miércoles, diciembre 27, 2006

Bienvenidos

La bienvenida a Zutamodetal y Sabueso nos llena de tranquilidad, pues estábamos como la mujer de Fung-Yang, recordáis:

“Un letrado llamado Fung-Yang había salido para un viaje de estudio que debía durar seis meses. Al cabo de diez meses no se había recibido ninguna noticia suya y su mujer estaba preocupada…".

El letrado Fung-Yang, Pu Song Ling(1640-1715).

martes, diciembre 26, 2006

He conseguido llegar

11 a.m. Surjo de no sé dónde.
14 p.m. Aún siento la turbación propia del forastero y añoro los otrora verdes pastos -ahora más bien secos debido al cambio climático- del libro en el que nacieron mis antepasados hace ya siglos.
17 p.m. Ha sido realmente difícil encontrar alojamiento en estas fechas navideñas y bastante enojoso tener que dar tantos datos sobre mi persona. ¿Sabueso Hound?, preguntaban con recelo en la recepción de los ciberhoteles. ¿Es usted hembra o macho? Hembra, hembra, contestaba yo. Pues ¿cómo es que se llama Sabueso entonces? Tenía ganas de contestarles que la merluza también puede ser macho, pero la prudencia y el deseo de descansar me han hecho callar. Finalmente me han admitido, tras depositar una ingente cantidad de cibereuros porque no tengo tarjeta de crédito, y he salido a husmear las calles.
18 p.m. Todo es preciosamente navideño y los escaparates están llenos de los objetos más inútiles y extravagantes que hayan podido ver mis ojos novelescamente campesinos. Camisetas por encima del ombligo, pantalones por debajo del ombligo... ¿acaso esta gente no tiene frío? Y chaquetillas de cintura tan estrecha en la que no puede caber barriga alguna. Pero se las ponen, las compran. Me he fijado especialmente en una pelliza forrada de piel muy corta, auténtico hielaculos, contradictio terminis total que nadie con cerebro se compraría.
19 p.m. Me he enterado de que estos adminículos no sirven realmente para abrigar y que para ponérselos la gente se hace anoréxica, que significa dejar de comer para adelgazar hasta la consunción; o devora las exquisiteces que se ofrecen al viandante en tiendas delicatessen y las vomita después; o salta durante horas en gimnasios muy elegantes. Todo es muy desconcertante.
21 p.m. Me he comido diecises ensaimadas y las he vomitado en un árbol. Después me he zampado cuatro hamburguesas de alto riesgo coronario y ahora corro a toda velocidad a inscribirme en un gimnasio elegantísimo para caber cuanto antes en la zamarra peluda hielaculos, en las camisetas por encima del ombligo y las chaquetas de cintura imposible sin las que ya no sé cómo he podido sobrevivir hasta hoy.
2:48 AM

domingo, diciembre 24, 2006

Tiovivo



Los días de fiesta
van sobre ruedas.
El tiovivo los trae,
y los lleva.

Corpus azul
Blanca Nochebuena.

Los días, abandonan
su piel, como las culebras.
con la sola excepción
de los días de fiesta.

Éstos son los mismos
de nuestras madres viejas.
Sus tardes son largas colas
de moaré y lentejuelas.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.

El tiovivo gira
colgado de una estrella.
Tulipán de las cinco
partes de la tierra.

Sobre caballitos
disfrazados de panteras
los niños se comen la luna
como si fuera una cereza.

¡ Rabia, rabia, Marco Polo !
Sobre una fantástica rueda,
los niños ven lontananzas
desconocidas de la tierra.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.



Federico García Lorca

La Palabra

"En el principio ya existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba:;el mundo se hizo por de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros… ".

viernes, diciembre 22, 2006

Regalo

Un clásico: Oblómov, de Iván A.Goncharov; editorial: Debolsillo, 9.95€.

