jueves, diciembre 07, 2006

Acabo de terminar la lectura de “Tala”

Acabo de terminar la lectura de “Tala” de Thomas Bernhard, de Alianza Editorial: 187 páginas.
El título original en alemán es Holzfällen-Eine Erregung" y su traducción literal sería "Talar madera, una emoción", muy poco evocadora, por cierto, supongo que es la razón de haber elegido "Tala", suena tajante. Al título no se alude hasta la página 176. Hay 5 alusiones a “Tala” en 2 páginas, al final de la velada, en boca del “actor del Burg”. He creído descubrir una clarísima estructura en espiral. Constituida por un único monólogo interior desde el que el narrador va dando cuenta de la historia. Un único capítulo, no hay cortes.
El narrador es un escritor vienés, la historia transcurre en una “velada artística”, ofrecida por los Auesberger, matrimonio medio mecenas, medio artista, con pretensiones aristocráticas, supuestamente en honor de un “actor del Burgtheater” de Viena. El, el narrador, sentado en el sillón de orejas, asiste a la velada, permanece voluntariamente al margen, y va contando el entierro esa mañana de la amiga común, Joana, de la comida que siguió al entierro, en el pueblo de Kilb, y de la velada ya en Viena, por la noche, hasta que ésta finaliza. Parece asistir a una representación odiosa del mundillo artístico, mundillo al que se permite criticar, reprobar, ridiculizar, ya que él acaba de regresar de Londres a Viena.
Formada por continuas y obsesivas repeticiones, la frase que más llama la atención es “desde mi sillón de orejas” (estoy contando cuántas veces aparece esta frase). En esta narración manifiesta sus reflexiones y contradicciones en torno a la amistad, el amor, la lealtad, la pareja, la sociedad, principalmente la artística. Todo ello con un telón de fondo de rencor, amargura, desesperación, tal vez por saberse él uno de ellos, algo que me parece evidente en la escena de las páginas 17 a la 18, cuando descubre a Auesberger en compañía dudosa, le sigue, le repugna la escena, y al verse a sí mismo reflejado en el espejo del café Aida “…sentí mucho más asco de mí que el que había sentido por Auesberger y su acompañante”.
Es curioso como, desde ese sillón de orejas, es capaz de hacernos pasear por todo el ambiente artístico de la Viena de los años 50 a los 80.
Sigo contando… desde mi sillón de orejas.

1 Comments:

Blogger :-[ said...

yo me animé y lo empecé, pero se ha cruzado Fausto por medio. Bueno, con calma. Gracias por tu comentario. La verdad es que si me tengo que poner de elfo, vamos que no... Aunque una vez, repartí publicidad con un delantal de un restaurante. Los dueños osaron decir que era publicidad subliminal... Ay. Beso.

2:20 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home