domingo, enero 29, 2006

Algunas de las famosas reglas del relato criminal, según S.S. Van Dine

"Un año más tarde aparece aparece Philo Vance. Su autor, S.S. Van Dine, seudónimo del crítico de arte Williar Hutington Wright(1888-1939), lo ideo como un verdadero superhombre: casi metro ochenta de estatura, extraordinario deportista, aristócrata inmensamente rico, elegante,y una verdadera enciclopedia de conocimiento. Este pedante esteta que vive en las dos últimas plantas de un edificio de Nueva York, elabora sus teorías con manifiesto desprecio de la pruebas materiales, que sólo sirven para confirmar sus conclusiones. Al disociar el problema de la realidad, el relato entendido como un rompecabezas llega a su máxima expresión."

Van Dine también es conocido por sus veinte reglas del relato criminal. Este domingo frío y agrisado podemos meditar sobre alguna de ellas; a saber:


1. El lector y el detective deben tener las mismas responsabilidades de resolver el enigma.

2. La verdadera novela policíaca debe estar exenta de toda intriga amorosa.

3. El culpable no debe ser jamás ni el detective ni un miembro cualquiera de la policía.

4. El culpable debe ser descubierto por medio de deducciones, no por accidente, por azar ni por confesión espontánea.

5. No puede existir una novela policíaca sin cadáver.

6. El problema policial debe ser resuelto con ayuda de medios estrictamente realistas.

7. El culpable debe ser siempre una persona que haya desempeñado un papel más o menos importante en la historia, es decir, alguien a quien el lector conozca y le interese.

8. No debe haber más de un culpable independientemente del número de asesinatos cometidos.

9. La manera en la que se cometió el crimen y los medios que han de llevar al descubrimiento del culpable tienen que ser racionales y científicos.

10. La palabra clave del enigma debe ser evidente a lo largo de la novela, a condición, claro está, de que el lector sea lo suficientemente perspicaz para captarla.

11. El autor debe abstenerse de escoger al culpable entre los profesionales del crimen.

12. Lo que se presenta como un crimen no puede acabar como un accidente o un suicidio.

13. El motivo del crimen debe ser estrictamente personal.
Mañana, en El Mono Rojo, A sangre fría, de Truman Capote.

jueves, enero 26, 2006

POEMA NUMERO SIETE DE TRILCE

UNA EVOCACIÓN

En este poema es de noche. Madrugada fría. Yo tengo catorce años y sueño que soy Djuna Barnes. Como otras noches, estoy acurrucada bajo el escritorio de conglomerado cojo. Sin hacer ruido, escribo. Mi padre no ha vuelto todavía, por eso, no me puedo escapar a verte dormir. A mirar cómo la ventana de tu dormitorio ya tiene las persianas bajadas. Pasar las horas recorriendo tu calle desierta. Ir a la plaza de al lado, en la esquina, con sus bancos torcidos y sus grandes adoquines grises. Escribo tu nombre. Intento buscar en mi mente palabras mágicas. Nesrin, ubicuo, azul. Sueño que las encuentro y que mañana cuando las recibas, anónimas, me amarás. Oigo a mi madre llorar. Luego suspira, luego se duerme. Mi pequeña ciudad duerme. En el bosque de la noche.

miércoles, enero 25, 2006

El simio tiene la palabra

Leo distraidamente el periódico de hoy, las páginas vuelan solas, se deshace en las manos, y casi se cierra a la vez que los ojos, pienso que no puedo parar después de comer.
Y a punto de pasarme desapercibidas las páginas de ocio, leo: "Yo, mono libre", en el Centro Cultural de la Villa, de nuestra villa, de Madrid, si, si... una versión respetuosa del "Informe para una Academia". Qué ocasión, la representación hasta el 12 de febrero...
Tengo la sensaciónde que es para nosotras, de que es algo más que una sugerencia, una invitación.
Me encantaría que el estado de la abuela de Efímera nos lo permitiera.

martes, enero 24, 2006

MADAME CURIE 2
(HOMENAJE A CARVER, A CHEJOV, A MADAME CURIE)

Le dijo que parecía más cansada que otros días, pero Marie le contestó que sería por la luz, que ya iba cayendo y se tenían que alumbrar con las lámparas nuevas que emitían unas luces oscilantes.
Notó que Irene escuchaba la conversación a sus espaldas, pero no dijo nada.

