sábado, diciembre 31, 2005

SOBRE LA MUERTE, SOBRE CARVER: 2 ROSAS ROJAS


Marie Sklodowska, conocida como Marie Curie, tenía 40 años. Tras la muerte de su marido, Pierre, su vida había quedado reducida, aun más si cabe, a ir de casa al laboratorio y del laboratorio a casa. La vida del Paris de principios del siglo XX nunca llegó a tener un excesivo atractivo para Marie. Cuando le comunicaron que le habían concedido el premio Nóbel de investigación, por segunda vez en su vida, no alteró en nada sus tareas, acudió a almorzar al comedor de la universidad, a su laboratorio y dependencias, como todos los días.
Ni lo dijo entre sus colaboradores, ni comentó con ellos la noticia. Su vista fallaba y su piel estaba cada vez más quemada, a ella le parecía que cualquier momento no empleado en su trabajo era tiempo robado a la ciencia.

Pierre Curie, su difunto marido, decía que el carácter de Marie siempre había sido reservado, no tanto por la dificultad del idioma, como por saber que, en Paris, se referían a ella a como “la polaca”, y a Marie siempre le dolió el saberse extranjera en Francia. Aquellos que les trataron coincidían en decir del matrimonio Curie que estaban unidos por unos lazos sólidos, que trenzaban el amor con la camaradería y la confianza mutua. Pierre no dudaba en manifestarle su cariño a su esposa en los más mínimos detalles y en la mesa de trabajo de ésta nunca faltaron 2 rosas rojas frescas.

Aquel día del mes de marzo, cuando Marie salió del laboratorio para dejar enfriar la última mezcla, una garra le oprimió el corazón. Entonces pensó en Pierre y sintió su ausencia. Lamentó que no les hubieran concedido el premio en vida de él. Hubieran hecho tantos planes juntos…

Tal vez con Pierre hubiera avanzado más rápido.

Irene, su hija mayor, se había convertido en su más fiel colaboradora, no se separaba de ella ni un momento, vivía igualmente entregada al trabajo, como su madre, pero una cierta ansiedad crecía día a día en su interior al verla envejecer y seguir exponiéndose a los dañinos rayos descubiertos.
Según decía la autora de su más completa biografía, su 2ª hija, Eve, entre la fama y el reconocimiento y el trabajo riguroso y anónimo, su madre siempre había elegido lo segundo.

Marie sabía que estaba participando en una carrera contra el tiempo. No estaba dispuesta a desperdiciar ni un solo momento. Siempre pensaba que más adelante podría llorar a su querido Pierre como se merecía. Pero su trabajo seguía absorbiéndole más y más horas, más y más dedicación, como un amante celoso que exige presencia continua.

De vuelta a la sala oscura, atravesando el pequeño jardín central y antes del patio de ladrillo, su vestido se quedó enganchado con un pequeño rosal del que brotaban, en repuesta al tímido sol de marzo, capullos de rosas rojas. París siempre responde agradecido al primer rayo de sol de la primavera.

Se agachó con fastidio para soltar la falda: cuánto odiaba estos ropajes pesados que vestían las mujeres. Hubiera deseado poder vestirse como su querido Pierre: cómodo y ligero, y desenvolverse en el laboratorio a sus anchas.
Sin darse cuenta cayó al suelo y allí quedó desmayada unos segundos, minutos… no sabía cuanto tiempo, por suerte nadie se había percatado: sólo le faltaba caer enferma ahora.

Cuando atravesó la galería, se cruzó con el hijo del jardinero, un joven al que veía a menudo en la puerta del laboratorio o asomado a las ventanas, con sus tijeras de podar en la mano y el sombrero de paja raída ligeramente ladeado.

Robert le preguntó si se encontraba bien, al tiempo que se descubría, Marie pensó que la pregunta iba dirigida a otra persona, solo al insistir se dio por aludida: Naturalmente, y porqué no iba a encontrarme bien?

miércoles, diciembre 28, 2005

Una interpretación estructuralista de King Lear

El pasado lunes hablamos en El Mono Rojo de Ferdinand de Saussure (Curso de Lingüística General, 1916): sincrónico, diacrónico, paradigmático, sintagmático, etcétera. A las alumnas les asusta la frialdad del estructuralismo. También mencionamos a Roman Jakobson y Vladimir Propp y continuamos con nuestro ya querido King Lear.

