ASUNTO DUBLINESES -2
TRES FOTOGRAFIAS DE EUROPA
LA PRIMERA:
El nombre del pueblo sería imposible de recordar. Aunque yo traté de fijarme bien. Si cada callejuela in clinada. Si cada piedra de sus angostos caminos pudiera hablarnos, clamaría la injusticia. Pero debía pasarle a todo el que lo visitara. La preciosa ribera del Rhin, tan próxima, tan parecida a una bella sirena, lo anulaba. Entonces pude entenderte. Me entregué al sinuoso oleaje de sus aguas verdosas y sus montañas adornadas de castillos enormes. Estaban allí donde uno mirara. Traté de reconocer el que te había gustado tanto veinte años atrás. Creo que pude verlo mientras el barco de paseo nos mecía a todos, chocando con el aire tibio. El suave tacto castaño de tus trenzas y la dulzura de tus besos se pegaron a mi memoria otra vez y me pregunté, como tantas otras veces a lo largo de mi vida, donde estarías ahora. ¿Habrías regresado alguna vez aquí?. ¿Te habrías apoyado como yo en la barandilla, observando la estela de espuma ahogarse en el fondo?. ¿Habrías hecho lo que yo, encender un cigarrillo para engañar al llanto?. Un barco mercante, alargado y azul, pasó por nuestro lado. Todos los turistas nos agolpamos en la parte trasera para poderlo grabar. Para nuestros ojos, acostumbrados al color pardo en la tierra y las manchas ya grises de los molinos silenciosos, lo que estábamos viendo era un tesoro. Una rareza y un ensueño. Hubiera podido poder recordártelo. Pero tus ojos se iban cerrando mientras sonreías y te alejabas. Y entonces que quedé otra vez solo.
LA PRIMERA:
El nombre del pueblo sería imposible de recordar. Aunque yo traté de fijarme bien. Si cada callejuela in clinada. Si cada piedra de sus angostos caminos pudiera hablarnos, clamaría la injusticia. Pero debía pasarle a todo el que lo visitara. La preciosa ribera del Rhin, tan próxima, tan parecida a una bella sirena, lo anulaba. Entonces pude entenderte. Me entregué al sinuoso oleaje de sus aguas verdosas y sus montañas adornadas de castillos enormes. Estaban allí donde uno mirara. Traté de reconocer el que te había gustado tanto veinte años atrás. Creo que pude verlo mientras el barco de paseo nos mecía a todos, chocando con el aire tibio. El suave tacto castaño de tus trenzas y la dulzura de tus besos se pegaron a mi memoria otra vez y me pregunté, como tantas otras veces a lo largo de mi vida, donde estarías ahora. ¿Habrías regresado alguna vez aquí?. ¿Te habrías apoyado como yo en la barandilla, observando la estela de espuma ahogarse en el fondo?. ¿Habrías hecho lo que yo, encender un cigarrillo para engañar al llanto?. Un barco mercante, alargado y azul, pasó por nuestro lado. Todos los turistas nos agolpamos en la parte trasera para poderlo grabar. Para nuestros ojos, acostumbrados al color pardo en la tierra y las manchas ya grises de los molinos silenciosos, lo que estábamos viendo era un tesoro. Una rareza y un ensueño. Hubiera podido poder recordártelo. Pero tus ojos se iban cerrando mientras sonreías y te alejabas. Y entonces que quedé otra vez solo.
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