Continuó la jornada hasta muy tarde, sin volver a pensar en el pequeño desmayo de la tarde en el patio. Como le pareció que Irene observaba, pensó que se habría alborotado por la noticia del premio Nóbel. Regresando a casa volvió a sentir en el corazón la añoranza por Pierre y lo cierto es que no sabía si era nostalgia o si le dolía físicamente.
Comentó como si nada con Irene que nadie podía imaginar lo poco que a ella le importaba recibir o no ese premio.
Al día siguiente le costó levantarse, había dormido muy mal. Su querido Pierre no había desaparecido de sus sueños, eso no era nuevo, pero ahora le parecía tener la certeza de que la llamaba y que se había convertido en el amante posesivo que no había sido nunca.
Recordaba con tal claridad las frases de su sueño que dudó de sí misma y de que no las hubiera pronunciado en voz alta. Le decía a Pierre que no fuera impaciente que estaba tocando con los dedos las ansiadas conclusiones, que este descubrimiento sería para la humanidad algo extraordinario.

Irene contaría a Eve que lo había oído todo; Marie no había soñado, estaba delirando, sin embargo prefirió no comentarlo, nunca había sido capaz de contradecir a su madre en nada.

Marie entró la primera al laboratorio, como siempre, pero inmediatamente percibió sobre la mesa de la antesala un pequeño jarrón con 2 rosas rojas despuntando de los capullos, recién cortadas. Instintivamente miró a través de la ventana y vio Robert al que saludó con una cortés inclinación de cabeza.

Pero decididamente lo del premio lo había puesto todo patas arriba, por 2 veces interrumpieron su trabajo en la mañana, algo inaudito! Telegramas y mensajes de felicitación de aquí y de allá, invitaciones…. No, no y no. No pienso acudir a la recepción, no pienso contestar, no recibo visitas, no concedo entrevistas, ni del embajador ni del presidente…
Entre aburrida y desbordada por la agitación, interrumpió su trabajo y salió al patio, donde se encontró, sin buscarlo, con Robert.
Se sentó en un banco aprovechando los rayos que acariciaban su cansado esqueleto. Se miró las manos, más bien las intuyó, su vista se volvía imprecisa en cuanto salía del laboratorio: unas manos rugosas, quemadas por tantos años de experimentos, huesudas para su edad, cansadas por el trabajo y la tensión.
Robert tomó asiento a su lado, dejando a un lado lo que tenía entre manos, con gesto pausado y sonriente.
Solo al llegar por la noche a casa rememoró la conversación que habían tenido aquella tarde.

viernes, enero 20, 2006

ASUNTO DUBLINESES -2

TRES FOTOGRAFIAS DE EUROPA


LA PRIMERA:


El nombre del pueblo sería imposible de recordar. Aunque yo traté de fijarme bien. Si cada callejuela in clinada. Si cada piedra de sus angostos caminos pudiera hablarnos, clamaría la injusticia. Pero debía pasarle a todo el que lo visitara. La preciosa ribera del Rhin, tan próxima, tan parecida a una bella sirena, lo anulaba. Entonces pude entenderte. Me entregué al sinuoso oleaje de sus aguas verdosas y sus montañas adornadas de castillos enormes. Estaban allí donde uno mirara. Traté de reconocer el que te había gustado tanto veinte años atrás. Creo que pude verlo mientras el barco de paseo nos mecía a todos, chocando con el aire tibio. El suave tacto castaño de tus trenzas y la dulzura de tus besos se pegaron a mi memoria otra vez y me pregunté, como tantas otras veces a lo largo de mi vida, donde estarías ahora. ¿Habrías regresado alguna vez aquí?. ¿Te habrías apoyado como yo en la barandilla, observando la estela de espuma ahogarse en el fondo?. ¿Habrías hecho lo que yo, encender un cigarrillo para engañar al llanto?. Un barco mercante, alargado y azul, pasó por nuestro lado. Todos los turistas nos agolpamos en la parte trasera para poderlo grabar. Para nuestros ojos, acostumbrados al color pardo en la tierra y las manchas ya grises de los molinos silenciosos, lo que estábamos viendo era un tesoro. Una rareza y un ensueño. Hubiera podido poder recordártelo. Pero tus ojos se iban cerrando mientras sonreías y te alejabas. Y entonces que quedé otra vez solo.

ASUNTO DUBLINESES - 1

PEDAZOS DE UN DIARIO


Mi nombre es Aurora Pérez. Ahora tengo sesenta y dos años y la última vez que pude abrazar a mi única hija, Paloma, fue hace diez. La mañana que me la encontré muerta. Tirada en el suelo de su habitación con una jeringuilla colgándole del brazo y la boca desencajada. Aparté la cuchara, el limón pegado a su pie y la atraje hacia mi pecho. El olor a muerte me pareció un extraño alivio; el más doloroso que he sentido en las entrañas. La mantuve pegada a mí como si estuviéramos en el más grande de los océanos. Besé cientos de veces su frente fría, sus manos esqueléticas, su cara tan lejos ya del sufrimiento. Más tarde, dos guardias y una enfermera trataron de convencerme. Me ofrecieron un vaso de agua pero tuvieron que sujetarme. Mis gritos llegaron hasta el patio de luces, lo sé. Nadie podría separarme. Desde entonces, cada mañana, cuando el despertador suena a las siete en punto, miro la foto de Paloma que tengo sobre la mesita. En ella, es una preciosa niña de once años. Lleva un disfraz de hada Con gasas tornasol que cubren sus rodillas y unas pequeñas alitas que le hice con papel aluminio y cintas de muchos colores. Y cada mañana, mi primer pensamiento es una pregunta. Si será hoy el día en que por fin me toque morir.