“Un crítico estructuralista se interesaría por el hecho de que King Lear tenga una doble trama y por el hecho de que ambas tramas sean paralelas y con una estructura idéntica. Así, mientras que Lear en la primera trama se mueve desde una posición de poder hacia una de derrota, para finalizar en la restauración final y la muerte. Edgar en la segunda trama se mueve desde una posición de carencia de poder hacia la derrota, la restauración final y su ascenso a una situación de poder. A pesar de esta significativa diferencia se puede interpretar que los dos personajes ocupan la misma función en la narración y en el sistema de significado de la obra…”

Seguimos mañana. Y cuidado con las inocentadas.

martes, diciembre 27, 2005

Peter continua con Coetzee

"... aun hombre que rema a bordo de una barca a vela. "¡Robert, Robert!", lo llama ella. Y entonces el hombre rema hacia tierra, coge un saco del barca, lo deja encima de una roca junto a la orilla del río y se aleja de nuevo. La mujer se acerca, recoge el saco y se lo lleva a su casa, con aspecto muy afligido.

Él aborda al hombre llamado Robert y habla con él. Robert le explica que la mujer es su esposa y que en el saco hay provisiones para una semana para ella y sus hijos -carne, harina y manteca-, pero que no se atreve a acercarse más, ya que todos ellos, la esposa y los niños, han contraído la peste. Y eso le rompe a él el corazón. Y todo esto -la historia de Robert y su mujer manteniéndose unidos mediante llamadas de un lado a otro del río y sacos dejados en la orilla- ciertamente posee un significado propio, pero también es una representación de la soledad de él, de Robinson, en la isla, donde en sus horas de desesperación más oscura iba hasta la orilla y llamaba a sus seres queridos de Inglaterra para que lo salvaran, y otras veces nadaba hasta el barco naufragado en busca de provisiones.

Más informes de aquella época de tristeza: Ya incapaz de soportrar el dolor de las hinchazones en la entrepierna y en el sobaco, que son las señales de la peste, un hombre sale corriendo y gritando, completamente desnudo a Harrow Alley, una calle de Whitechapel, donde su hombre, el talabartero, se queda mirando cómo salta y hace cabriolas y toda clase de gestos extraños, y su mujer y sus hijos corren detrás de él gritando y diciéndole que vuelva a casa. Esos saltos y esas cabriolas son una alegoria de sus porpios saltos y cabriolas cuando tras la calamidad del naufragio, después de registrar la playa en busca de algún rastro de sus compañeros de a bordo y al no encontrar más que un par de zapatos desparejados, entendió que había naufragado completamente solo en una isla desierta y que no tenía esperanzas de salvarse.

(Pero ¿sobre qué otra cosa canta en secreto, se pregunta a si mismo, ese pobre hombre afligido cuyos informes lee, además de su desolación? ¿Qué está invocando, a través de las aguas y a lo largo de los años? ¿Qué está tratando de extraer de su fuego interior?).

Hace un año, él Robinson, le pagó dos guineas a un marinero por un loro que se había llevado, según le dijo, de Brasil; un ave no tan mágnifica como su amado animaj pero por lo demás espléndida. Tenía plumas verdes, cresta escarlata y hablaba muy bien, si había que dar crédito al marinero. Ciertamente el pájaro se posaba en la percha del cuarto de la posada, sujeto con una cadenita a la pata para evitar que se fuera volando, y decía las palabras "¡ Pobre Poll!" una y otra vez hasta que él se veía obligado a taparlo con una capucha. Pero no le pudo enseñar a decir ninguna otra cosa, "¡ Pobre Robin !" por ejemplo. Tal vez demasiado viejo para aquello.

El pobre Poll, mirando por el ventanuco la enorme extensión gris del Atlántico que se ve más allá de los mástiles, pregunta: "¿Qué isla es esta, tan fría y lúgubre, a la que he sido arrojado? ¿Donde estás, mi Salvador, en esta hora en que tanto te necesito?".

Un tipo, borracho y en plena madrugada (otro de los informes de su hombre) car dormido en un umbral en Cripplegate. El carro que se lleva a los cadáveres se dirige hacia él (seguimos en el año de la peste), y los vecinos, creyéndolo muerto, lo colocan junto con los demás cadáveres. Al poco rato, el carro llega a la fosa de Mountmill y el conductor, con la cara tapada para protegerse de los efluvios, lo caoge para echarlo dentro. Él se despierta y forcejea, confuso, "¿Dónde estoy?", pregunta. "Estás a punto de ser enterrado con los muertos", responde el carretero. "Pero ¿estoy muerto?", dice el hombre. Y esto también es una representación de él en la isla.

Algunos londinense continúan con sus asuntos, convencidos de que están sanos y que saldrán vivos. Pero en secreto tienen la peste en la sangre: cuando la infección les llegue al corazón caerán fulminados, informa su hombre, como si los alcanzara un rayo. Eso es una representación de la vida misma, dela vida en general. Tendríamos que hacer preparativos adecuados para la muerte si no deseamos que nos sorprenda. Tal como él, Robinson, se vió forzado a ver cuando de repente, en su isla, se encontró un día con la huella de un hombre en la arena. Era una huella, y por tanto una señal: la señal de un pié, de un hombre, y de otras muchas cosas. "No estas solo", le decía la señal. Y también: "No importa hasta donde navegues, no importa dónde te escondas, serás encontrado".

