difícil de aguantar”, y en privado, que era “un maricón de mierda”, y lo evitaba toda vez que podía. (Hellman nunca volvió a casarse; la relación Parker-Campbell, con todas sus rarezas, pasó por todo, ida y vuelta desde el matrimonio al divorcio, y la separación y una vida, finalmente, de compañeros de cuarto.)Campbell murió en 1963, a los cincuenta y nueve años, de una sobredosis de barbitúricos en la casa de West Hollywood que compartía con Parker. Aunque su muerte fue probablemente accidental, el informe del forense anotó que pudo haber sido suicidio. Fue un gran lío que Parker tomó con humor negro. Uno de sus vecinos, el escritor Peter Feibleman, escuchó cuando ella hablaba con una vecina que le preguntaba qué podía hacer por ella: “Conseguirme un nuevo marido”, dijo Parker con voz ronca. “¡Qué comentario desubicado!”, respondió su vecina. “Tenés razón, disculpame. ¿No irías hasta la esquina y me traés un sandwich de jamón y queso y pan de centeno? Y que no se olviden de ponerle mayonesa.”Parker, automedicada con whisky escocés por casi un año, se mudó a Nueva York a comienzos de 1964 y vivió, por segunda vez, en el Hotel Volney, en la calle 74 East. Con el tiempo, su vida social empezó a recuperarse. Celebró sobria su cumpleaños número 73 en lo de Sid y Laura Perelman: levantó su copa para brindar con un invitado, el escritor y conductor radiotelevisivo Heywood Hale Broun. “¿Sabés qué es esto? Ginger ale. ¿No es un horror?”Aunque su obra continuaba generando modestas regalías y ocasionales oportunidades para dramatizarlas, Parker no ganó mucho durante esos años. Como tantos otros escritores que luchan contra la edad y sus achaques (en su caso, problemas en la vista, artritis, el corazón), ella dependía de la Seguridad Social y de ocasionales contribuciones.Extrañamente, una de las amigas que vio menos desde su regreso a la ciudad fue Hellman. La que no se daba por aludida, a pesar de que supiera que Parker vivía a pocas cuadras de su casa. Hellman era ahora una escritora célebre, dueña de una casa (y una casa en una ciudad de departamentos) en la calle 82 Este y de una magnífica residencia veraniega en la isla de Martha’s Vineyard. No siempre fue tan fiel como amiga, reconoció más tarde. Sus circunstancias, alguna vez más o menos equivalentes –dos escritoras de raza–, eran ahora distintas. La graciosa y adorable Dottie ahora era una molestia, transformada por la edad y la enfermedad, y porque le seguía gustando el alcohol. Parker seguía bebiendo “duro y parejo”, advertía Feibleman, el amigo de Hellman. “Lillian no lo aguantaba.”Parker debía ordenar su vida. En febrero de 1965, Parker se encontró con Oscar Bernstien en el Volney para redactar su testamento. Que también fuera uno de los abogados de Hellman pudo haber sido una coincidencia; Parker conocía a su esposa, Rebecca, desde hacía años, y se sentía bien con él. El encuentro fue breve. El estado civil de Parker –viuda sin hijos– resultaba típico, pero esto no implicaba la ausencia absoluta de parientes. Y a ella le importaban mucho los hijos y nietos de su adorada hermana Helen. Sin embargo, parece que cambió de ideas, porque ninguno de estos parientes fue mencionado en su testamento de cuatro páginas. Bernstien le confió a su esposa que el legado extraordinario no le sorprendió; de hecho, dijo que “entendió todo completamente”.* * *Poco más de dos años después encontraron muerta a Parker en su departamento: un ataque al corazón. Lillian regresaba de la Unión Soviética, e inmediatamente se puso al mando de la situación, arreglando las cosas con la funeraria Campbell’s y el Crematorio de Ferncliff, en Hartsdale, Nueva York. Sorprendió a algunos amigos de Parker la noticia en la tapa del New York Times. Al día siguiente, a pesar del deseo expreso de Parker de que no se hiciera “ningún servicio funerario, formal o informal”, se hizo un velorio en Campbell’s.El oficio de difuntos duró lo que le lleva a un automovilista pasar por una máquina lavaautos. Primero, un solo de violín de Bach. Luego vino la debida reverencia de Hellman a Parker como “una gran Lady” bien conocida por su “independencia de mente y espíritu”. Zero Mostel hizo algunos comentarios agrios acerca de cómo Parker no estaría allí si ella hubiera hecho las cosas a su modo. Luego, otra selección de violín, y eso fue todo. Hubo críticas. Sid Perelman se quejó de que el programa durara mucho. Si Dottie hubiera estado allí, se la habría pasado tamborileando los pies en un gesto de impaciencia. Otra de los presentes, Beatrice Ames, estaba segura de que Parker habría reaccionado “aullando” de haber visto el modo en que se portó Lilly.Después se leyó el testamento de Parker. No sorprendió que dejara a Hellman como ejecutora literaria. Una astuta y enérgica mujer de negocios parecía la elección obvia para supervisar las cuentas. Quizá bajo la sospecha de que a Hellman no le hacía falta el dinero, aunque aún más porque creyera apasionadamente en la igualdad racial, Parker había decidido ubicar su nido, del tamaño de un gorrión, donde pudiera dar fruto. Toda su herencia, incluyendo derechos de autor y regalías, fue dejada al reverendo Martin Luther King Jr, hombre a quien no había conocido, pero al que admiraba locamente. Si King eventualmente moría, todo iría para la Naacp, el movimiento por los derechos civiles y la igualdad racial al frente del cual estaba el pastor afroamericano.Hellman entró en el juego que más le gustaba. Hasta su muerte, fue la omnímoda albacea y ejecutora de los derechos de Parker. No le faltaron requerimientos. La Biblioteca del Congreso norteamericano en Washington, que es la biblioteca más grande del mundo, y la de la Universidad de Syracuse en el estado de Nueva York, pidieron la donación de los papeles póstumos de Parker. Algunas de las principales editoriales neoyorquinas, G.P. Putnam’s Sons, Charles Scribner’s Sons, Random House, Harper & Row, y Viking, querían encargar una biografía de Parker.La correspondencia entre Hellman y sus abogados demuestra cuán rígidamente usó sus derechos sobre la obra de Parker. De hecho, su respuesta a prácticamente todos los pedidos fue “No”. Negó el derecho para que se estrenara una producción de Broadway con la actuación de Julie Harris y canciones de Cole Porter, aunque resulta difícil entender cuáles podrían haber sido sus razones. En el caso de los posibles biógrafos, alegó siempre que Parker se oponía a empresas de este tipo.Con el tiempo, se hicieron más claras cuáles eran las verdaderas objeciones de Hellman a una biografía. Temía que un biógrafo intrépido, excavando en el pasado de Parker, descubriera las mentiras de Hellman acerca de su pasado, y eso era algo a lo que ella no quería arriesgarse para nada. Por un tiempo, triunfó gracias a esta estrategia, que hasta ahora siempre le había funcionado. Finalmente, las fabulaciones fueron descubiertas por los propios biógrafos de Hellman. Entre tanto, su autobiografía An Unfinished Woman fue un gran éxito, y en 1970 ganó el National Book Award, con lo que reparó en que las memorias eran lo suyo.Técnicamente, el cargo de albacea finalizaba para Hellman cuando King murió y la Naacp se convirtió en propietaria de la herencia. Pero Hellman no quiso saber nada de tecnicismos, y empezó una batalla legal que acabó sólo en 1972 con un fallo de los tribunales contra Hellman. En una entrevista con el New York Times Book Review, Hellman todavía seguía con su latiguillo: “Una cosa es tener un sentimiento real a favor de los negros, pero esa sentimentalidad ciega por la Naacp, un grupo tan conservador que hasta muchos negros no le tienen el menor respeto, es otra. Seguro que estaba borracha cuando hizo eso”.* * *En el invierno de 1987, después de completar una biografía de Parker, yo estaba preparándome para entregar el manuscrito a mi editor, cuando hice un curioso descubrimiento. Fue una tarde, mientras conversaba por teléfono con O’Dwyer, el abogado de Hellman, que estaba sentado en su oficina en Wall Street. Le mencioné una cuenta pendiente: visitar la tumba de Parker en el cementerio de Ferncliff, en Hartsdale.“Oh, no, ella no está allí”, me interrumpió O’Dwyer. “Obvio que está ahí”, me defendí. “No, no. Ahora mismo la estoy viendo.” Ocurrió algo cómico con las cenizas de Parker, me explicó. “Nadie las reclamó.” “¿Perdón?”, dije. “¿Nunca fue enterrada?”Finalmente, los periódicos recordatorios que Ferncliff dirigía a Hellman acerca de los impuestos impagos fueron desoídos. A principios de los ’70, ya ningún albacea testamentario creía que ése fuera un problema suyo, y Hellman no tenía intención de cubrir los gastos por un lugar para una urna en Ferncliff. Por otra parte, temía un escándalo si el crematorio realmente cumplía con su amenaza de dispersar las cenizas. Por lo que se resolvió a aconsejarle al cementerio que embalara las cenizas, y se las enviara a sus abogados. Los que archivaron las cenizas con los demás papeles de Parker, y esperaron instrucciones. Nunca llegaron. Hellman murió en 1984.Así que cuando O’Dwyer decía que estaba viendo en ese mismo momento a Parker, tenía razón. La caja que contenía las cenizas de Parker estaba en su oficina, a pocos metros de su escritorio. Cuando hablamos por teléfono, las cenizas ya habían estado allí por quince años, lo que no es tan raro como puede parecer. En un bufete con mucho trabajo, un paquete puede pasar mucho tiempo sin que nadie se ocupe de él. La caja y su inusual contenido habían sido olvidados, aunque no completamente, porque O’Dwyer se la habría mostrado una vez a su amigo, el escritor Malachy McCourt.Hasta donde es posible saber, McCourt fue la única persona que ofreció su pésame a Parker durante el período que pasó archivada. Por supuesto, algo había que hacer. Cuando colgué, pensé en preguntarle a O’Dwyer por las cenizas y arreglar que Parker fuera enterrada junto a sus padres en el Cementerio Woodlawn, en el Bronx. Era un tema inusual para una biógrafa, pero las circunstancias eran inusuales. Antes de que pudiera proponerle el plan, O’Dwyer sin embargo organizó un encuentro en Algonquin para decidir el destino final de las cenizas. Vino gente de todas partes del país con todo tipo de sugerencias: arrojar las cenizas desde un aeroplano, mezclarlas con aceite y hacer con eso un cuadro, dejarlas en uno de los bares del Algonquin. Finalmente, fue el Dr. Benjamin Hooks, entonces director ejecutivo de la Naacp, quien insistió en que no se trivializara la vida de la escritora. Anunció que la Naacp construiría un parque de la memoria en su sede central de Baltimore. Como señaló Hooks: “Que una mujer blanca deje toda su herencia a la causa negra fue un gesto sin parangón. Puedo imaginar que muchos blancos alzaron sus cejas ante este gesto”.* * *El 20 de octubre de 1988 era un martes soleado y ventoso. Por la tarde, Hooks and Kurt Schmoke, el intendente de la ciudad, bajaron la urna hasta un compartimiento de ladrillos. El valor del jardín circular de pinos, diseñado por el decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Howard, alcanzó los 10 mil dólares.Parker descansó finalmente luego de veintiún años, siete meses y trece días después de su muerte. Sus amigos no pudieron asistir, porque casi todos estaban muertos. Colectivamente, todos los que querían proteger la reputación de Parker –una familia numerosa de editores, parientes y abogados, así como un puñado de amigos devotos y admiradores (algunos extraordinariamente ricos)– fracasaron. Por displicencia, incomprensión, rencor, o lo que fuera, nadie asumió la responsibilidad de proveer uno de los elementos esenciales de la existencia: la tumba.Existe la tentación de juzgar a Hellman como una pésima amiga, o algo peor que eso. Su conducta no fue accidental: siempre actuó en provecho propio, nunca en el de Parker, como tampoco en el de Hammett. Codiciosa y controladora, siempre quiso sacar provecho de las regalías de Parker, aunque ella tuviera mucho dinero propio y, cuando se descubrieron sus fraudes, le echó la culpa a Dottie. Retrospectivamente, la insensibilidad con la que dispuso de lo que pertenecía a su amiga resulta brutal. Pero, lo que es todavía más importante, al rehusarse a cooperar con los biógrafos logró, aunque sólo por un tiempo, desviar la atención de los críticos de la obra de Parker.Algunas de las acciones de Hellman parecen indefendibles, pero puede haber una razón muy simple por detrás de ellas. Una vez que perdió su influencia sobre el destino de la herencia que dejó Parker, una vez que terminaron sus obligaciones legales, simplemente se lavó las manos, y pasó a otra cosa. ¿Quién puede censurarla? Los muertos, si exceptuamos a nuestra familia más cercana, son fáciles de olvidar, mucho más de lo que pensamos. La saga de Dottie y Lilly puede ser triste, pero también resulta cómica, o casi. Probablemente, la primera en reírse hubiera sido la misma Parker. Siempre se imaginó la vida ultraterrena como un paraíso bajo la forma de un hotel de lujo. Jamás se imaginó que ubicarse permanentemente le llevaría un viaje homérico de 21 años. Tampoco que tuviera que pasar quince años archivada en una oficina de Wall Street, el símbolo de todo lo que ella odiaba, para recién alcanzar el descanso eterno en Baltimore, otro lugar que no le gustaba, a poca distancia de una playa de estacionamiento (Parker no sabía manejar). Uno de sus poemas al estilo “Oh, matémonos de una buena vez”, terminaba con la bien educada exhortación: “Por favor, destínenme al infierno”.Tendría que haber sido menos descuidada sobre lo que pedía.