De Ramales a Los Vosgos

Te marchaste de Madrid sin escribir la crónica de Ramales. Recuerdas que ya había oscurecido pero la temperatura todavía era agradable. La plaza sin las sombrillas, las palomas y los niños era sólo un espacio irregular de fachadas históricas sin armonía entre ellas. Acaso su fealdad cenicienta de legionarios con móviles y fundaciones a medio construir te hacían quererla como a esa amiga medio cieguita que te llena de congoja. O acaso la melancolía inusitada surgía de aquellos años en que la atravesabas camino de la Escuela

Te has ido de la crónica

Aquí, de nuevo, sentada enfrente de la mesa, pero qué mesa, la del café de Ramales o la del Café Hugo en la Plaza des Vosgues. En Paris diluviaba, pasaste la mañana en la Shakespeare & Company, luego visitaste las librerías de viejo de la rue de la Bûcherie, cuyos escaparates enseñaban libros de Witoldo. El viento sacudía los paraguas y no te dejaba abrir los ojos, más tarde, empapada, te enamoraste de Dora Maar aux ongles verts.
La casa de Víctor Hugo continuaba en una de las esquinas de la plaza

De nuevo, suena el móvil

Joaquín es el primero que llegó a Ramales. La camarera, una joven robusta de Angola, nos aconsejó que no leyéramos demasiado, un poco sí, pero no mucho, mi tía sabía cinco idiomas y tenía tres carreras, allí, en Luanda, y un día comenzó a hablar con los espejos, nos contaba con cara circunspecta mientras servía el café con leche y las magdalenas, ya os digo, poquito, que termináis como mi tía que ya solo atiende a los espejos. Joaquín y yo nos reíamos y entre sorbitos yo le contaba que en Paris había una plaza cuadrada con un jardín central rodeado de mansiones del diecisiete y que Víctor Hugo siempre escribía de pie. Y se ve que Hemingway le imitó el hábito, Joaquín, aunque el americano a maquina, allí en Cuba, donde vive una amiga medio cieguita que me llena de congoja.

domingo, diciembre 17, 2006

Charlie

Espero que os haya gustado.

jueves, diciembre 07, 2006

Trece días

El guardia jurado pasa por la puerta de la tienda sobre su ultramoderno patinete eléctrico. Nos dice adiós. Esquiva a un grupo de japoneses aturdidos por las primeras luces de navidad y se pierde en la marea de la otra multitud, la del la línea uno. Aun guardamos la esperanza de que nadie nos traiga el caos. Son las nueve y veintidós, trece días de trabajo seguidos, ocho minutos y cerramos. Una mujer de aspecto tímido, perfil de porcelana retocado vaticina el desastre. Mis compañeras Cristina y Diana tienen el impulso de cerrar la puerta. Imposible. La señora ya está paseando entre las baldas. Se acerca silenciosa, su impulso es irrefrenable. Lo sabemos con sólo mirarnos. Apoya en su pecho el peluche llorón y suspira. A la vez suelta su enorme maleta sobre la isla de mantitas. Su mirada fatal se ha posado al frente: Apresura sus pasos hacia las bufandas de colorines. En segundos destroza la primera balda, revuelve la segunda. Beatriz tiembla, pero yo le hago un gesto de aliento. Todavía podemos tener el control, sólo ha arrasado un par de muebles. Pero Beatriz tiembla, su rostro es un puro temblar. Señala a su espalda; los japoneses se acercan. El reloj de Atocha marca las nueve y veintiseis. Si tuviéramos tiempo de llegar al cuadro de luces, tras el mostrador. Apagar unas cuantas, asunto arreglado. Me olvido de los peluches llorones, del barullo de las mantas en el suelo. Salto la maleta. Es tarde. La riada de amarillos aplasta sus sonrisas en el escaparate. Entran en tropel. Saludan. Adiós a la perfecta fila ordenada de figuras de Buda. A la clasificación alfabética de los inciensos. Las velas de naranja son embrolladas con las de té. No, no souvenirs of Spain, only presents, les digo. Nunca se puede con una marabunta recién llegada. Se apasionan con las esencias, con las lámparas de sal. Very espensive, Have you got telephone cards?. No, no cards, no souvenirs. Sorry, half past nine, closed. Beatriz se afana en bloquear el probador; Diana se ha hecho fuerte en el rincón de los ambientadores. No queda otra. Abro la caja. Cobro con la derecha y empaqueto con la izquierda. Beatriz se empequeñece mirando los montones del desorden. ¡Un ave de sevillanos está saliendo!. El traqueteo de las maletas resuena en toda la estación. Al fondo, la noche. Tiene que serlo ya, son las diez menos cuarto, pero las luces fluorescentes, los grandes relojes encendidos, deslumbrantes. Siempre parece de día, aquí siempre parece de día. La señora de porcelana retocada es aplastada por el reguero amarillo sonriente. Ninguneada en su palidez decide pelearse con una japonesa por el mismo peluche llorón. No problem, les digo, we have toooo many. Saco otro, sigo cobrando con la derecha mientras el desorden de tamaños y modelos se agiganta. Beatriz sufre el ataque del dependiente superburning. Se remanga el uniforme, resopla como un toro. Hace a un lado a los turistas, se convierte entera en un frenesí de todo doblar. Otro Buda, otra esencia, señora si es el mismo peluche; no, no puedo hacer descuento por un hilito medio sacado del brazo, se lo cortaré con las tijeras, no se preocupe. ¿Ve?, ni se nota. Sí para regalo, no señora, no sé si los volveremos a recibir la verdad. Tampoco me quedan bufandas rosa pastel, no, no tenemos más guardadas. Sí, estoy segura, no tenemos más guardadas. Ni en los cajones, ni en el mostrador. ¿Desea algo más?. No la engaño, sí estoy segura, no tenemos más, no tenemos almacén. Son siete con veinte, No, se lo juro por mi madre, no tenemos bufandas rosas pastel. Pero le aseguro que si me da su teléfono, cuando vengan, si vienen, la llamo. No, he dicho teléfono de señora, no telephone cards, ok?. De pronto, sucede un milagro salvador: La lluvia. Invierno. Torrentes. Gente que corre, refugiándose. El guarda jurado se vuelve patinete en mano, vuelve a saludarnos. Espera. Todo Atocha espera. Averías de tren. Goteras. Megáfonos incesantes. De golpe, la nada. Los japoneses corren a su hotel. La señora reza por el móvil un taxi que la rescate de lo charcos. Beatriz apaga las luces. Oscuridad. En ella, el caos de todos los regalos. Estantes mezclados, islas revueltas. Las diez. Antes llamo a casa, hoy también llegaré tarde. Luego silencio. Diana se echa a reír. Tiempo moderno, qué locura. No sé si podremos soportar otros trece días. Claro que sí mujer, le digo, es sólo Navidad.