domingo, enero 15, 2006

Mike, Jennifer, Meter, Paul Rayment

Mike, Jennifer, Meter, Paul Rayment
No me extraña que Peter Pan no entienda a Jennifer ni a los tres del tripartito. ¿Qué es esto de tener el síndrome del paraíso? Y el caso es que no olvidamos que se nos prometió que seríamos como ángeles! El paraíso en la tierra, no, no es posible. Vuelven y vuelven las maldiciones, demasiado perfecto, algo tiene que ir mal.
Pobre Mike, mujer rápida, siempre en el ojo del huracán, le han pasado por encima tantos trenes….

El decálogo de la novela policíaca, según Raymond Chandler

1. La situación inicial y el desenlace deben tener unas motivaciones verosímiles.
2. No deben cometerse errores técnicos respecto a los métodos del crimen y de la investigación.
3. Los personajes, el ambiente y la atmósfera deben ser realistas. Hay que referirse a personas reales en un mundo real.
4. Además del elemento de misterio, la intriga debe tener un cierto peso en tanto que argumento.
5. La sencillez fundamental de la estructura debe ser suficiente como para admitir una fácil explicación cuando el momento lo exija.
6. La solución del misterio no debe escapar a un lector razonablemente inteligente.
7. Cuando se revela la solución, esta debe parecer inevitable.
8. La novela policíaca no debe intentar hacerlo todo a la vez. Si se trata de la historia de un enigma que funciona a un nivel mental elevado, no podemos convertirla también en una aventura violenta o apasionada.
9. Es preciso que de una manera u otra, y no necesariamente a través de los tribunales de justicia, el criminal reciba su castigo.
10. Es necesaria una cierta honestidad con el lector. El lector acepta que lo engañen, pero no con una tontería.
Raymond Chandler, Apuntes sobre la novela policíaca( 1949).
El lunes próximo: Tren nocturno, de Martin Amis.

sábado, enero 14, 2006

El tripartito


¿El tripartito vuestro es una variedad de trebol que crece en el País de los Mayores o es un tipo de seta comestible? me ha espetado Peter Pan nada más verme hoy. Arrugo el ceño y separo las manos hacia los lados en paralelo y hacia arriba pensando que me está bien empleada la preguntita por hacer llegar papel impreso al País de Nunca Jamás. No puedo evitar un mirada de ternura-humano-superior y emito un suspiro. Cuando voy yo a responder él, Peter Pan, se adelanta y me dice ¿ah ! no es ni lo uno ni lo otro?. Rodeada de un halo descaradamente luminoso-comprensivo de color azul respondo "No hombre no. Verás ..." No paso de ahí, puesto que él, de nuevo, y mirándome fijamente a los ojos me dice: "Pero que raros sois los del otro lado" y me pone carita tierna-inocente. Verás Peter, intento continuar pero no puedo evitar empezar a sentir en mi interior algo que me dice que explicar el concepto "tripartito en el gobierno de mi nación" a un habitante del País de Nunca Jamás no tiene mucho sentido. En realidad ¿qué sentido tiene el tripartito?. Peter Pan es listo y se ha dado cuenta inmediatamente que me he quedado "un peu touché".

Entonces él me pregunta, sin inmutarse mucho y sin variar apenas el gesto, ¿ a qué hora pasa tu tren?. Peter si yo no he venido en tren, no te enteras he venido a hablar contigo de "Tren nocturno", del libro. Ya, ya, por eso te pregunto por el tuyo, por tu tren. Sabes, continúa, ante mi asombro, en el País de los Mayores todos teneís un tren, un tren nocturno. Pasa todas las noches muy cerca de vosotros, unas veces lo escuchaís otras no, pero siempre, siempre pasa. Es vuestro tren. Dale oidos por las noches y verás como llega. Existe y tienes que vivir con él. No tienes que tenerle miedo, pero no debes ignorarle. Mike lo sabe, te habrás dado cuenta. Peter Pan se ha puesto niño-serio-triste al pronunciar estas palabras y sin apartar de mis ojos, que están muy abiertos, los suyos, añade "además te digo una cosa nadie puede mirar fijamente al sol o a la muerte sin quedarse ciego", nunca no lo olvides. Jennifer lo olvidó.