domingo, abril 23, 2006

A PROPÓSITO DE RESPIRA

Anne-Sophie Brasme nació en Metz, en 1984. Aunque en la actualidad reside en París. Esta joven autora de veinticuatro años, escribió a los dieciséis su primera novela, Respira. Publicada un año después, con gran éxito en Francia. Esta novela fue recompensada en el 2002 con el Fémina, uno de los premios literarios más importantes del país. Brasme, desea cursar estudios de periodismo, especializándose en literatura.

Respira nos cuenta la historia de una adolescente de trece años llamada Charlène; que acaba matando a su mejor amiga, después de un largo proceso de autodestrucción, celos y obsesión. Desde la cárcel, nos narra en primera persona desde los primeros recuerdos de su vida hasta el desenlace fatal. Tocando temas en pequeñas pinceladas que afectan mucho a los jóvenes de esas edades hoy por hoy: La nula autoestima, la anorexia o el desarraigo familiar.

Lo primero que hacemos al nacer es respirar. Y lo último. Es el alfa y el omega de nuestra existencia, aunque el trabajo de nuestros pulmones se convierta en un acto mecánico. De forma desapercibida expresamos sin embargo, constantemente, que se nos cortó la respiración por el miedo. Que nos faltó el aire cuando nos enamoramos, que necesitamos sentir aire fresco para pensar mejor. Que es maravilloso escuchar la pausada respiración de nuestro amante en la noche. Por eso el título que Brasme da a su novela, está cargado de magnetismo. La idea de estructurar la historia en breves capítulos (bocanadas de aire), con títulos rondando acerca de ese acto, es muy sugerente. Asfixiar, Olvidar, Someter, Jugar...
Brasme (pág. 138, editorial Siruela) expresa la influencia que tuvo del relato “El Extranjero” de Camus para la realización de su obra:”Fue para mi una revelación; la peripecia del protagonista Meursault, que mata a otro, fue un catalizador que me lanzó a terminar Respira”. Después de haber leído ambas obras con detenimiento, se encuentran más coincidencias sin duda, de las que en principio la autora confiesa. Algo natural, ya que se dice que cuando uno empieza en el difícil arte de la literatura, imitamos a quien admiramos. Por esto, adquiere gran relieve lo que el personaje Meursault expresa una vez ha entrado a la cárcel:”Algunas veces, cuando la conversación era de orden general, se me hacía participar en ella. Comencé a respirar...”(pág. 75, El Extranjero, Alianza editorial/Emece).
Meursault y Charlène son dos seres solitarios; viven en el infierno. Pero mientras que en el de Meursault hay un sol abrasador, puro fuego de luz que embota sus pensamientos:”El brillo del cielo era insoportable. En un momento determinado, pasamos por delante de una carretera que había sido reparada recientemente. El sol había hecho estallar el asfalto. Los pies se hundían en él y dejaban abierta su pulpa brillante. En lo alto del coche, el sombrero del cochero, de cuero endurecido, parecía haberse formado en este fango negro”.(Primera parte,pág, 22, Alianza/Emece). Y también nos los describe “Después de comer me sentí un poco aburrido y vagué por el apartamento. Resultaba cómodo cuando estaba mamá. Es ahora demasiado grande para mi y he tenido que traer a mi habitación la mesa del comedor. No vivo más que en esa habitación, entre las sillas de paja un poco hundidas, el armario cuyo espejo amarillea, el lavabo y la cama de cobre. El resto quedó abandonado...”(pág. 26 Alianza/Emece). En el infierno de Charléne, “El cielo carmagués tiene un color único en el mundo” y “la mirada de Sarah se perdía en el cielo, cuyo color dorado era el mismo que el de sus ojos”.(pág. 78,Siruela). Camus es generoso con el lector, a pesar de que su narración sea en primera persona; durante el juicio por asesinato contra Meursault, deja que otros personajes (amigos, su novia, vecinos, el director de la residencia donde su madre residía hasta su muerte, el conserje del mismo) nos muestran quién es él, cómo se comporta. Visiones diferentes, multiplicidad. Consiguiendo que su relato tenga solidez, nos resulte verosímil. Hace que el personaje sea de carne y hueso, y lo podamos tocar. Brasme, nos escribe que Charléne tiene una relación muy distante con su madre por ejemplo, pero la madre nos es vedada. No deja que los personajes hablen también. Para el lector sólo quedan dos opciones, o creemos a la adolescente o no. Un acto de fe, siempre resulta difícil. Cargando el texto quizá de enunciación, lo que nos muestra, nos sabe a poco, algo distante. La jovencísima autora, tampoco lo ha tenido fácil, ya que relatar una emoción como la obsesión por otra persona es absorbente y harto complicado. Muchos pasajes de su historia nos recuerdan demasiado a otros del de Camus. En la página 31 de Respira, Charléne expresa que “lo había olvidado todo. La alegría, el impudor, la indolencia, los olores, los silencios y los vértigos, las imágenes, los colores y los ruidos, sus caras, el timbre de su voces, su ausencia y sus sonrisas, las risas y las lágrimas, las dichas y las impertinencias, los desdenes y la necesidad de amor, el gusto de mis primeros años de vida.” Mientras que Meursault (pág. 107, Alianza/Emece) nos cuenta “Me asaltaron los recuerdos de una vida que ya no me pertenecía, pero en la que había encontrado mis alegrías más simples y más tenaces: los olores del verano, el barrio que amaba, cierto cielo de la tarde, la risa y los vestidos de Marie.” También Charlène nos confiesa “Mi vida podría haber sido completamente normal. Si lo hubiera decidido de otra forma, habría podido ser como cualquiera de vosotros.”(pág. 31, Alianza edit.). Mientras que Meursault, desde su celda, esperando la pena capital, nos dice”Había vivido de una manera y hubiera podido vivir de otra. Había hecho esto y no había hecho aquello. No había hecho una cosa cuando había hecho otra”.(Pág, 122, A/Emece).
Cuando Meurault ya sabe su condena, firme e irrevocable, le insiste en visitar un capellán. Tras varios rechazos, el sacerdote lo consigue. A lo largo de la conversación que mantienen, desgarradora e intensa, se nos revela la naturaleza del reo. “La incertidumbre de estar vivo porque vivía como un muerto. Yo parecía tener las manos vacías. Pero yo estaba seguro de mí, seguro de todo, más seguro que él, seguro de mi vida y de esa muerte que iba a llegar. Sí, era lo único que tenía. Pero al menos, yo tenía esa verdad tanto como ella me tenía a mi”.(pág.122). El sacerdote al final, escucha horrorizado, con lágrimas, cómo Meursault no cree en Dios, en el perdón, en la culpa. En el último capítulo de Respira, Máxime, ex novio de Charlène, la visita en su casa. Sabe que ha sido ella quien ha matado a Sarah, ya han encontrado su cuerpo. Ha intentado amarla, salvarla, cuidar de ella, darle un hueco en el mundo. Intenta que ella confiese, que sepa admitir lo terrible del acto. Pero Charlène mantiene la cabeza baja. “Porque no quería que me viera la cara. No supe decírselo. ¿Cómo explicarle que no tenía ningún remordimiento, y que a pesar del dolor, del odio de y de la vergüenza, había salido victoriosa por siempre jamás de una vida detestada?.”(pág. 135).
A Charlêne, nada le cambia, ningún acto o sentimiento en su vida, ni siquiera asesinar a una persona. Permanece inmutable en su celda. Mientras que Meursault en el transcurso del juicio, “Por vez primera al cabo de muchos años, sentí un deseo estúpido de llorar, por que comprendí hasta qué punto, toda esa gente me detestaba...”(Pág. 92). También tras escuchar la declaración de Celeste, su amigo, cómo le defiende, confiesa “Yo nada dije, no hice gesto alguno, pero por primera vez en mi vida tuve deseos de besar a un hombre”.(Pág. 96). Y “En la oscuridad de mi prisión móvil, volví a encontrar uno a uno, como desde el fondo de mi cansancio, todos los ruidos familiares de una ciudad que amaba...”(pág.100). Meursault, sufre cambios, minúsculos, pero ya no es el mismo que hace meses atrás. El que no lloró por la muerte de su madre, o que le es indiferente amar o no a su novia Marie, ahora siente ganas de llorar por primera vez en muchos años. Siente que es mejor dormir y no pensar. No dejar que el corazón le lata deprisa ante la evocación de un recuerdo.