En el año de la peste, escribe su hombre, otros, presos de terror, lo abandonaron todo ..."


Santo Dios !!!! Muerte, peste, soledad ...

domingo, diciembre 25, 2005

Y brotará un retoño ...


Y brotará un retoño del tronco de Jesé y retoñará de sus raíces un vástago. Sobre el que reposará el espíritu de Yavé, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de entendimiento y de temor de Yavé. Y su respirar será en el temor de Yavé. No juzgará por vista de ojos ni argüirá por oidas de oidos, sino que juzgará en justicia al pobre y equidad a los humildes de la tierra. Y herirá al tirano con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios matará al impío. La justicia será el cinturón de sus lomos y la fidelidad el ceñidor de su cintura.

Habitará el lobo con el cordero, y el leopardo se acostará con el cabrito, y comerán juntos el becerro y el león, y un niño pequeño los pastoreará. La vaca pacerá con la osa, y las crias de ambas se echarán juntas, y el león, como el buey, comerá paja. El niño de teta jugará junto a la hura del áspid, y el recien destetado meterá la mano en la caberna del basilisco. No habrá ya más daño ni destrucción en todo mi monte santo, porque estará llena la tierra del conocimiento de Yavé, como llenan las aguas el mar.

Isaías 11, 1-9

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo”. Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Juan 1, 1-18

sábado, diciembre 24, 2005

En la ciudad de David, os ha nacido un Salvador

Salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos ellos iban a inscribirse cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: “No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejercito celestial, que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor".
Lucas 2, 1-14