Me mira y sonrie de nuevo de esa manera inocente que sólo se encuentra en la sonrisa de los niños. Pienso si no estaremos quedándonos ciegos unos cuantos de este lado de la realidad y me descubro cavilando que esto del tripartito es una solemne tonteria cuyo drama es dar la taya del mundo o del momento en que nos ha tocado vivir. Reflexiono la posibilidad, mientras Peter Pan se aleja a jugar su partido de futbol sobre la superficie del Lago Rojo (allí he visto que los niños, si quieren, pueden andar sin problemas por encima del agua y jugar sobre ella) de hacer llegar el libro a más de tres que se me ocurren. ¿Serviría de algo?.. y que quede claro que yo veía a hablar de Tren Nocturno con Peter Pan, pero bueno hablaremos quizá en otra ocasión, o ¿quizá ya lo hemos hablado?.


P.D.: Antes de marchar Peter Pan me dice que le haga llegar deseos, muchos, de recuperación a Efimera para su Abuela-Costello. Me dice que le mantenga "al tanto".

martes, enero 10, 2006

Como decíamos el año pasado

“…Cada uno tiene las características que la obra asigna a los reyes (una nobleza real), aunque Lear es claramente deficiente a este respecto, y cada uno se presenta en contra de los personajes que representan caracteríticas tan opuestas como la falta de nobleza. En la primera trama, Lear sirve como un rey hasta su muerte, mientras que Edgar, cuyas acciones han asegurado la restauración del rey adecuado, ocupa su lugar cuando la segunda trama se une con la primera. De este modo, la función de esta estructura de doble trama se hace evidente: como la obra trata sobre la sucesión de un rey por otro, el rey que tiene defectos debe morir, mientras que otro personaje que no tiene defectos o a lo largo del desarrollo de la obra supera los defectos que comparte con el rey- ambos engañados por los personajes traidores- se convierte en nuevo rey. Las oposiciones binarias que elaboran el sistema de significado de la obra actúan para diferenciar al rey adecuado del rey indebido mediante la distribución de los atributos que serán los signos de realeza.

Empezaremos describiendo las estructuras de las dos tramas. La trama de Lear comienza identificando a Lear con el poder, en concreto con el poder de establecer diferencias entre sus hijas en el momento de dividir su reinado entre ellas. El diálogo inicial, sin embargo, se caracteriza por la incapacidad de diferenciar. Gloucester y Kent no pueden adivinar de qué manera el rey diferenciará entre los dos posibles sucesores, Cornwall y Albany. De forma similar, Gloucester dice que sus sentimientos le impiden establecer diferencias entre Edmund, su hijo ilegítimo, y Edgar, su hijo legítimo. Como padres, Gloucester y Lear tienen una función equivalente, y el rechazo de Gloucester a respetar la supremacía del orden de la ley sobre el sentimiento se transmite por medio de esta equivalencia con Lear. De hecho, en la escena de las dotes que sigue, Lear permite que el sentimiento trastorne el orden de las costumbres que regulaban los matrimonios al rehusar darle su dote a Cordelia. Sin embargo, la equivalencia estructural entre Gloucester y Lear también establece una relación de oposición entre ambos a través del contraste entre el afecto de Gloucester por sus dos hijos sin tener en cuenta su situación legal y la "unnatural" falta de afecto filial de Lear al tratar de forma distinta a Cordelia...".

lunes, enero 09, 2006


¡¡¡¡ Todo esto que NO se ve es lo que nos falta por contar !!!!
¡¡ Féliz Año Nuevo !!
¡¡¡ Pero por Dios Bendito !!!, exclama mi buen amigo Peter Pan, que no acaba de entender esto de comer y comer y comer "en fecha". Yo le cuento que nos pasa a todos los de este lado de la realidad. El mira, asiente pero sigue sin entenderlo mucho. De cualquier forma te envía muchos golpes en la nariz, cariñosos por descontado y espera que te recuperes lo antes posible.

Desde este lado espero y deseo, aunque sea tarde, que estés como el año pasado a estas alturas del año nuevo, es decir bien.

Salu2.

domingo, enero 08, 2006

Acerca del oficio de escritor.


Existo, más nadie sabe qué soy y a nadie le importa.
Jhon Clare.
Bueno pues acabé este “El y su hombre” y…

¿Qué nos cuenta?. A primera vista este “relato-leído” nos cuenta los relatos que un hombre “su hombre” escribe a cerca de cosas aparentemente inconexas. Patos que llevan a otros patos a la muerte. Una máquina de “cumplir sentencias de
muerte” y otros
sobre la peste de Londres en el siglo XVII.