De todas formas, Brasme, es una escritora muy valiente, porque la literatura está para dar voz a quien no la tiene en la realidad. Da voz a una asesina adolescente, obsesionada por una amistad, una relación destructiva. Da voz a la soledad, a la terrible tragedia de no ser amado, de no amarse a uno mismo. Algo fuera de lo corriente, ya que es una autora muy joven. Con independencia del resultado(Camus era un genio, un reto muy complejo), la novela nos guste o no, nos haya conmovido o no, Charlène ya está por nuestro mundo. Y Brasme, a riesgo de su inexperiencia como escritora, la escuchó. Y sin dudarlo, le dio voz.
Gracias, Efímera.
Hasta el lunes compañeras.

El Plano Oblicuo


Rosas y granizo mientras recorro librerías en busca de La cena, de Alfonso Reyes. El maestro Sergio Pitol recibe el Premio Cervantes 2005 con un discurso trémulo y seductor, emociona y enseña, el objetivo fundamental de la escritura era descubrir o intuir el “genio de la lengua”, la posibilidad de modularla a discreción , de convertir en nueva una palabra mil veces repetida con solo acomodarla en la posición adecuada en una frase. Lo releeremos varias veces. Todavía subrayo los apuntes de Pitol, duende de sutilezas y recovecos. En La Noche de los Libros bebo cava y escucho violines de Bach con mis amigas de la librería Diálogo, Serrano 108, mientras, tañen las campanas de los Jesuitas. Joaquín Pérez Minguez ha estado con Lobo Antunes y ahora atraviesa la FNAC, esto esta llenísimo, se queja. Llamo a alguien muy querido, para que me proporcione jerga carcelaria para las escritoras del Taller y me dicen que agoniza en La Paz. Abandono los libros, cruzo controles enseño credenciales del pasado movilizo a familiares y amigos hasta que por fin estoy al borde de la cama tiene que marcharse y yo besándole la frente entre catéteres y sondas tiene que marcharse todos estamos aquí lo peor se ha superado tiene que marcharse la alarma del monitor salta, ahora si me voy. San Jorge: comeremos dulces en las nubes grises que marchitan los pensamientos azules y violetas. Jorge, con voz tímida, me lee el soliloquio de Macbeth, su acento es perfecto, por favor, qué pesada te pones, it is a tale / Told by an idiot, full of sound and fury/ Signifying nothing. Mañana, en El Mono Rojo, continuaremos con El ruido y la furia, de William Faulkner. Felicidades a Jorge Gorostiza y Jorge Benavides. El martes, Joaquín Pérez Minguez, nos hablará de Pedro Paramo, de Juan Rulfo.

tiene que marcharse






lunes, abril 17, 2006

El irlandés desempleado

"Murphy" es, entre otras cosas, una de las primeras novelas sobre la vida de un inmigrante en Gran Bretaña. Allá en Foxrock, a Beckett podían haberlo tratado como a un joven pituco, "un adinerado ocioso e inútil", pero en Londres era sólo otro irlandés desempleado. Su novela es un desafío a la típica imagen inglesa del irlandés escénico, a través de capítulos alternos que enfrentan la compleja autoimagen psicológica de Murphy a la opinión social generalizada, que lo ve como un idiota y un payaso. En un punto, cuando sus editores londinenses estaban tratando de eliminar algunos de los capítulos más abstractos, Beckett bromeó irónicamente diciendo que aceptaba reducir el libro hasta que sólo quedara el título, si eso ayudaba. Murphy, con el sobrenombre más común en Irlanda, es "las ruinas de las ruinas del muchacho notable", esto es, la versión final y explotada del Paddy escénico. Es lógico, por lo tanto, que en su testamento pida que sus cenizas sean colocadas en una bolsa de papel "y llevadas al Abbey Theatre, Lr. Abbey Street, Dublín, e introducidas sin demora en lo que el gran y buen Lord Chesterfield llama la casa necesaria, donde pasaron sus horas más felices, a la derecha cuando uno baja a la platea, y deseo que la cadena se tire entonces sobre ellas, si es posible durante la representación de una obra, ejecutándose todo sin ceremonia ni muestras de pesar". (Los irreverentes notarán que no se desprende claramente de la sintaxis si las horas más felices fueron pasadas en el baño o en el auditorio.)El teatro nacional había sido fundado para demostrar que Irlanda no era el hogar de la bufonería sino de un antiguo idealismo. Por lo tanto, el testamento es el pedido absolutamente apropiado de alguien que trató por todos los medios de demostrar que, aunque muchos ingleses pudieran ver en Paddy a un imbécil redomado, el verdadero problema del irlandés era que tenía una mentalidad propia sin la capacidad de controlarla siempre. Es brutalmente irónico que, en el caso, las cenizas de Murphy hallaran su lugar de descanso no en el Abbey sino en un pub de Londres, uno de los sitios en donde se describía al irlandés escénico en los espectáculos de variedades del siglo diecinueve.En "Murphy", como en todas las obras de Beckett, la comedia deriva de su situación de "sapo de otro pozo", de la discrepancia entre lo que el lector, como intelectual sofisticado y dominado por la angustia, sabe de él, y la actitud inglesa común de "burla teñida de desprecio" con que es recibido al presentarse para un trabajo como un muchacho listo:"No es muy listo", dijo el tendero, "le falta mucho para ser listo"."Tampoco es un muchacho", dijo el baño semiprivado del tendero, "en mi opinión, no lo es.""A mí no me parece exactamente humano", dijo el producto de desecho más viejo del tendero, "no exactamente."Murphy, se nos dice enseguida, está muy familiarizado con esa actitud como para cometer la torpeza adicional de tratar de acabar con ella, porque sabe que no tiene ningún sentido irrumpir en el sistema cerrado que es el estereotipo inglés del irlandesismo. De hecho, todo el libro describe un mundo que se basa en sistemas cerrados. La misma mente de Murphy es una entidad cerrada, impenetrable para los demás, incluida su amante; y la división mente/cuerpo registrada en el texto simplemente lleva a su máxima expresión el distanciamiento del emigrante con respecto a la sociedad receptora. Murphy, todo mente, ama a Celia, todo cuerpo, la mujer cuyas estadísticas vitales incluyen un rostro que combina los colores de la bandera nacional irlandesa:Ojos - Verde. Complexión - Blanco. Cabello - Amarillo.
También ella había dejado Irlanda, pero a la temprana edad de cuatro años, y la descripción meramente física denota que se mantiene trabajando de prostituta. Allá en Dublín, los distritos rojos habían sido proscritos y cerrados; en la Irlanda oficial no existían prostitutas. De hecho, para la década de 1930 muchas habían partido a Londres. Murphy, que desea curar de su "deplorable susceptibilidad" a Celia, no puede hacerlo; y ella, que le profesa amor, ama sinceramente la imagen ideal de sí misma que ve reflejada en los ojos de él, la imagen de una prostituta convertida en una respetable ama de casa.Como narrativa, Murphy es en todo momento ferozmente hostil con el revivalismo irlandés, sea su blanco la iconografía gaélica o Candle of Vision (leído en la cama por la apropiadamente llamada Miss Carridge), de George Russell; pero sigue siendo leal a un conjunto más profundo de tradiciones literarias. En ella puede verse una mezcla wildeana de elegancia y desesperación ("Salvaste mi vida... Ahora alíviala"), así como un sentido joyceano de la burla ("El gas. ¿Podría convertir a un neurótico en un psicótico? No. Sólo Dios podría hacer eso"). Sin embargo, en última instancia, ese ingenio y esos juegos de palabras debilitan el ataque al irlandesismo escénico: al final, el diagnóstico no parece sino una versión de la enfermedad. Dylan Thomas estuvo sumamente acertado, además de muy gracioso, cuando llamó al libro una extraña mezcla de Sodoma y Begorrah, aunque, si no fuera por el juego de palabras buscado, podría haber puesto el segundo término en primer lugar. Sin duda, ser un bufón en la corte londinense de su amo no era el rol apropiado para un escritor consagrado a explorar el vacío.