viernes, diciembre 23, 2005

En Halifax

"En Halifax, escribe su hombre, había, hasta que fue retirada en el reinado del rey Jaime I, una máquina de ejecuciones que funcionaba del modo siguiente. Al condenado lo ponian con la cabeza en la base o cuenco del cadalso. Luego el verdugo sacaba de un golpe un perno que sujetaba en alto una chuchilla enorme. La cuchilla bajaba por un marco tan grande como una puerta de iglesia y decapitaba al hombre tan limpiamente como un cuchillo de carnicero.
Sin embargo, era costumbre que, si entre el instante de sacar el perno y el momento en que bajaba la cuchilla, el condenado conseguía ponerse de pie de un salto, bajar corriendo la colina y cruzar el rio a nado sin que lo volviera a coger el verdugo, se lo dejaba libre. Pero en todo los años que estuvo la máquina en Halifax tal cosa nunca sucedió.
El -no su hombre sino él- está sentado en su habitación junto a los muelles de Bristol, leyendo esto. Se está haciendo mayor. Ya casi se puede decir que es un anciano. La piel de su cara, que el sol del trópico casi habia ennegrecido antes de que se fabricara una sombrilla de hojas de palmera o sabal para protegerse, se ha vuelto más pálida, aunque sigue siendo tan correosa como el pergamino. En la nariz tiene una llaga causada por el sol que no se le cura.
Todavía tiene la sombrilla en su habitación, de pie en una esquina, pero el loro que regresó con él ya falleció. "¿ Pobre Robin !" -chillaba el loro posado en su hombro-, ¡ pobre Robin Crusoe ! ¿Quien salvará al pobre Robin?". Su esposa no soportaba las lamentaciones del loro día si y día también. "Le rotorceré el cuello", decía, pero no tenía valor para hacerlo. Cuando volvió a Inglaterra de su isla con el loro, la sombrilla y el cofre lleno de tesoros, vivió tranquilo una temporada con su anciana esposa en la finca que había comprado en Huntingdon, ya que se había convertido en un hombre rico, y se enriqueció todavía más cuando se imprimieron sus aventuras. Pero los años en la la isla, y luego los años de viajes con su sirviente Viernes (pobre Viernes, solamente el de él) hicieron que la vida de terrateniente le resultara aburrida. Y, si hay que ser francos, la vida de casado también le decepcionó amargamente. Se descubrió a sí mismo retirándose cada vez más a menudo a los establos, con sus caballos, que por fortuna no hablaban por los codos, sio que relinchaban suavemtne cuando llegaba para mostrar que lo reconocían y luego se quedaban callados.
Tras regresar de su isla, donde hasta la llegada de Viernes había vivido en silencio, le dio la impresión de que en el mundo se hablaba demasiado. Cuando estaba junto a su mujer en la cama le parecía que le estaban lloviendo guijarros sobre la cabeza, con un repiqueteo constante, cuando lo único que él deseaba era dormir.
Así que cuando su anciana mujer pasó a mejor vida se vistió de luto pero no se apenó. La enterró y, transcurrido un lapso de tiempo decente, ocupó una habitación en la posada The Jolly Tar en los muelles de Bristol, dejando las propiedades de Huntingdon a cargo de su hijo. unicamente se llevó consigo la sombrilla de la isla que lo había hecho famoso, el loro muerto y disecado sobre su percha y uns pocos artículos de primera necesidad, y allí es donde ha vivido desde entonces, paseando de día por los muellesm mirando al oeste por encima del mar, ya que todavía tiene buena vista, y funmando en pipa. En cuanto a las comidas, se las hace subir a la habitación, pues después de haberse acostumbrado a la soledad de la isla ya no le agrada estar con gente.
No lee -ha dejado de gustarle-, pero la escritura de sus aventuras le infundió la costumbre de escribir y eso le proporciona un recreo bastante grato. Por las tardes, a la luz de las velas, saca sus papeles, afila las plumas y escribe un par de páginas de su hombre, el hombre que envía informes sobre los patos reclamo de Lincolnshire, sobre la gran máquina letal de Halifax, la que permite huir si antes de que caiga la atroz cuchilla uno puede ponerse de pie de un salto y bajar corriendo la colina, y sobre otras muchos cosas. Desde todos los sitios que visita envía informes. Esa es la ocupación principal de su atareado hombre.
Paseando junto a los muros del puerto reflexiona sobre la máquina de Halifax, él, Robin, a quien el loro llama "probre Robin", deja caer un guijarro y escucha. Un segundo, menos de un segundo, tarda la pieda en llegar al agua. La gracia de Dios es rápida, pero ¿acaso no lo es más una cuchilla enorme de acero templado, más pesada que una roca y engrasada con sebo? ¿Cómo se puede escapar de ella? ¿Y qué clase de hombre puede dedicarse a ir de un lado para otro por todo el reino, de un espectáculo de muerte a otro (apaleamientos, decapitaciones), enviando informes tras informe?.
Un hombre de negocios, se dice así mismo. Imaginemos que sea un hombre de negocios, un mercader de granos o de pieles. O un fabricante y abastecedor de tejas de algún lugar donde abunde la arcilla, como por ejemplo Wapping, forzada a viajar mucho por razones de trabajo. Que sea próspero, que tenga una mujer que lo quiera y no hable mucho y le de hijos, sobre todo hijas. Que goce de una falicidad razonable, pero que esta se acabe de golpe. Un invierno crece el Támesis y se lleva por delante los hornos donde se cocian las tejas, o bien los graneros, o la curtiduria. Su hombre se arruina. Los acreedores desciende sobre él como moscas o cuervos. Se ve obligado a abandonar su casa, a su mujer y a sus hijas y buscar refugio en la zona más pobre de Beggars Lane bajo un nombre falso y disfrazado. Y que todo esto -la crecida del rio, la ruina, la huida, la miseria, los harapos y la soledad-, que todo esto sea una representación del naúfragio y de la isla donde él, el pobre Robin, paso veintiséis años aislado del mundo y estuvo a punto de enloquecer (realmente, ¿quién puede decir que hasta cierto punto no enloqueció?).
O bien que el hombre sea un talabartero con una casa y un taller en Whitechapel, un lunar en la barbilla y una mujer que lo ame y no hable mucho y le dé hijos, sobre todo hijas, y le reporte una gran felicidad, hasta la llegada de la peste a la ciudad. Corre el año 1665 y todavía no ha tenido lugar el Gran Incendio de Londres. La peste desciende sobre Londres: día a día, parroquia a parroquia, el recuento de las víctimas crece entre los pobres y los ricos, porque la peste no distingue clases sociales, y toda la fortuna mundana del talabardero no lo va salvar. Así que envía a su mujer y a sus hijas al campo hace los planes para escapar él también, pero al final no se marcha. "No temerás a los horrores de la noche -lee cuando abre la Biblia por una página al azar-, ni a la flecha que vuela de día. Ni a la pestilencia que camina en la oscuridad, ni a la destrucción que arrasa a medio día. Un millar caerán a tu lado, y diez mil a tu derecha, pero a tí no te tocará el mal".
Alentado por esa señal, una señal que es como un salvoconducto, se queda en la ciudad aquejada de la enfermedad y empieza a escribir informes. "Me encontré con una multitud en la calle -escribe-, en medio de la cual una mujer señalaba al cielo. "¡Mirad!", gritó la mujer, "¡un angel vestido de blanco empuñando una espada de fuego!" Y toda la multitud comenzó a asentir. "Lo es, es cierto" dijeron. "¡Un angel con una espada!" Pero él, el talabartero, no vió a ningún ángel y tampoco ninguna espada. Lo único que vió fue una nube de forma extraña que brillaba más por un lado que por el otro, como resultado de la luz del sol.
"¡Es una alegoría"!, gritó la mujer de la calle, pero él no vió nada parecido a una alegoría. Eso dice su informe.
Otro día, mientras camina junto al... en Wapping, su hombre, el que antes era talabartero pero ahora carece de ocupación observa cómo una mujer llama desde el umbral de su casa a un hombre que rema ..."
Peter Pan cree haber reconocido a Robinson Crusoe ya un tanto mayor con poca capacidad para comunicarse con los demás y que desde su retiro recibe crónicas "de su hombre". Un Robinson viudo y sólo quizá un poco trastocado de cabeza que aislado escribe crónicas de las crónicas que recibe de "su hombre". Un hombre, su hombre del que sólo sabemos lo que Robin imagina. ¡¡ Jesús qué complicadas son las historias de fuera de aquí !! Y sí, comparte con Efímera esto de que la "culpa" da para mucho, como da para mucho la soledad . Será un talabartero o bien un hombre de negocios. ¿Quién es "su hombre"?