¿A quién se las cuenta?. Aparentemente no al lector. Las historias las recibe un hombre al que vamos conociendo a través del relato-leído y que nos encontramos por vez primera, nosotros los lectores, sentado en su habitación en los muelles de Bristol, leyendo. Sabemos de él que es un hombre mayor con la piel ennegrecida y que con él está una sombrilla de hojas de palmera. A este hombre, del que vamos sabiendo cosas a medida que el relato-leído avanza, es a quien escribe este hombre “su hombre” del cual nunca sabremos su nombre, si bien acabamos sabiendo que ha sido él quien ha enseñado a escribir a “su hombre”.

Narrador: el narrador le cuenta al lector lo que el hombre de la habitación siente y piensa, cuando recibe estos extraños relatos. Además de contarnos la vida o parte de la vida del hombre que recibe las cartas. Será a través del hombre que recibe las cartas y de sus pensamientos como nos vayamos formando idea de quien es o cómo es el hombre que las escribe, “su hombre”, si bien estas imágenes que de él, de “su hombre” que tenemos provienen de la imaginación del hombre de Bristol.

Con lo cual este relato-leído es sencillo. Así sin más. Pero si ya hemos leído alguna otra novela del autor no nos quedaremos ahí.

Efímera, amiga de Peter Pan, le comentó una tarde tomando el chocolate de fresa de las 5.05: ¿Peter tú no crees que Robin y Paul tienen cosas en común?. Según me comenta Peter la pregunta facilitó dos chocolates más y un almuerzo, al cabo de los cuales la respuesta fue: si, tienen bastante que ver. Peter anda escaso de palabras en estos días y es lo más que me ha dicho.

Busquemos:

Lo primero que les une es la edad: son dos personas mayores y si bien les separan unos cuantos años, uno vive en el siglo XVII y el otro en el XXI, sus emociones o sentimientos son en muchos aspectos comunes. Vamos, les une una determinada etapa de la vida: la vejez. Unida a esta situación nos encontramos con otra: la soledad. Son dos personajes solitarios. Son dos seres con matrimonios “poco felices”, por decirlo de una forma suave. Son dos personas que nos cuentan episodios muy traumáticos para sus vidas: nos cuentan desgracias (un naufragio y un atropello), que tienen para ambos consecuencias importantes: los colocan en complicadas situaciones de subsistencia. Son, en cierto modo, dos “supervivientes de diferentes naufragios”. Ninguno de ellos se comporta como se supone “debieran de hacerlo”. Lo más normal es que Robin, del que sabemos tiene dinero y una cierta fama, viviera rodeado de gente y mucho “ruido” en torno suyo, quizá en una gran casa con comodidades, criados, etc, en fin vida de burgués y no es así. Después de su naufragio Robin vive sólo en la habitación de un hotel desde la que se divisa el mar, con su sombrilla, su loro muerto y otro vivo y unas pocas pertenencias. El resto lo ha dejado, lo dejó en manos de su hijo. Paul puede perfectamente colocarse una buena prótesis, recuperar su movilidad y hacer lo que a ojos de todos sería “una vida normal”. No obstante nos lo encontramos mutilado, cojo y encerrado en lo que ha decidido será su forma vida después de “su naufragio”.

Más, los dos “a penas se ríen”. Me ha sorprendido en los tres libros que del autor he leído, lo poco que la “risa” aparece en ellos. La risa, la sonrisa, en los libros que he leido, encuentra poco espacio. En líneas generales son personajes sobrios.

Los dos personajes, en un momento de su vida tienen miedo. Miedo a la vejez, miedo a la soledad. Tienen miedo no a morir, sino a desaparecer y es por ello que abrirán en sus duras existencias un pequeño resquicio a través de la cual reciben cariño, o algo parecido a cariño. Lo que para Robin en principio eran “caníbales” (bandas de primeros plagiadores e imitadores), terminan por llegarle al corazón “... después de reflexionar sobre ello, parece que empieza a filtrarse en su pecho un toque de complicidad con sus imitadores… Y si a los jóvenes se les prohíbe que se alimenten de sus mayores, se los está condenando a guardar silencio para siempre”. Paul apadrina al final de la historia, de una manera un tanto paradójica, al hijo de su cuidadora, después de su fallida historia de amor con su madre, la mujer que cuida de él, de Paul Rayment cojo. Uno al permitir que los jóvenes le “plagien” y el otro al “ser padrino” buscan en cierto manera seguir vivos después de muertos.

Y seguro que si continuásemos encontraríamos más…

Más cosas.

Técnicamente, el personaje de “su hombre” del relato-leído y el personaje de Elizabeth Costello de “Hombre lento” tienen mucho en común, en lo que se refiere a su construcción y a su función en el relato. Son dos personajes que “relatan dentro del relato”. Un narrador con dos voces. Dos voces ¿complementarias? ¿contrapuestas?. El narrador tiene dos voces para contar, dos caminos para hacer llegar al lector información.