BecKett

Poco asombra que el protagonista de sus primeros relatos terminara considerando que su verdadero hogar es "ningún lugar hasta donde logro ver". Pero ese ningún lugar, con el tiempo, revelaría ser una bendición artística. Haría de Beckett el primer dramaturgo realmente irlandés, por la primera ausencia verdaderamente absoluta de los elementos artificiales del irlandesismo. Si Fanon podía reprender a los nacionalistas negros por olvidar que los "negros" estaban desapareciendo, Beckett podía ofrecerle un servicio similar a su gente. En esto, además, era extrañamente representativo de esa mayoría silenciosa de compatriotas isleños que seguían siendo "demasiado irlandeses para ser nacionalistas".Lo que comenzó en la mente del joven en aquella colina de Dublín, en 1916, fue lo que el escritor Aijaz Ahmed llamaría mucho más tarde "un nacionalismo del duelo". El propio Beckett se burlaría diciendo que si todos los que sostenían haber estado en 1916 en la Oficina de Correos (N. de R.: Cuartel de los rebeldes) realmente hubiesen participado, el edificio habría estado hasta el tope. En "Murphy", la primera novela que publicó, ambienta allí una escena maliciosa: un místico de Cork llamado Neary se convence de que el "trasero inmortal" de la estatua de Cuchulain (N. de R.: Héroe mitológico irlandés) quiere "hacerme apartar la vista", y toma por lo tanto medidas al respecto:"...Neary se había descubierto la cabeza, como si el terreno sagrado significara algo para él. De repente, arrojó su sombrero a un costado, corrió hacia delante, agarró de los muslos al héroe agonizante y comenzó a golpear su cabeza contra las nalgas de aquél, si se las puede llamar así".El libro se toma libertades similares con un miembro de la Garda Siochána (Guardia Civil) "de grandiosas proporciones", y con el nuevo Estado al que representa; se describe a un personaje como "famoso en todo el mundo civilizado y en el Estado Libre de Irlanda".Esa burla era el pago en especias que hacía Beckett por la prohibición de su primer libro ordenada por los censores del gobierno, de cuya lascivia se mofa poniendo la frase MUSICA MUSICA MUSICA en negrita como una "sucia sinécdoque" del acto sexual. En otro momento, después de describir un beso como "la ósmosis en cámara lenta de la baba del amor", agrega jocosamente: "El pasaje anterior está cuidadosamente calculado para pervertir al lector culto". En general, su tratamiento del nuevo Estado puede resumirse en el adagio del libro: "La turba puede ser obligatoria en el Saorstát, pero uno no necesita llevarse una provisión personal a Newcastle". En la década de 1920 y los comienzos de la de 1930, Dublín estaba en las garras de un revivalismo triunfalista que día a día se volvía más autocongratulatorio y más censor, y el nacionalismo literario seguía siendo la moda dominante. Muchos poetas mediocres, temiendo no poseer el coeficiente de irlandesismo requerido, lo buscaban en imitaciones mecánicas de la prosodia gaélica. Y Beckett era despiadado:"Esta visión del asunto no le parecerá extraña a nadie que conozca la clase de poetastro que Ticklepenny sentía su deber a Erin constituir, tan libre como un canario (cantando) a la quinta de la tónica (un sacrificio cruel, pues Ticklepenny hipaba rimas malas) y en la cesura tan forzado y abrupto como su propio flato divino y, en otros aspectos, repleto de tantas bellezas menores de la turbosa prosodia gaélica como las que podrían sacarse de una jarra de cerveza de Beamish. No sorprende que se sintiera un hombre nuevo lavando las botellas y vaciando los orinales de los trastornados mentales de mejor clase".Frente a esas represiones, la respuesta de muchos hijos de familias protestantes en la década de 1920 fue el regreso a Inglaterra, que para ellos seguía siendo la madre patria; pero en Londres, Beckett fue absolutamente desdichado. Tratado como un Paddy, sentía como una ordalía humillante actos sencillos como el pedir un taxi o comprar el periódico. Esa es la doble carga de Murphy, que puede estar en abierta rebelión contra el revivalismo irlandés, pero que, en todo caso, es más crítico aún con respecto a la Inglaterra de la década de 1930. El protagonista experimenta el desarraigo que es la suerte final del exilado poscolonial, una situación definida con cruel claridad en la elegía que Beckett dedica a Foxrock y sus descendientes condenados en All That Fall (Todo lo que cae): "Estar en el extranjero es un suicidio. ¿Pero qué es estar en casa, Mr. Tyler, qué es estar en casa? Una lenta disolución". Ese pasaje, y los sentimientos que encierra, representa una reescritura radical de la línea mucho más optimista seguida por Synge en Deirdre de los pesares, en la primera década del siglo: "No hay otro lugar sino Irlanda donde los gael puedan tener paz siempre". En "Murphy", uno de los miedos más grandes del protagonista es el de "caer entre los gael".

Samuel Beckett, por Declan Kibered

Cuando se produjo el Levantamiento de Pascua (N. de R.: El movimiento armado fallido que se produjo en 1916 por la independencia de Irlanda), Samuel Beckett tenía diez años. La rebelión prácticamente no alteró en nada la vida de sus padres y vecinos: las relaciones con los sirvientes y los comerciantes locales continuaron igual que siempre. El trabajo de su padre, técnico en cálculo de materiales, no se veía amenazado en absoluto: de hecho, si la destrucción de edificios era grande, sólo podría acusar un aumento. Allá en Foxrock, y bien alejada de los enfrentamientos, la familia veía los sucesos como "algo parecido a una irritante pelea de gatos" (Deirdre Bair). Hacia el final de la semana, Bill Beckett llevó a sus dos hijos a la cima de la colina local, desde donde se podía ver con claridad el centro de la ciudad en llamas. Empezó a reír como alguien que estuviera mirando los fuegos artificiales de una celebración, pero "Sam quedó tan profundamente conmocionado que hablaba de ello con temor y con horror más de sesenta años más tarde".Se cita esa estampa como prueba de que Samuel Beckett, desde el comienzo mismo, se sintió distanciado de la Irlanda que emergía, aunque, en realidad, la gran mayoría de los dublineses compartiría su experiencia en la Semana de Pascua. Los dublineses no habían votado a favor (o en contra) de las fuerzas que protagonizaban el Levantamiento, así como no tendrían la posibilidad de votar a favor (o en contra) del Tratado Anglo-Irlandés de 1921. La suya era una historia que siempre parecía acontecer en su ausencia, o al menos sin su participación activa, y muchas veces, grandes sectores del público habían estado demasiado aburridos o demasiado aterrados para siquiera observar mucho tiempo como espectadores impotentes. Para muchos, la vieja Irlanda había dejado de existir después de las hambrunas de la década de 1840 y las grandes migraciones a Inglaterra y América del Norte: lo que quedaba era un tremendo silencio, un vasto vacío, lo que un poeta llamó "una terrible ausencia que barre la tierra" (Brendan Kennelly). El efecto de esos desastres fue hacer que los irlandeses se sintieran como extranjeros en su propio país.Para el joven Samuel Beckett, esa sensación de distanciamiento había sido más aguda todavía. Sus padres, a diferencia de otras familias protestantes, no eran partidarios del Imperio, pero sin duda tampoco eran irlandeses republicanos. Vivían en algo así como un vacío cultural: "Foxrock evitaba deliberadamente mucho de la cultura popular irlandesa, aunque lamentablemente proporcionaba poca cultura inglesa, alta o baja, que poner en su lugar" (Vivian Mercier). No sorprende entonces que su hijo se estableciera finalmente en el vacío; muchas décadas más tarde, éste recordó su sensación de descontextualización y perplejidad:"...cuando empezaste sin saber quién eras desde Adán probando cómo funcionaría eso o un cambio sin saber quién eras desde Adán ninguna idea de quién era yo diciendo lo que estabas diciendo en el cráneo de quién estabas metido en el gemido de quién..."