ULISES de James Joyce

Algunas figuras retóricas del capítulo decimocuarto:

-Pág. 459 (Edit. Lumen/Tusquets) : “Para no hablar de hospitales, leproserías, cámaras de sudores, tumbas de epidemia, sus mayores médicos, los O´Shiel, los O´Hickey, los O´Lee, establecieron cuidadosamente los diversos métodos por los cuales los enfermos y los recaídos volvían a hallar la salud...”
Enumeración.
Antonomasia.

-Pág.465:”Dijo también cómo al fin del segundo mes se infundía un alma humana y cómo en todos nuestra santa madre envuelve siempre almas para mayor gloria de Dios mientras que aquella madre terrenal que fue sólo una hembra para engendrar bestialmente debería morir por cánones pues así dice aquel que tiene el sello del pescador, ese mismo bienaventurado Pedro en cuya santa piedra quedó la santa iglesia fundada por todos los siglos.”
Ironía.
Alusión.

-Pág. 466:”Sabed los hombres todos, dijo que las ruinas del tiempo edifican las mansiones de la eternidad.”
Imagen.

-Pág. 469:”Un negro chascar de ruido en la calle ahí, ay, aulló, en eco.”
Cinestesia.

-Pág.”Así jueves dieciséis de junio Patk. Dignam bajo tierra de apoplejía y tras dura sequía, gracias a Dios, llovió, un barquero llegando por agua de unas cincuenta millas más o menos con tuba diciendo semillas no brotarán, campos sedientos, color muy triste y hedía muy fuerte, pantanos y marismas también. Difícil respirar y los brotes jóvenes consumidos todos sin gota así mucho tiempo atrás que nadie recordaba estar sin. Las yemas rosadas todas pardas y extendidas en bultos y en las colinas nada sino juncos y hierbas secas que prenderían el primer fuego.”
Topografía.
Epíteto.
Anástrofre.

-Pág.473:”Era una suerte de joven caballero burlón que tenía fama de jocoso y galante y que en todo lo que fuera mujeres, caballos o escándalos sabrosos, estaba como en su casa.”
Etopeya.