jueves, diciembre 22, 2005

VUELA PLUMA

El nacimiento de una editorial siempre es una noticia alentadora. Gemma Suñer y Eugenia Niño han fundado VUELA PLUMA y su primer libro: 103 Imágenes que Riman, de Sean Mackaoui, por su belleza y originalidad, es ese regalo especial que todas buscamos durante estas fiestas de Navidad. La edición es limitada, pero Eugenia – artista y buena amiga- os la enseñará en la Galería Sen, Barquillo, 43. Estoy segura que le encantará recibir a las escritoras de El Mono Rojo.

martes, diciembre 20, 2005

Os lo diré más tarde ...



"Boston, en la costa de Lincolnshire, es una hermosa población, escribe su hombre. En ella se encuentra el campanario de a iglesia más alto de Inglaterra, que las embarcaciones usan como punto de referencia. Boston está rodeado de terrenos pantanosos. Abundan los avetoros, unas aves ominosas que emiten una llama grave, lastimera, tan fuerte que se oye a tres kilómetros de distancia, como la detonación de un arma de fuego.

Los pantanos también albergan otras muchas especies de aves, escribe su hombre -patos comunes y reales, cercetas y silbones-, y para capturarlas los hombres de los pantanos domestican patos, a los que llaman patos señuelo o duckoys.

La agente de la zona denomina a esos pantanos fens. Hay pantanos por toda Europa y por todo el mundo, pero no se llaman fens. Fens es una palabra inglesa que se resiste a emigrar.

A esos patos cimbeles de Lincolnshire, escribe su hombre, se los cría en estanques artificiales y se los amaestra dándoles de comer a mano. Luego cuando llega la temporada, se los envía a Holanda y a Alemania. Allí conocen a otros de su especie y, cuando ven las vidas tan tristes que tienen esos patos holandeses y alemanaes -cómo en invierno se les congelan los ríos y se les cubre la tierra de nieve-, no puden evitar comunicarles, en una forma de lenguaje que les permite ser entendidos, que en su tierra natal de Inglaterra las cosas son distintas: los patos ingleses disponen de costas llenas de comida y mareas que invaden libremente los arroyos; tienen lagos, manantiales, estanques abiertos y cerrados; también tienen tierras llenas de maíz que dejan atrás los espigadores; y ni escarcha ni nieve, o muy poco de ambas.

Mediante semejantes descripciones, escribe él, que se llevan acabo en su totalidad en el lenguaje de los patos, ellos, los patos reclamo, reúnen grandes cantidades de aves y, por decirlo de algún modo, las raptan. Las guían de vuelta a través del mar desde Holanda y Alemania y las instalan en sus estanques señuelo de los pantanos de Lincolnshire, graznándoles y parloteándoles todo el tiempo en su idioma, diciéndoles que esos son los estanques de los que les hablaban y que allí vivirán a salvo.

Mientras ellos están así ocupados, los criados, los amos de los patos señuelo, se ponen a cubierto en refugios que han construido con cañas en los patananos y, ocultos, arrojan puñados de maiz al agua. Los patos cimbeles los siguen, elevando tras de sí a sus invitados extrajeros. Y así es como durante dos o tres días los conducen por vías fluviales cada vez más estrechas, llamándolos todo el tiempo para enseñarles lo bien que se vive en Inglaterra, hasta el lugar sobre el que se han extendido redes.

Luego los criados envían a su perro, que ha sido perfectamente adiestrado para nadar detrás de las aves y ladrar mientras nada. Extremadamente alarmados por aquella criatura terrible, los patos echan a volar, pero la red los obliga a descender de nuevo, de modo que es bajo ella que deben nadar o perecer. Pero la red se va estrechando más y más, como un bolsa, y en la única salida están los criadores de patos, que van atrapando uno por uno a sus cautivos. A los señuelos los acarician y los tratan de maravilla, pero a sus invitados los matan a palos allí mismo, los despluman y los venden por centenares y por millares.