En el caso de “su hombre” del relato-leído “El y su hombre” orienta leer la introducción al discurso. El autor del relato-leído nos cuenta su sorpresa cuando se enteró en una enciclopedia infantil de la existencia de “Daniel Dafoe”: “lo que la enciclopedia no dejaba claro era exactamente cómo encajaba aquel hombre en la historia. Se refería a él como autor de Robinson Crusoe, pero aquello no tenía sentido, ya que en el primera página de Robinson Crusoe se decía que era el mismo Robinson Crusoe el que contaba la historia. ¿Quién era Daniel Dafoe?” (Introducción al discurso). Bueno ya tenemos una pista. “Su hombre” nos cuenta historias que él (Robin, no su hombre) nunca nos hubiera contado. Al final del relato-leído nos habla de él, de “su hombre” de las veladas que con él comparte, de sus ausencias, de la envidia que Robin, anciano y con dificultad para escribir, siente de “su hombre” ante la fluidez de los relatos que recibe. Ansia conocerle. Ardid espléndido en resumidas cuentas esta forma de narrar, que en el caso del relato-leído coloca en nuestras manos una moneda, que con sus dos caras, nos habla de los hombres, de su vida, de la soledad, de la religión, de la sociedad, de la peste de Londres, de patos y máquinas, del oficio de escritor y de muchas más cosas, dos caras insisto, de la misma moneda, condenadas a estar siempre juntas y eternamente separadas.

En el caso de “Hombre lento” las dos voces del narrador si se cruzan. Es más llegan a vivir bajo el mismo techo. Ocurre que a mi favor jugaba que yo ya conocía a esta buena señora Costello, magnífica e impertinente dama, de edad avanzada, culta y ¡vaya! escritora de profesión. De opiniones no muy convencionales, pero bastante férreas, irrumpe de pronto en la truncada vida de Paul Rayment, que no acaba de comprender de donde sale, si bien ella, que con perdón no se corta un pelo. a las dos páginas de aparecer ya le deja claro al recalcitrante señor Rayment que “Usted me ocurrió a mí” y al lector lo que nos deja claro es que ella entra y sale del universo literario según le viene en gana. Su aparición en “Hombre lento” nos sirve, a nosotros los lectores, para tener más información, en una historia que transcurre en un terrible y preciso “presente” que hace que las cosas pasen delante de nuestros ojos casi en tiempo “real”. Ella hace hablar de él al personaje de “Paul Rayment”. Le hace hablar de su pasado, lo que nos ayuda a entender su presente. Le hace enfrentarse con su futuro, con lo cual le volvemos a oír hablar de aquello que siente. A un narrador muy frío y visual y con poco sentimiento, el que acompaña a Paul Rayment, le corta, literalmente hablando, otro personaje narrador que tiene pegado más cotidiano, más cercano, el narrador que acompaña a Elizabeth Costello. De la impertinencia de ella y la cerrazón de él, de sus diálogos a cerca de la juventud, la belleza, la soledad, el amor, la muerte, la familia, las nacionalidades, la sociedad, en fin … la vida salen chispas que iluminan de forma tremenda este relato. En resumen, la técnica del autor es idéntica, si bien en la novela está construida de manera diferente.

“El y su hombre” y “Hombre lento” La historia de dos náufragos perdidos en un inmenso océano de seres humanos. Dos preciosas historias y una lección de cómo esto del oficio de escribir.


La verdad es que entiendo el porque de los chocolates de fresa y el almuerzo de Peter y Efímera… da para esto y más. Y anuncio, que con esto de las Entrañables Fiestas me he puesto estupenda, que sigo enredada con el Rey Lear… ya contaré.

Bienvenida, Isalle61

Damos la bienvenida a Isalle61: sus lecturas e impresiones serán las palabras que dibujarán el misterio numérico.

Recomendamos: Jakob Von Guten, de Robert Walser.

viernes, enero 06, 2006

Quizá sea solamente ÉL.

"...En el año de la peste, escribe su hombre, otros, presos del terror, lo abandornaron todo, sus casas, a sus mujeres e hijos, y huyeron tan lejos de Londres como les fue posible. Cuando la peste pasó, su huida fue condenada unánimemente como cobardía. Pero olvidamos, escribe su hombre, la clase de valentía que hace falta para afrontar la peste. No es el simple valor de un soldado cuando coge el arma y dispara contra el enemigo: es como disparar a la Muerte misma a lomos de su caballo blanco.

Ni siquiera en su mejor momento, su loro de la isla, su favorito de los dos, dijo ninguna palabra que no le hubiera enseñado su amo. ¿Cómo es posible que su hombre, que es una especie de loro y a quien no tiene en demasiada estima, escriba tan bien como su amo o mejor?. Porque lo cierto es que su hombre es hábil con la pluma. "Como disparar a la Muerte misma a lomos de su caballo lanco." Su propio talento, adquirido en la contaduria, consiste en hacer cálculos y cuentas, en no elaborar frases. "La Muerte misma a lomos de su caballo blanco": a él no se le habrían ocurrido esas palabras. Solamente aparecen cuando deja paso a su hombre.