viernes, abril 14, 2006

Yasunari Kawabata

Yasunari Kawabata (川端 康成, Kawabata Yasunari) (11 de junio de 1899 - 16 de abril de 1972) fue el primer japonés ganador del premio Nobel de Literatura en 1968. Nació en Osaka. En 1920 ingresa a la Universidad de Tokio en la carrera de Literatura en Lengua Inglesa, y un año después cambia a la de Literatura del Japón. Mientras cursaba la universidad se publica el sexto "Shinjichō" (新思潮, literalmente, la nueva tendencia del pensamiento) donde publica algunos de sus trabajos, con lo que se abre el camino al mundo literario. En 1924 termina la universidad, y aparece el primer número de "Bungei-jidai" (文芸時代, Época del Arte Literario), una revista de un grupo de intelectuales al que pertenecía. Esta publicación reunía a nuevos y prometedores literatos que al escribir utilizaban un estilo (el "Shinkankaku-ha" 新感覚派, la nueva escuela de las sensaciones) donde la composición constaba en la aprehensión sensitiva de la relidad a la manera de los intelectuales.
Gana el Nobel de literatura en 1968, y da el discurso de nombre "Del hermoso Japón, su yo" (美しい日本の私, Utsukushii Nihon no watashi). Se suicida inhalando gas tres años después.
Maestro del también gran escritor Yukio Mishima. Sus libros más conocidos en Occidente son El país de la nieve (雪国, Yukiguni), La casa de las bellas durmientes y El maestro de Go.
Otros libros:
"Diario de un muchacho y Su segundo matrimonio" "La bailarina de Izu" "Las Bailarinas" "El clamor de la montaña" "Kyoto" "La casa de las bellas durmientes" "Mil Grullas" "País de Nieve" "Lo bello y lo triste" "Primera nieve en el monte fuji" "Historias en la palma de la mano" "El maestro de Go"
Recientemente se edito "Correspondencia 1945-1970", una recopilación de cartas que intercambiaron Kawabata y su discipulo Mishina durante 25 años.

A propósito de CL

He leído, con atención, tu crítica a la novela Respira, de Anne-Sophie Brasme. Y ya que te has ubicado en la Capilla Sixtina y que estamos en Semana Santa, te sugiero que hagas una penitencia leve e intentes que tu texto se parezca a La Bella Durmiente, de J.M. Coetzee. ¿Recuerdas?, la crítica del Premio Nóbel surafricano a Memoria de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez. El camino (Vía Crucis) comienza: ¿quién es Anne-Sophie Brasme? ¿Qué obra literaria ha creado? ¿Quienes son sus mentores? Sinopsis de la novela. Y, sobretodo, cada afirmación que hagas sobre Respira debe ir apoyada en frases extraídas de la novela, para así demostrar tu tesis. Si no, seguiremos detrás del cristal, por cierto, metáfora bellísima, pero que, como los teoremas en matemáticas, debe demostrarse. La parte autobiográfica de A Propósito, es sincera y divertida, pero a la hora de escribir de una colega debemos ser serios, para evitar el tufo a envidia que tienen muchas críticas en el mundo literario español. Joven ,como Brasme, y con talento. Sólo ha sido un pecado venial.
Por cierto, recordad: La casa de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata.

miércoles, abril 12, 2006

A PROPÓSITO DE RESPIRA

A la novela de Brasme, Respira, le falta el soplo divino. Sí, ese que uno tiene exactamente tres segundos para ver, entre codazos de chinos, exaltados de la fotografía y forofos católicos(con perdón) en la Capilla Sixtina. Antes que el guapo carabinieri te mire con mal humor por si has sido tú la del flash. Pero he decir que esta crítica no ha surgido del todo de la maldad. En un acto de valentía más que de añoranza, he releído mis “textos” de los quince años. Bueno, los que sobrevivieron a las numerosas y nada depurativas quemas de San Juan. He encontrado muchos tachones, signo supongo de la búsqueda de la perfección. Muchos adjetivos repetidos, la realidad de la mediocridad, espero algún día vencible. Muchas palabras en “clave”, por si el hermano mayor- ogro me registraba otra vez (¡Horror!, otra coincidencia tonta con la Duras). Y algunas faltas de ortografía, que a estas alturas serían imperdonables. Así, páginas y páginas, entre apuntes de ciencias y latín. Entre nombres de enamorados que no te corresponden, quién carajo somos o pensamientos de muerte; y antídotos de algunos filósofos (otra vez Nietzsche, cómo no, cuándo escaparé) de frases rimbombantes, “pensar en el suicidio ayuda a pasar más de una mala noche”. Y de pronto en el último folio, una frase final: Comprar el libro Lolita... Y es lo que he vuelto a hacer más de quince años después. Volver a beberlo. ¿Cómo he podido sobrevivir años y años rodeada de Lolitas descafeinadas, de maquillaje perfecto?. ¿De historias de pasión, amor, odio, obsesión, inmaculadas por ese cristal que te impide estar en la escena?. ¿Dónde están los olores, los colores del inmenso París?. ¿Y el sudor de la piel y la voz meliflua de la pobre estrangulada?. ¿Y no hay un cambio en nosotros, por minúsculo que sea cuando matamos a un semejante?. Es lo que echo de menos en este libro de Respira, eso es todo. Por mi parte, no me desanimo, espero que el soplo me llegue algún día. Mientras tanto leer y leer, escribir y escribir. Y perdón por la cacofonías, son una pesadilla.

lunes, abril 10, 2006

¡ABSALON, ABSALON! ALGUNAS FIGURAS RETORICAS

Capítulo octavo:
-Página 294 de Alianza editorial: “La ventana permanecía cerrada sobre el patio glacial y vacío, del otro lado del cual las ventanas, con dos o tres excepciones, se habían oscurecido ya. Pronto las campanas tocarían la medianoche con notas melodiosas y tranquilas tenues y límpidas como el cristal en el gélido(había cesado de nevar) aire quieto”.
Figura descriptiva, cronografía.

-Página 293 de Alianza editorial: “Y Enrique llegó y el viejo dijo. No podrán casarse, porque él es tu hermano. Y Enrique repuso: Mientes; así, de pronto, sin espacio, sin intervalo, sin que nada se interpusiese, como cuando uno oprime el botón y se enciende la luz eléctrica. Y el viejo permaneció allí, sentado, sin abofetearlo, por eso Enrique no repitió el mentí, porque supo que era verdad”.
Epanáfora.

-Página 294 de Alianza editorial:”No eran dos sino cuatro en un saloncillo...”. Página 333:”Cuatro y luego dos solamente: Carlos-Shreve y Enrique-Quentin”. Página 334:”Y, siempre unidos los cuatro desembarcaron en un muelle de Nueva Orleans”.
Epanáfora.

-Pagina 294 de Alianza editorial: “Shreve estaba de pie junto a la mesa, enfrentando a Quintín una vez más. Con su abrigo mal abrochado encima del batín parecía un ser inmenso, un oso hirsuto...”
Figura de significación, metáfora zoomórfica.

-Página 304 de Alianza editorial:”Ha muerto. Sé que ha muerto. ¿Cómo es posible?.¿Cómo pudo ser?”.
Figura de pensamiento, interrogación retórica.

-A lo largo de todo el capítulo, se cambia Sutpen por el demonio.
Figura de significación, antonomasia.

Capítulo noveno:
-A lo largo del capítulo noveno Shreve pronuncia la expresión ¡Jesús!.
Deprecación.

-Pagina 359 de Alianza editorial: “Solitaria lámpara”. “Oscuridad férrea”. “Sábanas glaciales”.
Cinestesia.

-Página 362 de Alianza editorial: “Ansia temblorosa”.
Cinestesia.

-Página 363 de Alianza editorial: “Embriagadora niebla”.
Cinestesia.

-Página 364 de Alianza editorial:”Como si su mano toda fuese un montoncillo de alambres...”
Comparación o símil.

-Página 366 de Alianza editorial:”Al pie del edificio...”
Catacresis.

-Página 368 de Alianza editorial:”La paz y la tranquilidad habían huido a otra parte”.
Metáfora.

jueves, abril 06, 2006

Un par de cosas

Bueno me dicen que os diga que "la del otro lado" se marcha un poco lejos, será lejos para los de fuera de aquí dentro, si bien una vez contado y expuesto el viaje no es que sea lejos es que es sencillamente una locura de viaje, pero los Del Otro Lado son como son a estas alturas no me voy a poner a discutir con ella y a lo que voy, que se va. Que se va pero que regresa. Ignoro en las condiciones en las que va a regresar, si bien ella dice que normales yo, las pongo en duda, pero bueno Los del Otro Lado son en general raritos.