-Pág. 489:”Las voces se mezclan y funden en silencio nublado: silencio que es el infinito espacio: y rápida, silenciosamente el alma es impulsada sobre regiones de ciclos de ciclos de generaciones que han vivido. Una región donde desciende siempre el gris crepúsculo, sin caer nunca, sobre anchos pastos verdeantes, dispersando su sombra, esparciando un perenne rocío de estrellas.”
Juego de palabras.
Cinestesia.
Epíteto.

-Pág. 491:”Allí estaba Crotthers a los pies de la mesa en su característico atuendo de highlander, con si faz resplandeciendo por los salados vientos del Mull de Galloway. Allí también, enfrente de él, estaba Lynch, cuyo rostro ostentaba ya los estigmas de la temprana depravación y la prematura sabiduría. Al lado del escocés estaba el lugar asignado a Costello, el excréntrico, mientras a su lado en sólido reposo la rechoncha figura de Madden.”
Retrato.
Catacresis.

Acabo de terminar la lectura de “Tala”

Acabo de terminar la lectura de “Tala” de Thomas Bernhard, de Alianza Editorial: 187 páginas.
El título original en alemán es Holzfällen-Eine Erregung" y su traducción literal sería "Talar madera, una emoción", muy poco evocadora, por cierto, supongo que es la razón de haber elegido "Tala", suena tajante. Al título no se alude hasta la página 176. Hay 5 alusiones a “Tala” en 2 páginas, al final de la velada, en boca del “actor del Burg”. He creído descubrir una clarísima estructura en espiral. Constituida por un único monólogo interior desde el que el narrador va dando cuenta de la historia. Un único capítulo, no hay cortes.
El narrador es un escritor vienés, la historia transcurre en una “velada artística”, ofrecida por los Auesberger, matrimonio medio mecenas, medio artista, con pretensiones aristocráticas, supuestamente en honor de un “actor del Burgtheater” de Viena. El, el narrador, sentado en el sillón de orejas, asiste a la velada, permanece voluntariamente al margen, y va contando el entierro esa mañana de la amiga común, Joana, de la comida que siguió al entierro, en el pueblo de Kilb, y de la velada ya en Viena, por la noche, hasta que ésta finaliza. Parece asistir a una representación odiosa del mundillo artístico, mundillo al que se permite criticar, reprobar, ridiculizar, ya que él acaba de regresar de Londres a Viena.
Formada por continuas y obsesivas repeticiones, la frase que más llama la atención es “desde mi sillón de orejas” (estoy contando cuántas veces aparece esta frase). En esta narración manifiesta sus reflexiones y contradicciones en torno a la amistad, el amor, la lealtad, la pareja, la sociedad, principalmente la artística. Todo ello con un telón de fondo de rencor, amargura, desesperación, tal vez por saberse él uno de ellos, algo que me parece evidente en la escena de las páginas 17 a la 18, cuando descubre a Auesberger en compañía dudosa, le sigue, le repugna la escena, y al verse a sí mismo reflejado en el espejo del café Aida “…sentí mucho más asco de mí que el que había sentido por Auesberger y su acompañante”.
Es curioso como, desde ese sillón de orejas, es capaz de hacernos pasear por todo el ambiente artístico de la Viena de los años 50 a los 80.
Sigo contando… desde mi sillón de orejas.

viernes, diciembre 01, 2006

De Polacas

Polaca me llamaban los amigos de mi hermano- los muy cuculitos- en la Facultad por haber nacido en Barcelona, donde a las niñas de madre madrileña y padre catalán apodaban charnegas. En fin, que me gustaba más ser polaca a pesar del nopodermiento. Luego, vinieron Margarita y Maria de Varsovia- dos juventonas que revolucionaron Sanse- con sus filologías y poemas y comencé a leer a Jan Kochanowski, Adam Mickiewicz, Juliusz Slowaki, Cyprian Norwid y Boleslaw Prus. Pasaron los años y el maestro Pitol, tan misógino y sofisticado, me contagió su amor por Witold Gombrowicz y siguiendo el hilo de Witoldo me encontré con Bruno Schulz, Czeslaw Milosz, Wislawa Szymbosska y Zbigniew Herbert. Hoy, distante de aquellos días me siento más polaca que nunca, después de todo ¡quién sabe de dónde es una!