Y los patos señuelo o duckoys: ¿qué sabía él, Robinson, de aquellos patos? Nada en absoluto, hasta que su hombre empezó a enviarle informes.

Los reclamos de los pantanos de Linconlnshire, la gran máquina de ejecuciones de Halifax: informes de una gran gira que su hombre parece estar llevando por la isla de Gran Bretaña y que es la representación de un viaje que él realizó por su isla en el esquife que se había
construido, el viaje que reveló que había una parte remota de la isla, escarpada, oscura e inhóspita, que desde entonces evitó siempre, aunque si en el futuro llegaban colonos a la isla tal vez la explorarían y se asentarían en ella. Aquello también era una figura, del lado oscuro del alma y del luminoso.

Cuando las primeras bandadas de plagiadores e imitadores se cernieron sobre su historia de la isla y le endilgaron al público sus propios relatos falsos sobre la vida de un naúfrago, a él no le parecieron distintos en absoluto a una horda de caníbales descendiendo sobre su carne, es decir, sobre su vida. No tuvo escrúpulos a la hora de decirlo. "Cuando me estaba defendiendo de los caníbales, que intentaban abatirme, asarme y devorarme -escribió-, pensaba que me estaba defendiendo de la cosa en sí. Poco imaginaba que dichos caníbales no eran más que representaciones de una voracidad mucho más diabólica, que roería la sustancia misma de la verdad."

Pero ahora, después de refllexionar más sobre ello, parece que empieza a invadirlo un sentimiento de complicidad con sus imitadores. Se le antoja que en el mundo solamente hay un puñado de historias. Y si a los jóvenes se les prohíbe que se alimenten de sus mayores, se los está condenando a guardar silencio para siempre.

Así pues, en el relato de sus aventuras en la isla cuenta que una noche se despertó aterrado, convencido de que tenía encima de él al demonio bajo la forma de un perro enorme. Se puso de pie de un salto, cogió un alfanje y lo blandió a derecha e izquierda para defenderse, mientras el probre loro que dormía junto a la cama chillaba alarmado. Tardó muchos días en comprender que no se le había subido encima ningún diablo ni ningún perro, sino que había sufrido alguna clase de parálisis pasajera, y al no poder mover la pierna había llegado a la conclusión de que había alguna critura acostada sobre ella. Da la impresión de que la lección de aquella aventura es que todas las aflicciones, incluida la parálisis, proceden del diablo y son el mismo diablo; que una enfermedad repentina puede ser representada por una visita del diablo, o por un perro que represente al diablo, y viceversa, que una enfermedad puede simbolizar la visita del demonio, como en la historia del talabartero y la peste. Por tanto nadie que escriba historias sobre una cosa u otra, sobre el diablo o sobre la peste, debería por ello ser considerado un mero falsificador o un ladrón.

Cuando años después decidió poner en papel el relato de su isla, descubrió que no le salían las palabras. La pluma no fluía, sus dedos estaban rigidos y no le respondían. Sin embargo, día a dia, paso a paso, acabó por dominar la técnica de la escritura, hasta que durante la época de sus aventuras con Viernes en las heladas tierras del norte las páginas se llenaban con facilidad, casi sin pensarlo.

Pero aquella vieja facilidad de redacción, ay, lo había abandonado. Ahora, en cuanto se sienta ante el pequeño escritorio frente a la ventana que domina los muellos de Bristol, nota aún más la torpeza en su mano, y la pluma un instrumento más ajeno que nunca.

¿Acaso al otro, a su hombre, le resulta más fácil escribir? Los relatos que narra acerca de patos, máquinas letales y Londres bajo la peste fluyen con bastante soltura, pero antaño a él le pasaba lo mismo. Tal vez lo está juzgando mal, a ese hombrecillo atildado de paso rápido y con un lunar en la barbilla. Tal vez en este mismo momento esté sentado a solas en un cuarto de alquiler en alguna parte del ancho reino, mojando la pluma en tinta y volviéndola a mojar, lleno de dudas, vacilaciones y reconsideraciones.

¿Cómo hay que entenderlos a su hombre y a él? ¿Cómo amo y esclavo¿ ?Cómo hermanos, como gemelos? ¿O cómo rivales y enemigos? ¿Qué nombre le dará a ese compañero sin nombre con quien comparte las veladas y a veces también las noches, que solamente se ausenta de día, cuando él, Robin, camina por los muelles observando las nuevas llegadas y su hombre galopa por el reino llevando a cabo sus inspecciones?.