Me dice igualmente que informe que algo que se llama ¡¡ Absalón, Absalón !! se acerca mucho a la tragedia (cito textualmente conste) y que siente no poder discutirlo porque como antes os he avanzado ella se va pero vuelve, pero aunque vuelve no llega a tiempo el próximo lunes. Sin saber muy bien que es esto de Absalón, Absalón, sólo por el nombre estoy casi de acuerdo con ella, ES UNA TRAGEDIA.

Me dice que os diga que siente el retraso, que siente no veros el próximo lunes y que de vuestra parte le dará recuerdos al "Pan de Azucar" (vuelvo a citar textualmente para que quede claro que yo, estoy normal y que la rara es ella).

En algo estamos de acuerdo: los dos os deseamos unos días de feliz reposo.

Perdurar

Compañero de Quintín Compson en la Universidad. Representante del Norte, de lo que llegó después de la Guerra. De la nueva realidad, por lo tanto personaje aparentemente frío y muy despegado de emociones a la hora de relatar lo acontecido en el Ciento de Stupen. Utilizado por el autor para colocar los diferentes fragmentos del relato de modo que ayude al lector, si bien muy al final, a ordenar toda la información que ha ido recibiendo a lo largo de la lectura de la novela.

En comparación con el resto tiene un lenguaje muy conciso y preciso. Puntual. Desprovisto de cualquier adorno.

Con 19 años, de piel rosada, gordo, sin pelo, fumaba pipa y llevaba gafas. Este es el retrato que tenemos de Shreve. Del campo semántico que le rodea se puede llegar a deducir una sexualidad ambigua y que entre ambos, Quintín y él, pudo llegar a existir algún tipo de relación sexual, pero está de cualquier modo muy levemente insinuada y es más la sensación que sentimos a través del lenguaje “... se arropaba en el batín, como antes se había abrazado dentro de su piel rosada y desnuda, sin vello casi…” que hechos. Ayuda igualmente la circunstancia de que nos presenta a los dos en un solo cuarto, cerrado, confundiendo sus alientos y juntando sus espaldas. Hay mucho de físico en el lenguaje que los relaciona a ambos.

Pero este joven tiene un importante papel en la novela. Al igual que Judith entrego la carta de Carlos Bon a la abuela de Quntin, Quintín cuenta la historia a su amigo Shreve en un intento perdurar. En un afán de hacer conocer a alguien más el pasado, la historia, su propia vida, le importen poco o mucho al que lo escucha, al que lo recibe. Es el mismo intento de perdurar más allá de la muerte que animó a Judith a entregarle la carta de Carlos Bon a la abuela de Quintín.

Por partes



La tragedia clásica debe cumplir tres condiciones: poseer personajes de elevado condición social, estar contada en un lenguaje elevado y digno y terminar tristemente.

Nosotros sabemos que los Stupen eran “un sencillos campesinos”, con tierras, bienes, dinero y poder para tener bajo su mando a esclavos, a hombres, sin Faulkner serían simple campesinos pero por la magia de las palabras, por el hacer de un escritor los Stupen se convierten en señores del Sur.

Ya he hablado de las palabras, del lenguaje. Gracias a él se obra la magia de transformar a simples campesinos en miembros de un linaje cuya historia nos es contada y como tragedia la historia acaba tristemente.

No son reyes, ni dioses, ni héroes para Faulkner se encarga de convertirlos en ello.

En El Sur de Faulkner los personajes actúan sobre “la escena”. Que mejor escena que El Ciento de Stupen. No es un escenario el cuarto de la Universidad de Shreve y Quitan…

¿No guarda Clitemnestra, hija de Tomas Stupen, al biznieto del mismo, logrando de esta forma perdurar en el tiempo y castigar en cierto modo el cruel comportamiento de Tomas Stupen? .

El protagonista del drama es excepcional por su virtud, conciencia o rango social … Tomas Stupen no es un ser virtuoso, ni anda largo de conciencia pero rango social podemos decir que tenía. Era alguien que vino de la nada para llegar alto dentro de un universo provinciano y pequeño, pero tenía algo que solo tienen los dioses, poder para decidir entre la vida y la muerte. Digamos que era la otra cara de la virtud, la otra cara de la conciencia, y lo era con creces, luego por qué no pensar que cumple las condiciones para llegar a ser el personaje del drama …

Si la tragedia se crea a partir de la acción dramática del personaje protagónico Tomas Stupen la crea. Baja de una montaña muy lejana y fruto de un desprecio que no olvida jura que él será dueño de una casa mayor que aquella a la que un sirviente negro no le dejó. Para ello parte, hace un viaje. Todos los héroes lo hacen y de allí arranca su fortuna y su tragedia. Al regresar trae ambas consigo y con él crecen en El Ciento de Stupen. Una gran catarsis llega y en cierto modo purifica. El Ciento nunca volverá a ser lo que era, provoca el drama entre hermanos. Como digno personaje de la tragedia clásica no será el quien ejecute el castigo. Buscará y en su hijo legítimo, blanco, encontrará el brazo que lo lleve a cabo. Toda su descendencia muere. Toda, salvo aquella a la que con más empeño quiso borrar.

Una cosa más. Me extendería otro tanto y discutiría un rato pero ya es un poco tarde. Pero no puedo acabar sin hablar de Carlos Bon. Sólo ese personaje y su mundo. Su vida, su recorrido vital, su transformación, su no-muerte y su muerte constituyen un gran relato con tintes de tragedia. No tengo nada claro que el personaje de la obra se llame Tomas...

Se podía discutir.

El Sur y El Norte

Carlos Bon el otro personaje de envergadura en la galería de personajes de la novela de Faulkner. Su personaje crece y se engrandece si bien de manera muy trabajosa para el lector pues el mismo, ha de esperar desde su aparición en el capítulo 4, presentado por Mr. Compson hasta el capítulo 8 donde Shreve nos muestra definitivamente un retrato mucho más completo y complejo de una persona plagada de enormes zonas de silencio y discurso interior que en contraste con emocionantes diálogos confieren al personaje de Carlos un gran brillo que nos ilumina a un ser marcado por la tragedia desde el momento en que nació. De un ser frívolo y aparentemente insustancial llegamos a un personaje que adquiere dimensiones de personaje trágico con una gran vida interior. Faulkner elige, y muy bien, a dos voces muy diferentes para enseñarnos a Carlos Bon en el transcurso de la novela. Una será El Sur y la otra será El Norte.

El Sur
Una es la voz del Sr. Compson, padre de Quintín Compson e hijo del abuelo Compson, el único amigo que Tomas Stupen tuvo al llegar a Jefferson y con el que sabemos se sinceró en pocos pero importantes momentos. Quizá sea la voz más teatral de todas las voces que relatan en la novela. Si la escuchamos pausadamente acabaremos escuchando al Sur que agoniza. Es una voz pausada y en su forma de relatar hay referencias al destino y a las gentes de Jefferson y una cierta tendencia a ver a Tomas Stupen casi como una figura de “tragedia griega”. No perdamos esto vista.

Pero volvamos a Carlos Bon. A primera vista y de la mano de los recuerdos del padre de Quintín, Carlos nos llega “espectral y casi incorpóreo me parece verlo flotar sobre los demás”. Adjetivos como “impenetrable y fatalista”, “apuesto, elegante y felino…”, “ …rodeado por un tangible efluvio de sabiduría y hastío, cosas realizadas, saciedad, placeres apurados y hasta olvidados” magnífica descripción llena de sensaciones que juntamente con su imagen de “flor exótica indolente y esotérica” más la descripción de sus “batas floreadas, ligeramente femeninas”. “Joven rico y libertino”, “felino y perezoso”, zapatos de charol nos llevan sin mucho esfuerzo a producir en nosotros la misma sensación que produjo a “aquellos personajes rurales”, la de un fascinante “dandy”. Este es el primer gran destello de Carlos Bon.

Pero cuidado, de manera muy suave y casi sin darnos cuenta el personaje ya en boca del padre de Quintín, que rememora lo escuchado a su padre, el abuelo Compson, empieza a tomar cuerpo y se nos empieza a salir de este plano tan trivial. ¿Cuál es la imagen que el abuelo realmente sintió? Por su boca o de su boca jamás lo sabremos, el abuelo nunca habla directamente, pero escuchemos lo que el Sr. Compson nos dice: “A mí, él es quien me parece notable. Se presentó en aquella aislada familia puritana, hogar de campesinos al fin, como el propio Stupen hizo su aparición en Jefferson: completo, sin relaciones ni pasado, ni infancia; prematuramente maduro para sus años, nimbado y circundado por un resplandor escita…”, insito: como el propio Stupen hizo su aparición en Jefferson. Unamos esto a otro breve fragmento: “un joven cónsul de Roma que paseara en gira triunfal entre las hordas bárbaras que su abuelo derrotó”. A partir de este momento hay toda una entrada de información muy sutil a través de la cual habremos de hacer el esfuerzo, como lectores de almacenar en diferente cajón. “Hombre maduro nacido antes de tiempo”, “… esa compasión cerebral sarcástica y pesimista que sienten los inteligentes ante las injusticias, las locuras y los sufrimientos humanos” o bien “Y Bon más raído ahora, más vivo, aunque siempre afable y paciente, duro como el acero, el jugador que todavía no ha jugado su último triunfo”. Mirando los dos cajones que el padre de Quintín nos ha llenado de información ya sabemos que Carlos Bon es algo más que un dandy con zapatos de charol y ropa afrancesada.

