domingo, enero 08, 2006

Acerca del oficio de escritor.


Existo, más nadie sabe qué soy y a nadie le importa.
Jhon Clare.
Bueno pues acabé este “El y su hombre” y…

¿Qué nos cuenta?. A primera vista este “relato-leído” nos cuenta los relatos que un hombre “su hombre” escribe a cerca de cosas aparentemente inconexas. Patos que llevan a otros patos a la muerte. Una máquina de “cumplir sentencias de
muerte” y otros
sobre la peste de Londres en el siglo XVII.

¿A quién se las cuenta?. Aparentemente no al lector. Las historias las recibe un hombre al que vamos conociendo a través del relato-leído y que nos encontramos por vez primera, nosotros los lectores, sentado en su habitación en los muelles de Bristol, leyendo. Sabemos de él que es un hombre mayor con la piel ennegrecida y que con él está una sombrilla de hojas de palmera. A este hombre, del que vamos sabiendo cosas a medida que el relato-leído avanza, es a quien escribe este hombre “su hombre” del cual nunca sabremos su nombre, si bien acabamos sabiendo que ha sido él quien ha enseñado a escribir a “su hombre”.

Narrador: el narrador le cuenta al lector lo que el hombre de la habitación siente y piensa, cuando recibe estos extraños relatos. Además de contarnos la vida o parte de la vida del hombre que recibe las cartas. Será a través del hombre que recibe las cartas y de sus pensamientos como nos vayamos formando idea de quien es o cómo es el hombre que las escribe, “su hombre”, si bien estas imágenes que de él, de “su hombre” que tenemos provienen de la imaginación del hombre de Bristol.

Con lo cual este relato-leído es sencillo. Así sin más. Pero si ya hemos leído alguna otra novela del autor no nos quedaremos ahí.

Efímera, amiga de Peter Pan, le comentó una tarde tomando el chocolate de fresa de las 5.05: ¿Peter tú no crees que Robin y Paul tienen cosas en común?. Según me comenta Peter la pregunta facilitó dos chocolates más y un almuerzo, al cabo de los cuales la respuesta fue: si, tienen bastante que ver. Peter anda escaso de palabras en estos días y es lo más que me ha dicho.

Busquemos:

Lo primero que les une es la edad: son dos personas mayores y si bien les separan unos cuantos años, uno vive en el siglo XVII y el otro en el XXI, sus emociones o sentimientos son en muchos aspectos comunes. Vamos, les une una determinada etapa de la vida: la vejez. Unida a esta situación nos encontramos con otra: la soledad. Son dos personajes solitarios. Son dos seres con matrimonios “poco felices”, por decirlo de una forma suave. Son dos personas que nos cuentan episodios muy traumáticos para sus vidas: nos cuentan desgracias (un naufragio y un atropello), que tienen para ambos consecuencias importantes: los colocan en complicadas situaciones de subsistencia. Son, en cierto modo, dos “supervivientes de diferentes naufragios”. Ninguno de ellos se comporta como se supone “debieran de hacerlo”. Lo más normal es que Robin, del que sabemos tiene dinero y una cierta fama, viviera rodeado de gente y mucho “ruido” en torno suyo, quizá en una gran casa con comodidades, criados, etc, en fin vida de burgués y no es así. Después de su naufragio Robin vive sólo en la habitación de un hotel desde la que se divisa el mar, con su sombrilla, su loro muerto y otro vivo y unas pocas pertenencias. El resto lo ha dejado, lo dejó en manos de su hijo. Paul puede perfectamente colocarse una buena prótesis, recuperar su movilidad y hacer lo que a ojos de todos sería “una vida normal”. No obstante nos lo encontramos mutilado, cojo y encerrado en lo que ha decidido será su forma vida después de “su naufragio”.

Más, los dos “a penas se ríen”. Me ha sorprendido en los tres libros que del autor he leído, lo poco que la “risa” aparece en ellos. La risa, la sonrisa, en los libros que he leido, encuentra poco espacio. En líneas generales son personajes sobrios.

Los dos personajes, en un momento de su vida tienen miedo. Miedo a la vejez, miedo a la soledad. Tienen miedo no a morir, sino a desaparecer y es por ello que abrirán en sus duras existencias un pequeño resquicio a través de la cual reciben cariño, o algo parecido a cariño. Lo que para Robin en principio eran “caníbales” (bandas de primeros plagiadores e imitadores), terminan por llegarle al corazón “... después de reflexionar sobre ello, parece que empieza a filtrarse en su pecho un toque de complicidad con sus imitadores… Y si a los jóvenes se les prohíbe que se alimenten de sus mayores, se los está condenando a guardar silencio para siempre”. Paul apadrina al final de la historia, de una manera un tanto paradójica, al hijo de su cuidadora, después de su fallida historia de amor con su madre, la mujer que cuida de él, de Paul Rayment cojo. Uno al permitir que los jóvenes le “plagien” y el otro al “ser padrino” buscan en cierto manera seguir vivos después de muertos.

