martes, marzo 25, 2008

La epilepsia de Dostoyevski

Más, algo más acerca de lo que ayer hablábamos. Su autora es Cristina de Martos.
Fyodor Dostoevsky, el 'gran profeta ruso', es uno de los mejores escritores de la historia. Suyas son novelas como 'Crimen y castigo', 'El Idiota' y 'Los hermanos Karamazov'. Además de novelas escribió cuentos, fue periodista, precursor de tendencias filosóficas y científicas como el existencialismo o el psicoanálisis, y también enfermo de epilepsia.

No es de extrañar pues que en sus novelas haya hasta seis personajes epilépticos. El príncipe Myshkin, protagonista de 'El Idiota', es el más conocido de todos ellos y el que al parecer posee más rasgos autobiográficos del autor. A través del relato de las crisis sufridas por este personaje es posible adentrarse en la realidad de un enfermo con epilepsia y conocer de primera mano cómo vive su enfermedad alguien que no recibe tratamiento.
Además de una poderosa arma para averiguar el tipo de epilepsia que Dostoevsky sufría, Myshkin es, hasta el momento, el único testimonio a partir del cual se puede construir la evolución natural de esta enfermedad y la mejor descripción de lo que siente un epiléptico. Andrea O. Rossetti, de la facultad de Medicina de la Universidad de Harvard y Julien Bogousslavsky, del Centro Hospitalario Universitario de Vaudois (Suiza), identifican en su estudio las experiencias del príncipe con las que debió vivir el novelista y rescatan los testimonios del autor para llegar así a un diagnóstico lo más exacto posible de la enfermedad de Dostoevsky.

De acuerdo con los datos que existen, el escritor debutó como epiléptico a los 25 años con una crisis violenta. Sin embargo, no fue hasta la época de su destierro en Siberia cuando sus ataques se volvieron más frecuentes y generalizados. Durante estos años experimentó su primera crisis Grand-mal - con convulsiones generalizadas- y desde 1853, con 32 años, las sufría regularmente a finales de cada mes.

Pero lo más llamativo de la enfermedad de este escritor es el relato de lo que se denomina aura extática, un sentimiento de armonía y felicidad absolutas que experimentaba antes de las crisis. "Siento que el cielo ha descendido a la tierra y me envuelve. Realmente he alcanzado a dios que se introduce en mí. Todos vosotros, personas sanas, ni siquiera sospecháis lo que es la felicidad, esa felicidad que experimentamos los epilépticos por un segundo antes de un ataque". Así relata Myshkin -y a través de él el propio Dostoevsky- sus éxtasis, con los que se ha comparado la visión de Mahoma del paraíso, el misticismo de Teresa de Jesús o los 'sueños' de Juana de Arco.

Los ataques comenzaban normalmente por la noche. Primero un ligero picor en las manos y luego la nada. Tenía crisis generalizadas, que cursaban con convulsiones en todas las extremidades, pérdidas de memoria, dificultad al respirar, taquicardia, espuma en la boca y periodos postictales largos con presencia de afasia y depresión. Todos estos signos, junto con las auras extáticas y la ausencia de enfermedades neurológicas o psiquiátricas hacen suponer que Dostoevsky sufría Epilepsia del Lóbulo Temporal.

Virtud o desgracia
Flaubert, Napoleón, Pío IX, incluso Hércules, el semidiós de la mitología griega, aparecen en la historia como 'demoniacus', 'lunaticus' o 'caducus', algunos de los nombres que han recibido a lo largo de la historia los enfermos de epilepsia. Pero ninguno de ellos nos ha dejado un testimonio tan valioso como Dostoevsky. Sin duda, su dominio de las palabras y su facilidad para describir la psicología de las personas han contribuido enormemente a que su visión de la epilepsia, desde dentro, sea hoy paradigma del conocimiento de esta enfermedad.

La epilepsia, que en griego significa 'ser cogido desde arriba', ha sido siempre una patología relevante. Existen referencias en el Código de Hammurabi, en tratados de Hipócrates, en textos de San Isidoro de Sevilla y en la mitología griega. Entre un 1% y un 2% de la población sufre esta enfermedad, lo que implica que en España alrededor de 300.000 personas la padecen, aunque sólo un 20% de ellas tienen problemas para controlar los ataques con la medicación.

Sin embargo, durante el siglo XIX, a pesar de que entonces comenzó a disiparse la neblina que había ocultado esta enfermedad desde la Edad Media, aún no existían tratamientos eficaces para la epilepsia. Soluciones de opio, exposiciones al frío intenso, sangrías, eran algunas de la terapias empleadas en la época y resultaban del todo inocuas.