El capítulo cierra con la voz de Carlos. La escuchamos en la trascripción de la carta mandó a Judith y que ésta entregó a la abuela de Quintín. Un Carlos que habla con Judith y le confiesa lo que siente. Y siente que el Sur ha muerto y que el Norte vencedor habrá de sobrevivir, lo quieran o no. Siente “que ellos dos por extraño que parezca están condenados a vivir”, sin saber que el destino de ambos estaba irremediablemente unido al destino del Sur.

El Norte

Shrevelin Mac Cannon. Nacido en Edmonto, Alberta, Canadá en 1890 y compañero de Universidad de Quintin Compson. Quintín le cuenta a Shreve toda la historia y él, ajeno por completo al Sur y a su drama del mismo modo, será el narrador-recurso que utilice el autor para, en muchos casos, colocar las numerosas piezas del puzzle que conforman el relato. En algunos momentos su voz se confunde o casi se funde con la de Quintín, pero será al final su visión, la más cercana a la realidad, la más objetiva ya que creo que el resto de los narradores están demasiado inmersos en el relato, como para ser capaces de distanciarse del mismo y juntar las diferentes fichas. En el fondo es el Norte, vencedor quien nos acaba contando la historia.

Hemos llegado al capítulo ocho. En este capítulo recibimos información de primera mano sobre la vida de Bon. Conoceremos su infancia, su juventud, su relación con su madre, con “el abogado”. Sabemos de su entrada en la universidad. De su llegada al Ciento de Stupen y nos estallará el drama. En este capitulo el lenguaje utilizado es muy diferente al del capítulo cuatro. El personaje de Carlos Bon se nos dibuja por medio de grandes monólogos y a modo de “caja que contiene otra caja dentro” asistimos un poco impávidos al descubrimiento de algo con lo que quizá no contábamos al principio. Una historia dentro de la historia: nos encontramos con la historia de la búsqueda por parte del hijo bastardo del padre y el no reconocimiento del hijo por parte del padre una vez enfrentados los dos.

De pronto nos acordamos de la presentación de Carlos Bon en el capítulo cuatro, aquella que hacía referencia a la llegada de Carlos Bon al Ciento Stupen y que le relacionaba con la aparición Tomás Stupen en Jefferson y entendemos que no era gratuita. El autor al situarlos en planos muy similares nos avisa que se pueden enfrentar. Están al mismo nivel. En este capítulo tenemos a un Carlos que poco a poco se levanta y se agranda, que toma conciencia de su tragedia, que presiente su destino, que descubre el juego de su madre, que aparentemente se deja embaucar por ella, que lo quiere seguir porque lo que hace en realidad es toma las riendas del miso (cómo los mitos de La Antigüedad).

Pero incluso el mito ha de luchar contra algo muy fuerte: la sangre. La atracción que el no-padre ejerce sobre el no-hijo. Esa fuerza que ante nada se detiene y rompe cadenas de tenían cautivos sentimientos muy guardados y rehuidos y de que pronto revientan en el interior de un ser que busca desesperadamente “el reconocimiento del padre”, su aprobación. Que vive para esperar una señal, una leve mueca, un somero gesto y que de obtenerlo está dispuesto a renunciar a todo. Pero no lo obtiene. Carlos lleva sangre negra y eso, que no el incesto, es que lo que el Patriarca no está dispuesto a consentir (Como digno personaje de tragedia clásica, no será él quien ejecute el castigo. Buscará, y en su hijo legítimo, blanco, encontrará el brazo que lo ejecute). Estamos en el Sur. En fragmentos maravillosos veremos a Carlos dudar, esperar y desesperar, sufrir, luchar, odiar… en una palabra sentir.

Sin embargo después de cuatro años viviendo, como los héroes mitológicos, inmune a la muerte en medio del campo de una feroz batalla, Carlos cree sobrevivir al Sur al que sabe herido de muerte y está determinado a vivir, lo sabemos por la carta, a vivir para “para casarse con su hermana”, “para vengarse de su padre”, sinceramente aún no lo se, pero afirmo que Carlos Bon quería vivir. Pero no es, no era un ser mitológico, era un hombre. Y El Sur al morir se lo lleva con él. “Hombre maduro nacido antes de tiempo”. Carlos nació efectivamente antes de tiempo y perdió la batalla del Sur.

Pero el destino es caprichoso. “Pues te lo diré, (comenta Shreve al final de la novela a Quintín Compson) Pienso que, a la larga los Jaime Bond conquistarán el hemisferio occidental. Naturalmente, no lo veremos nosotros, y, a medida que avance hacia los polos, ellos se blanquearán otra vez, como los conejos y las aves para no contrastar tanto con la nieve. Pero seguirán siendo siempre Jaime Bond; y dentro de unos cuantos milenios yo, que te miro ahora, habré nacido también de las entrañas de los reyes africanos”. Es la sangre de Jaime Bon biznieto de Tomas Stupen la única que corre viva al final de la novela. Sangre si, sangre negra.

domingo, abril 02, 2006

AQUÍ, POR FIN, DIREMOS ADIÓS A ANSE BUNDREN

No olvidé mi encargo, lo que debía hacer. Lo reconozco, me encuentro dividida entre lo que debo hacer, y lo que tengo que hacer: circunstancias. Prefiero lo que estoy haciendo (esto solo lo sabréis vosotras, cómplices de “El Mono Rojo”).

Mientras agonizo, de W. Faulkner:
Volvemos a esa tierra maldita anterior al “Ciento de Sutpen”.
Es una “novela coral”. Van hablando sucesivamente el uno del otro, todos los personajes que componen la familia Bundren: unos “White Trash” del sur de los Estados Unidos, en el condado de Yoknapatawpha. Blancos pobres aferrados a su trozo de tierra. Van contando la historia, sus historias, a retazos. Cincuenta y nueve monólogos, de los cuales cincuenta y tres son de los miembros de la familia Bundren. Solo en uno de ellos habla la agonizante Addie Bundren.
Dos de los hermanos Bundren nos llevan por el sendero: pasean entre algodonales hasta llegar a la casa, la madre muriendo, agonizando en su lecho y escuchando el sonido de la sierra, con prisa ya por salir de allí. El padre esperando en la puerta no se sabe qué.
La casa esta en lo alto de un pico, en el borde de un camino maldito. La madre agoniza mientras el hijo mayor termina la sepultura. De forma que se pueda cumplir el deseo de la moribunda: ser enterrada en tierra de sus antepasados, en Jefferson.
Para llegar allí tendrán que atravesar las aguas desencadenadas tras la crecida del río, y otras vicisitudes que irán contando todos y cada uno hasta llegar al final del camino. Tener que enterrar a un familiar va a suponer enfrentarse a los elementos: el agua y el fuego. El viaje iniciático, el cumplimiento de la promesa.
Cuando por fin escuchamos la voz de Anse, es para decir “Condenado camino”. El camino tiene la culpa de muchas cosas.
Anse Brunden en medio de una tierra dura, inhóspita, su propia tierra, su terreno. Anse espera la muerte de la que todavía es su mujer. El primer buitre. Ya no le sirve de nada esta compañera a la que él se empeñó en ir a buscar, una extranjera. Estamos en el campo, el mundo en donde un hijo son dos manos para trabajar la tierra. A Anse no pareció importarle mucho que Addie le fuera infiel, al fin y al cabo, tuvo otro varón, 2 brazos fuertes. Un hombre necesita una esposa que se ocupe de la cocina y de la casa, que le dé hijos, una hembra con quien aparearse llegada la noche. Addie ya no es de este mundo.
Me llamó la atención que alguien como Anse estuviera tan preocupado por su físico, todos girando en torno a su persona: que se ponga a comer estando aún caliente el cuerpo de Addie: su hija Dewey Dell le llama “viejo cubo de tripas come verduras”, observa como él se frota las rodillas, con la camisa seca, una camisa que no volverá a sudar nunca más. Su preocupación por los dientes que ya no tiene y que también hay que sustituir. Ya sabremos …
No nos dejemos despistar por ese aspecto de Anse, de pajarraco mojado, de perro viejo, de zapatones. Es un ser poco sociable, y de pocas palabras, sabe que no se desenvuelve bien fuera de su tierra. Ladrón de esposas de ciudad. Habla poco, también actúa poco, pero sabe hacer que los demás trabajen para él, a pesar de ello se queja, se auto compadece. Sus hijos trabajan para él: él manda, se queja y come. Nunca pide favores, pero es para no tener que devolverlos.
¿Ha querido a alguien? Ni un gesto, ni una caricia, ni una confidencia, ni siquiera les mira cuando les habla (4 veces se dice en la página 73). Anse es como la tierra, duro, seco, avaro, egoísta. Le fastidia la minusvalía del hijo mayor, Cash: ya no es bueno para trabajar la tierra, no entiende su dedicación a la carpintería, no dudará en quitarle sus ahorros también a él para poder concretar sus propósitos. No siente culpa, no es creyente. No llama al médico hasta que no hay nada que hacer.
En el camino azaroso se van dando a conocer todos y cada uno de los Brunden: Cash, Darl, Jewel, Dewey Dell, y el pequeño Vardaman. Tamibén hablarán los vecinos, Cora y Vernon y las hijas… y otros personajes del camino y de la ciudad.
Salieron los cinco hijos y el padre llevando el ataúd, regresan sólo cuatro hijos.
En cuanto Anse logra que Addie descanse en paz, lejos de la casa, él se consigue una dentadura, va en busca de una sustituta para llevarse a casa, y de paso compra un gramófono que amenice las noches. Y vuelta a casa.