Y seguro que si continuásemos encontraríamos más…

Más cosas.

Técnicamente, el personaje de “su hombre” del relato-leído y el personaje de Elizabeth Costello de “Hombre lento” tienen mucho en común, en lo que se refiere a su construcción y a su función en el relato. Son dos personajes que “relatan dentro del relato”. Un narrador con dos voces. Dos voces ¿complementarias? ¿contrapuestas?. El narrador tiene dos voces para contar, dos caminos para hacer llegar al lector información.

En el caso de “su hombre” del relato-leído “El y su hombre” orienta leer la introducción al discurso. El autor del relato-leído nos cuenta su sorpresa cuando se enteró en una enciclopedia infantil de la existencia de “Daniel Dafoe”: “lo que la enciclopedia no dejaba claro era exactamente cómo encajaba aquel hombre en la historia. Se refería a él como autor de Robinson Crusoe, pero aquello no tenía sentido, ya que en el primera página de Robinson Crusoe se decía que era el mismo Robinson Crusoe el que contaba la historia. ¿Quién era Daniel Dafoe?” (Introducción al discurso). Bueno ya tenemos una pista. “Su hombre” nos cuenta historias que él (Robin, no su hombre) nunca nos hubiera contado. Al final del relato-leído nos habla de él, de “su hombre” de las veladas que con él comparte, de sus ausencias, de la envidia que Robin, anciano y con dificultad para escribir, siente de “su hombre” ante la fluidez de los relatos que recibe. Ansia conocerle. Ardid espléndido en resumidas cuentas esta forma de narrar, que en el caso del relato-leído coloca en nuestras manos una moneda, que con sus dos caras, nos habla de los hombres, de su vida, de la soledad, de la religión, de la sociedad, de la peste de Londres, de patos y máquinas, del oficio de escritor y de muchas más cosas, dos caras insisto, de la misma moneda, condenadas a estar siempre juntas y eternamente separadas.

En el caso de “Hombre lento” las dos voces del narrador si se cruzan. Es más llegan a vivir bajo el mismo techo. Ocurre que a mi favor jugaba que yo ya conocía a esta buena señora Costello, magnífica e impertinente dama, de edad avanzada, culta y ¡vaya! escritora de profesión. De opiniones no muy convencionales, pero bastante férreas, irrumpe de pronto en la truncada vida de Paul Rayment, que no acaba de comprender de donde sale, si bien ella, que con perdón no se corta un pelo. a las dos páginas de aparecer ya le deja claro al recalcitrante señor Rayment que “Usted me ocurrió a mí” y al lector lo que nos deja claro es que ella entra y sale del universo literario según le viene en gana. Su aparición en “Hombre lento” nos sirve, a nosotros los lectores, para tener más información, en una historia que transcurre en un terrible y preciso “presente” que hace que las cosas pasen delante de nuestros ojos casi en tiempo “real”. Ella hace hablar de él al personaje de “Paul Rayment”. Le hace hablar de su pasado, lo que nos ayuda a entender su presente. Le hace enfrentarse con su futuro, con lo cual le volvemos a oír hablar de aquello que siente. A un narrador muy frío y visual y con poco sentimiento, el que acompaña a Paul Rayment, le corta, literalmente hablando, otro personaje narrador que tiene pegado más cotidiano, más cercano, el narrador que acompaña a Elizabeth Costello. De la impertinencia de ella y la cerrazón de él, de sus diálogos a cerca de la juventud, la belleza, la soledad, el amor, la muerte, la familia, las nacionalidades, la sociedad, en fin … la vida salen chispas que iluminan de forma tremenda este relato. En resumen, la técnica del autor es idéntica, si bien en la novela está construida de manera diferente.

“El y su hombre” y “Hombre lento” La historia de dos náufragos perdidos en un inmenso océano de seres humanos. Dos preciosas historias y una lección de cómo esto del oficio de escribir.


La verdad es que entiendo el porque de los chocolates de fresa y el almuerzo de Peter y Efímera… da para esto y más. Y anuncio, que con esto de las Entrañables Fiestas me he puesto estupenda, que sigo enredada con el Rey Lear… ya contaré.

1 Comments:

Blogger Efímera said...

Por favor, leer el comentario a la próxima entrada: (sin título)¡por dios bendito!Gracias.

8:21 p. m.  

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