Todas estas historias de Linclnshire las escribe su hombre en una caligrafía pulcra y rápida, con unas plumas que afila con su navaja todos los días antes de sentarse de nuevo ante la página."

Peter Pan promete seguir juntando letras en rojo copiadas de unos papeles que un día un Niño, que abandonó para siempre el País de Nunca Jamás, leyó en voz alta o ... baja, no lo recuerda ahora mismo Peter Pan, si a los habitantes del planeta Mono Rojo les parece bien ... y pensándolo bien, si no, también.


lunes, diciembre 19, 2005

Mujer lenta II

La recaída de la gripe fue inefable y cuando ya me creía curada, la imagen del caballero oriental que nos ha regalado Peter Pan me ha recordado la ominosa maldición de las ya olvidadas Madres Carmelitas: cuando seáis mayores tocareis a seis chinos por cabeza. Aquí está el primero.

En todo caso, damos la bienvenida al País de Nunca Jamás y a nuestro adorado J.M.Barrie. Hasta pronto, Peter.

domingo, diciembre 18, 2005

Solamente decir que por fin llegué


Muy buenas.
¡¡¡¡¡ por fín llegue !!!
Hay alguien por ahí ...
Prometo volver

miércoles, diciembre 14, 2005

Mujer lenta

Siempre pensé que una debía levantarse de la cama de un salto, para enfrentarse al mundo como las chicas del Cirque du Soleil. Pero ayer, el dueño del circo cosió mi camisón a las sábanas y cuando intentaba erguirme caí de golpe sobre el colchón. El impacto me dejó maltrechos los músculos, huesos y articulaciones y comencé a temblar. Con los ojos fijos en el techo, pasé revista a mi anatomía y cuando ya daba gracias al dueño del circo por no haberme convertido en Gregorio Samsa, un agüilla se escurrió por dentro de mi nariz y para no ser menos mi garganta emitió un sonido desgarrador. Cuando la columna de mercurio llegaba a los 38 cerré los ojos para conjurar la subida. El sonido del teléfono me despertó de un sopor volcánico y a medida que Joaquín Pérez-Minguez me contaba su viaje a Asturias y que ya había entrado en el blog, su voz amiga me reconfortaba de los dolores musculares que reaparecían de nuevo. Hablamos de la exposición fotográfica de su hermano Pablo, del libro de relatos que publicaban unas compañeras - finalista de la Sonrisa Vertical- y de Hombre lento, de Coetzee. No me di cuenta que tiritaba hasta después de colgar. Me arrastré hasta el armario de las medicinas y con gran esfuerzo ingerí un Gelocatil 650mg que me había recomendado Pérez-Minguez. Antes de regresar al dormitorio revolví los anaqueles hasta que la Poesía completa de Luis Cernuda apareció debajo de Utopía y desencanto, de Magris. Si el dueño del circo había decidido que mi hora había llegado, el poeta y su Ocnos serían mis compañeros de viaje.

Hoy: el salto ha sido pequeño, pero mientras me vestía ya añoraba los versos, la voz del amigo y la sopa que anoche me preparó Georg por tener la gripe.

lunes, diciembre 12, 2005

Lear en "El Mono Rojo". Nueva crítica

El lunes pasado analizamos El Rey Lear desde la perspectiva de la Nueva Crítica, cuyos autores buscarían en la obra las ironías y las paradojas que representasen la triunfal reconciliación de contrarios, la concordia entre lo universal y lo particular. En uno de los patrones de imagen dominantes de la obra, por ejemplo, los dos valores opuestos están cruzados. Lo que en un principio es valorado de repente se menosprecia, y lo que aparece sin valor pasa a ser valorado. Los poderosos y los débiles intercambian la posición y los virtuosos son calificados de crueles. Tanto la acción como las imágenes de la obra se caracterizan por inversiones irónicas y paradójicas de este tipo. Un ejemplo claro es la advertencia de Lear a Cordelia: “ Mend your speech a little,/ Lest you may mar your fortunes”. Los dos personajes están muy cerca y a la vez muy lejos en este momento de la obra, unidos por la sangre pero separados por tener distinto criterio. Además la aliteración fonética (“mend…mar”) se utiliza para atraer la atención sobre una ruptura mucho más destructiva (entre la reparación de algo y su destrucción). El mundo de las palabras es engañoso, sugiere unidad donde realmente hay disonancia, y esta ironía ayuda a iniciar la acción trágica de la obra. En la misma escena France atrae la atención sobre la inversión social que la precipitación de Lear ha creado: “Fairest Cordelia, that art most rich, being poor, / Most Choice, forsaken, and most loved, despised”. Estas paradojas enfatizan el desatino de Lear, y así sus acciones hacia Cordelia invierten el correcto orden de las cosas al valorar más el discurso halagador que el genuino, el falso amor más que el verdadero, lo material por encima de lo espiritual. Las figuras literarias encarnan por sí mismas este sentido de desorden social, con la devaluación de lo valioso y la elevación de lo insignificante: “ We are not the first/ Who with best meaning have incurred the worst”.