sábado, abril 01, 2006

Más servilletas

Pura, experta en filosofía, nos habla del ser: En un puesto del ejercito; y del deber ser: Un puesto militar. El invitado, de cuyo nombre no me acuerdo, y, lo siento, porque es un ligue literario de Norma, Joaquín y Cangreja. Lo secuestraron en una conferencia sobre Cortázar, en La Casa de América. Caballeros andantes que desean salvar al mundo con la literatura. Sigo: el invitado mira con atención a Pura, y, ella, que la acción transcurre en un mes, comienza en octubre y finaliza en noviembre. La grasa se ha comido una frase. Ahora leo algo del número 12. La Biblia. Pues vaya. Los personajes están desarraigados, van de un cuartel a otro, son nómadas con uniforme. Todos los cuarteles son iguales, con casas y barracones simétricos. Aunque el interior de las casas de Eleonora y Alison, reflejan dos mundos diferentes. Hablamos del capitán Penderton – bisexual, impotente, cruel, cleptómano-, y de Madame Alison, la mujer que se cortó los pezones con las tijeras de podar. Dos seres que no están conformes con su naturaleza. El aislamiento moral es intolerable. Los caballos las ramas del jardín los ojos el camino el banco el bufón la naturaleza las reglas morales. Morris y Leonora, sensuales, felices con su forma de ser. El Capitán Penderton, Alison y Anacleto, personalidades reprimidas, románticas, imaginativas, muy desgraciadas. Pura, gracias por tu magnifica presentación. A la carrera atravieso un grupo que sale del Real. Fila en el aparcamiento. Jorge, en veinte minutos. Y no os lo creeréis, pero es verdad, en la radio se escucha: "la grande, la sublime, la arrebatadora obertura Eleonora, de Beethoven, pasa para muchos críticos por una composición exenta de melodía, aunque está llena de ella, aunque todo canta, todo llora melodiosamente en el allegro como en el andante, y los mismos jueces que la denigran aplauden y piden muy a menudo la repetición ... "
El lunes, continuamos con ¡Absalón, Absalón! Buen fin de semana.

Servilletas de papel

Alas de grasa me traen el recuerdo de Ramales, huelen a patatas fritas tónica lápiz música. Cuatro, como los capítulos de Reflejos en un ojo dorado (Reflections in a golden eye), de Carson McCullers. El título, me recuerda a las Navidades en casa de Mamá Sara, ¿ por qué se deforma la cara en las bolas doradas del árbol, mami? Y ella, con sus pastelitos de mazapán, te crees que lo se todo y no te acerques tanto que te vas a quedar bizca. Los Reflejos fueron oscurecidos con críticas devastadoras en 1941. A la sociedad americana no le gustaba verse distorsionada. Como echo de menos a mi abuelita de mazapán. En fin. Las servilletas huelen a Pura, que aparece con folios y belleza de nocturno de primavera. A Pura le gustan los toros – de eso hablaba su original novela – y el reflejo de los rayos en los trajes de luces en ese segundo que amortaja el albero. Pero esa, es otra historia. La novela de Carson McCullers, utiliza un narrador omnisciente con una lejanía retórica, nos dice Pura, y añade: omnisciente, porque emite juicios de valor, opiniones e ideas propias y adelanta acontecimientos. Pero es un omnisciente banalizado, sin peso. Joaquín y Adla disienten, en no recuerdo qué, y Norma y Cangreja callan. Leí la novela hace muchos años y pregunto, pero en mi alma sólo sigue vivo Anacleto. Pura nos dice, que la novela tiene la estructura de una tragedia clásica: presentación, nudo y desenlace. Existe un núcleo ponzoñoso que es necesario extirpar. Cuatro capítulos: I) Un puesto militar (conflictos); II) A la mañana siguiente y III) Alice Langdon ( se desarrollan los conflictos…) ; IV) En un puesto del ejercito ( desenlace). Otra tónica y más patatas, que agonizo de hambre y que bueno estaba aquel mazapán cubierto de chocolate y niña que bizqueas de tanto mirar en la bola dorada. Interrumpo a mi amiga y hablo de la estructura de las sinfonías y que en McCullers siempre esta presente la música.

Partes de la tragedia griega

Aristóteles en su Poética señala que las partes de la tragedia se dividen en prólogo, episodio, éxodo, y la parte del coro que se divide a la vez en párodo y estásimo [1452b:15]. El prólogo, precede al párodo del coro. Después viene cinco episodios entralazados por cada estásimo para concluir con el éxodo, intervención del coro que no es cantado. En cuanto estásimo, es un canto de coro sin anapesto ni troqueo.[1452b:30].
Pregunta para las escritoras de El Mono Rojo: ¿ Tiene ¡ Absalón, Absalón!, estructura de tragedia griega?

Seguimos con la Tragedia

Aristóteles dedica a la tragedia gran parte de su Poética refiriéndose a ella como imitación de acción esforzada y completa, de cierta amplitud, en un lenguaje que tiene ritmo, armonía y canto. Asimismo afirma que sus partes constan de pasajes en verso recitado o cantado y en ella actúan sobre escena los personajes, no mediante relato; su función es que por medio de la compasión (sympatía) y el temor se lleve a cabo la purgación o purificación (catarsis) de tales pasiones o afecciones. [1449B,24]. Tanto la tragedia como la comedia se llaman dramas porque imitan personas que la obran. [1449B,10].
También Aristóteles ofrece noticias del orígen del teatro (Poética 1449b, 10): nació de las improvisaciones de los que entonaban el ditirambo y a través del tiempo sufrió muchas transformaciones hasta que la tragedia se detuvo alcanzado su propia naturaleza [1449B,15].
La tragedia clásica debía cumplir tres condiciones: poseer personajes de elevada condición social (héroes, reyes, dioses), estar contada en un lenguaje elevado y digno y terminar tristemente, con la destrucción o locura de uno o varios personajes sacrificados por su hibris u orgullo al rebelarse contra las leyes del destino.
El helenista ilustrado español Pedro Estala afirmó en su Discurso sobre la tragedia que su origen estaba asociado al régimen democrático de la ciudad de Atenas y de ahí que la mayoría de los personajes de la tragedia fueran reyes y tiranos, cuyos defectos y soberbia eran castigados al final. Por ello cuando el régimen democrático de Atenas languideció la tragedia desapareció con él.
Los grandes trágicos griegos fueron Esquilo, Sófocles y Eurípides, entre muchos otros de menor importancia y trascendencia. La tragedia resurgió con fuerza durante el Renacimiento y el Barroco, destacando en el género los ingleses Christopher Marlowe, William Shakespeare y John Webster, el castellano Pedro Calderón de la Barca y los franceses Pierre Corneille y Jean Racine.

Tragedia

Tragedia es una forma dramática cuyos personajes protagónicos se ven enfrentados de manera misteriosa, inexpugnable e inevitable contra el universo o los dioses, moviéndose siempre hacia un desenlace fatal por una fuerza ciega, la fatalidad, el sino, el hado o fatum; las tragedias han de acabar forzosamente en muerte o en locura del personaje principal, que es sacrificado así a esa fuerza que se le impone y contra la que se rebela con orgullo insolente o hybris. La tragedia nació como tal en Grecia con las obras de Tespis y Frinico, y se consolidó con la tríada de grandes trágicos del clasicismo griego: Esquilo, Sófocles y Eurípides.
La tragedia se crea a partir de la acción dramática del personaje protagónico y en ella no existen personajes cómicos; si estos aparecen se trata de otro género, el drama a secas o, si la acción sucede en el siglo XIX y mezcla prosa y verso y posee tema histórico, el drama romántico, y no tragedia.
El protagonista del drama es excepcional por su virtud, conciencia o rango social: está fuera de lo común. Por ende posee un profundo sentido ético y padece una pasión profunda (pathos) que los racionalistas griegos identificaban con un mal o enfermedad. Por ello, el conflicto del personaje protagónico suele ser, las más de las veces, consigo mismo y con las fuerzas de la naturaleza; de suerte que su lucha es por el restablecimiento del orden cósmico, apelando al conocimiento y la posterior superación para la realización de su grandeza, a través de la catarsis que le purifica, más que a él, al espectador. La Tragedia es, junto con la Comedia, una de las formas clásicas del drama griego, y uno de los tres géneros dramáticos llamados realistas, siendo el tercero la Farsa.
Aristóteles dedica a la tragedia gran parte de su Poética refiriéndose a ella como imitación de acción esforzada y completa, de cierta amplitud, en un lenguaje que tiene ritmo, armonía y canto. Asimismo afirma que sus partes constan de pasajes en verso recitado o cantado y en ella actúan sobre escena los personajes, no mediante relato; su función es que por medio de la compasión (sympatía) y el temor se lleve a cabo la purgación o purificación (catarsis) de tales pasiones o afecciones. [1449B,24]. Tanto la tragedia como la comedia se llaman dramas porque imitan personas que la obran. [1449B,10].