¿Acaso ese hombre irá alguna vez a Bristol en el curso de sus viajes? Él ansía conocer al hombre en carne y hueso, estrecharle la mano, dar un paseo con él por los muelles y escuchar de su boca la historia de su visita a la parte norte de la isla o de sus aventuras como escritor. Pero teme que no habrá ninguna reunión, no en este mundo. Si tuviera que hacer una comparación entre ellos dos, su hombre y él, escribiría que son como dos barcos que navegan en direcciones contrarias, uno hacia el oeste y el otro hacia el este. O, mejor dicho, que son marineros ocupados en las jarcías, el uno a bordo de un barco rumbo al oeste y el otro en un barco que va al este. Sus naves se cruzan muy cerca la una de la otra, tanto que ellos podrían conversar con facilidad, pero el mar está encrespado, hay tormenta: con los ojos salpicados por la espuma y con las manos descarnadas por las sogas, pasan el uno junto al otro, demasiado ocupados incluso para saludarse con la mano".


La vejez, como en "Hombre Lento" aparece de nuevo. Al final a Peter Pan le parece que Robinson no tiene fuerzas para seguir y que esta pareja de "Él y su hombre", esos marineros que se cruzan en medio de la vida que es la mar y no se saludan vienen a ser un poco personajes predecesores de Paul Rayment y Elizabeth Costello, si bien el autor permitió a estos dos últimos cruzarse y conocerse en el mundo de los seres que habitan el universo de "Hombre Lento"... a fin de cuentas en el mundo exterior al País de Nunca Jamás "Él y su hombre" se escuchose- leyó -en el 2003. Elizabeth Costello vió la luz el mismo año y dos años más tarde, año 2005, cajas y cajas de "Hombre lento" llegaron a las librerías.

Quizá también y sea solamente eso o nada más y nada menos que eso sea única y exclusivamente "Él y su hombre", es decir Él.


martes, enero 03, 2006

El Mago de Viena

"EL MONO MIMÉTICO...La enseñanza indispensable, siempre y cuando ese escritor aún en rama supiera saltar del tren en el momento preciso, desligarse de los lazos que lo ataban al estilo elegido como punto de partida e intuir el momento preciso de hacer suyo todo lo que requiere la escritura. Para entonces tendrá que saber que el lenguaje es el factor decisivo, que de su manejo dependerá su destino. A fin de cuentas será el estilo, esa emanación del idioma y del instinto, quien creará y modulará la trama…”

La escritora se acaricia los labios y musita: “en eso estamos”.

El Mono Mimético

El desasosiego del Año Nuevo desaparece como la helada al mediodía y la escritora se recupera con una sonrisa giocondina al leer el comienzo de El Mago de Viena, del maestro Pitol:

“EL MONO MIMÉTICO. La lectura de Alfonso Reyes me descubrió, en el momento adecuado un ejercicio recomendado por uno de sus ídolos literarios, Robert Louis Stevenson, en su Carta a un joven que desea ser artista, consistente en un ejercicio de imitación. Él mismo lo había practicado con éxito, durante su periodo de aprendizaje. El autor escocés comparaba su método con las aptitudes imitativas de los monos. El futuro escritor debía transformarse en un simio con alta capacidad de imitación, debía leer a sus autores preferidos con atención más cercana a la tenacidad que al deleite, más afín a la actividad del detective que al placer del esteta; tenía que conocer por qué medios lograr ciertos resultados, detectar la eficacia de algunos procedimientos formales, estudiar el manejo del tiempo narrativo, del tono, la graduación en los detalles para luego aplicar esos recursos a su propia escritura; una novela, digamos, con trama semejante a la del autor elegido, con personajes y situaciones parecidos, donde la única libertad permitida sería el empleo de un lenguaje propio: el suyo, el de su familia y amigos, tal vez el de su región; “ la gran escuela del ejercicio y la imitación”, añadía Reyes, “ de que habla el originalísimo Lope de Vega en La Dorotea:

- ¿Cómo compones?- Leyendo,
y lo que leo imitando,
y lo que imito escribiendo,
y lo que escribo borrando,
de lo borrado escogiendo”.

domingo, enero 01, 2006

Menoscabada

Menoscabada por una gastroenteritis auto inflingida por la gula, la escritora reposa en la chaise longue de su abuela y lee: El Mago de Viena, de Sergio Pitol. Empieza un nuevo año y la escritora se pregunta quién es y quién va a ser, pero sin mucho empeño debido a los peristaltismos de diferente índole que sacuden su frágil cuerpo. Pitol, como siempre, la guía:

“Uno, me aventuro a decir, es los libros que ha leído, la pintura que ha conocido, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas.”

Amigas, escritoras, contertulias: Feliz 2006

Damos la bienvenida a Barenguela

Una poeta y editora ha entrado en nuestro Mono, de color. No podíamos empezar mejor el 2006.
Pax tibi Berenguela