Debemos buscar otros ejemplos de ironías y paradojas en la obra y prestar especial atención a las imágenes relacionadas con la ropa, la locura y el sentido de la vista.

Al otro lado

Palimpsesto ha soñado durante el “ puente” con Sergio Pitol, de quien se dice: podría pasar por un conde polaco acostumbrado a vivir en cuartos de hoteles o por un noble ruso exiliado en tierras mexicanas o por un hipocondríaco diplomático que mientras escribe, sueña con encontrar refugio en sus propias páginas.
Las frases leídas en alto o los relatos escritos, aunque luego sean borrados, son un conjuro que transforma nuestros deseos en realidad.

sábado, diciembre 10, 2005

La Gloria Solitaria

Sólo unos pocos se quedan en la ciudad mientras los vehículos desgarran sus voces atrapados en la tela de araña. Miles Davis seduce a las cortinas del invernadero y la escritora levanta su mirada del periódico, sonríe por el contoneo de las damas blancas y recuerda el baile con el cadete negro en la base militar de Anápolis. Después continúa con La gloria solitaria, el artículo de Vila Matas:
“…Tal vez ser un autor sea hacerse el muerto, situarse en el lugar del difunto, y no perder de vista ciertas perspectivas que abrieron pensadores como Foucault, para quien lo que la escritura pone en cuestión no es tanto la expresión de un sujeto que escribe cuanto la apertura de un espacio en el que el sujeto que escribe no cesa de desaparecer : “ La huella del autor está solo en la singularidad de su ausencia; al escritor le es asignado el papel del muerto en el juego de la escritura”.
El cadete se llama…que importa, es el hombre más limpio que ella haya visto nunca: el uniforme blanco como el kéfir, la botonadura, los zapatos y las orejas relucen como el sudor de Davis comiéndose las notas.
…” Me llamo Eric Satie como todo el mundo”, decía Satie. Con esta frase tal vez quería decir que no se trata exactamente de que el autor esté muerto, sino que en cuando autor ocupa el lugar del muerto, marca sus propias huellas en un lugar vacío…”
Todos miran a la mujer bailar con Holdman, murmuran la excentricidad de la extranjera y admiran que se sostenga sobre esos tacones tan altos. La mano del negro destaca sobre la blusa de seda, ser número uno no le da derecho, dice el Coronel Martínez, y añade que el whisky de la cantina está como siempre aguado, después hace un gesto al camarero.
La escritora lee: “Sabemos que también a Thelonious Monk le gustaba de niño esconderse y simularse cadáver…”.Miles hace el amor con su trompeta y una ráfaga de viento sacude las cortinas.” El escritor no tiene nada que esperar de los demás. Créame, ¡sólo escribe para él!”. Cuando pase el puente se comprará el libro de Don DeLillo: Contrapunto.

martes, diciembre 06, 2005

Pitol y la hipnosis


Durante el curso - recuerdas Norma-, Sergio Pitol relató que se había sometido a un tratamiento de hipnosis para dejar de fumar. Como era obvio, por los ceniceros vedados y los cucuruchos de papel, la terapia no había surtido efecto, pero lejos de sentirse frustrado le estaba muy agradecido al psiquiatra, porque durante la sesión había recordado el día, que siendo muy pequeño, su madre había aparecido ahogada en el pozo de la hacienda donde vivían, allá en Puebla. Parece ser que después de aquella desgracia, Pitol contrajo una malaria considerada por todos incurable. El niño contaba las diez vigas negras que corrían por el techo. La fiebre y las pócimas cargadas de rosarios de las criadas le sumían en un sopor sosegado. Sólo quedaba esperar. Pero una tarde, el patio se llenó de potrancas, yeguas alazanas, y de una algarabía de peones que empujaban varios carros, de cuyo interior bajaron las tías maternas y una veintena de baúles. El niño, alertado por los besos y achuchones de aquellas mujeres redondas y chillonas, abrió los ojos. Esa misma noche se deslizó de puntillas hasta el velador, donde se hallaban montones de libros no vistos jamás, apilados en mesas y sillas. Pitol, emocionado, contaba como la ficción le había salvado la vida. Y como setenta años después, la hipnosis le había llevado a rasgar un velo hasta aquel día intocado: la realidad. Recordó la mortaja - llevaba la mano fuera, por eso la conocí- los rezos, la oquedad en el estómago, el sabor acre de la saliva y el deseo de muerte.