Dostoevsky aprendió a vivir con sus crisis, a las que en ocasiones temía -"tengo miedo de que me estén conduciendo a la demencia"- y en otras percibía como algo único y casi divino -"me siento lleno de armonía (...) y el sentimiento es tan fuerte y dulce que por unos segundos de esa dicha, uno daría más de diez años de su vida, tal vez la vida entera"-.

Gracias a su testimonio y al de sus personajes, Dostoevsky ha dejado una detallada descripción de los síntomas de la enfermedad, y el mejor ejemplo de que las personas con epilepsia no deben ser juzgadas en función de esta patología sino de su naturaleza, un legado tan valioso como el de su literatura.

viernes, marzo 21, 2008

Semana Santa.

Jueves y Viernes Santo, días de recogimiento, de reflexión, pero no para los coches. Salen del garaje ansiosos de esparcir por la carretera su polvo incrustado, rozando a su vecino de aparcamiento con estrépito, casi con insolencia y presunción porque deja al otro allí, silencioso, atento a la gran puerta abatible, viendo cuántos compañeros anhelan por unos días la libertad. Quizás vayan a recorrer estaciones, por aquello de la Semana Santa pero, ¿volverán todos sanos y salvos? Ójala. El que queda no quiere libertad, prefiere practicar la meditación, aprovecha para orar aunque sea sólo una vez al año. Oye por la radio vecina tantas desgracias, tantas heridas irreparables. No quisiera que los otros regresen para el desguace. Desearía ver repleto de nuevo el aparcamiento, su hogar.
TORNASOL.

sábado, marzo 15, 2008

(continuación de VECINAS)

María, como te iba diciendo antes, en mi fallido cuento infantil conservé el prólogo. Fue un sueño que yo tuve porque estaba obsesionada con lo de la puntuación: Rememorando la película de Fantasía, todos los objetos se movían al compás de una música maravillosa. Había puntos y acentos bailarines; signos de interrogación curiosos cambiantes de postura, disfrazándose de detectives ávidos de respuestas; dos palotes delgados con un ojo encima o abajo, vestidos de centinela que admiraban todas las vivencias de una historieta; Puntos suspensivos esperando el comienzo inmediato de la siguiente linea. Un único e insignificante Punto que dá pié para seguir. Comas y más comas colocadas incorrectamente por un aprendiz de escritor que un buen día consigue situarlas con acierto; comillas traviesas, antes y después de la frase a recalcar. Un Punto Final decisivo, tajante, convincente o no, según sea el desenlace de la narración. Todas las letras jugaban al corro al son de un vals que me recordaba al Vals de las Flores.Me desperté y comencé a escribir con entusiasmo, como tú estás haciendo ahora. Ánimo nena, que tu lo vales.
TORNASOL.

viernes, marzo 14, 2008

Odiseas. Literatura.Varios.

He tardado en aparecer, pero vengo con parabienes porque todo resultó genial. Regreso del
Templo del Sol y estoy pletórico. Al fin es primavera y los nubarrones se han disipado. Enhorabuena a las Desoladas porque todo ha ido bien. Somos grandes. Ahora los rusos nos invaden: Nikolai Sevolodovich, Stepan Trofimovich, Shatov, Felippov, capitán Lebiadkin, Marya ,
Lizabeta, qué despliegue de personajes, este Dostoyevski, menuda caja de sorpresas. Los Demonios me han servido para repasar literatura que últimamente con tanta investigación la tenía abandonada. Mira que Varvara Petrovna, qué carácter. A mí las mujeres tan enérgicas me subyugan, me pasa igual con la Castafiore, otra que tal baila, como se ponga a dar el do de pecho hace temblar las lámparas del salón, menos mal que cada día estoy más sordo y no me entero porque la ópera a mí, tararí que te ví. A la boda de Isabel me trasladé en avioneta y casi nos estrellamos. Es que Móstoles y Leganés dicen que es El Más Allá y me lo creo, pero mereció la pena ver a la encantadora y dulce novia y a todos sus acompañantes. Nosotros tampoco fuimos mancos. Había a mi lado unas señoras de muy buen ver. Tintín cambió sus bombachos por pantalones de vestir. También fueron Hernández y Fernández, camuflados, por si irrumpía algún patoso. Yo despeinado como siempre, pero con mis nuevas lentillas. La Castafiore con sus vestidos de cóctel y su abrigo y gorro de piel. El capitán Haddock no se enteró-. No le dijimos nada por miedo a sus inevitables melopeas, porque ya sabeis que había traca final. Le hubieran echado sin contemplación. Mejor, mejor así. La tarde transcurrió feliz y yo me volví en mi avioneta despidiéndome de todos. El regreso me sirvió para hacer un croquis sobre el invento que acabo de idear: un televisor a todo color. ¿os imaginais el bombazo que eso puede ser? Besos, besos y abrazos a todos. TORNASOL.