Ayer, en El Mono Rojo, leímos: El oscuro hermano gemelo, uno de los cuentos que Sergio Pitol ha dedicado a Enrique Vila- Matas, cuyo final, dice así:
“…La última novela de José Donoso, Donde van a morir los elefantes, lleva un epígrafe de William Faulkner que ilumina la relación de un novelista con su obra en proceso: A novel is a writer´s secret life, the dark twin of a man (Una novela es la vida secreta de un escritor, el oscuro hermano gemelo de un hombre). Un novelista es alguien que oye voces a través de las voces. Se mete en la cama y de pronto esas voces lo obligan a levantarse, a buscar una hoja de papel y escribir tres o cuatro líneas, o tan solo tres o cuatro adjetivos o el nombre de una planta. Esas características, y unas cuantas más hacen que su vida mantenga una notable semejanza con la de los dementes, lo que para nada lo angustia; agradece por el contrario a las Musas, el haberle transmitido esas voces sin las cuales se sentiría perdido. Con ellas va trazando el mapa de su vida. Sabe que cuando ya no pueda hacerlo le llegará la muerte, no la definitiva sino la muerte en vida, el silencio, la hibernación, la parálisis, lo que es infinitamente peor.”

viernes, diciembre 02, 2005

Disculpad la analepsis

El veintiuno de mayo de 2002, Norma, Joaquín y Sara comenzaron un curso de creación literaria con Sergio Pitol. La tarde era cálida y los jardineros plantaban petunias en Recoletos. Joaquín Pérez-Minguez buscaba ceniceros- ya prohibidos en aquel entonces en La Casa América - para que Pitol fumara. Norma Dragoevich nos leía uno de sus maravillosos cuentos. Sara Cantó estrenaba un cuaderno grande, con tapas rosas, de Georgetown University, que tenía guardado para una ocasión especial. Su admirada Carmen Martín Gaite le había confesado: para un escritor, estrenar un cuaderno es todo un acontecimiento, solo comparable a la botadura de un barco. Los tres se encontraron con la hija de Chisi, que en aquella época estudiaba filología.

Pitol, con una voz de acentos, cadenciosa y tibia les habló de Vitol´d Gombrovich, Faullkner, Walser, Roth y Werfel. “El escritor debe ponerse al límite del maestro”, decía mientras devoraba las caladas con la elegancia de una balinesa, “sí, ambición y modestia”. El Quijote, música, cine, Gogol y Chejov. Explicación introductoria, conflicto y desenlace. Las preguntas del cuento: qué ocurre, cuándo sucedió, por qué sucedió, dónde ocurre la primera escena, quién es el protagonista. El lenguaje obedece a las interrogaciones. La Casa de Asterión, de Borges: el personaje dicta la trama y el lenguaje viene adjunto al personaje. El narrador, el punto de vista, Henry James. En el descanso, Joaquín y Sara le dijeron a Pitol que Chisi era familiar de Kafka, y la hija de Chisi, tan niña, enmudecida por la vergüenza.

Las campanadas de Correos griseaban la sala barroca del palacio. “El misterio es el camino hacía una oquedad”, y Pitol apagaba la colilla como si se tratara de un gusano de seda y “dejarse llevar por el instinto”. Tres rosas amarillas, de Carver. Mañana: El desfile del amor. Norma, Joaquín y Sara deberían pasar a limpio las notas del cuaderno rosa. Recoletos tenía un olor mestizo de flores y estiércol y los tres contentos de haber atrapado las palabras del maestro y la hija de Chisi ocultándose entre las petunias.

Analepsis: anacronía consistente en un salto hacia el pasado en el tiempo de la historia, siempre en relación a la línea temporal básica del discurso novelístico marcado por el relato primario. Sergio Pitol, no esperaba ser Premio Cervantes. Ni Joaquín, Sara y Norma que Chisi, todavía tan niña, muriera en París y que su hija se hiciera mujer, tan de repente.

jueves, diciembre 01, 2005

Tirano

Siempre detrás del reloj, miro de reojo y espero que aun tenga un poco más de tiempo, que me sea clemente, un poquito más, por favor….
Y mira que corro, tratando o de adelantarle un poco y soy yo la que sale perdiendo. Mendigo minutos, horas, si no soy ambiciosa, solo quiero un poquito más, que no avance tan rápido:
tic-tac, tic-tac, tic-tac: ¿pero es que nadie puede hacer algo?
¿A alguien más le pasa igual?
¡¡Socorro!! Me atrapa, ya llego tarde, no he podido terminar, el libro se me cayó de las manos al quedarme dormida.
Propongo las horas de 200 minutos, el reloj flexible:
- ahora no avanzas
- corre, corre ahora
- párate aquí
Mejor aún, fuera relojes, fuera calendarios…
«Después de comer»,
«Al caer la tarde»,
«Antes de que amanezca»,
«Al terminar la siesta»,
«Si te apetece»,
«Cuando tenga ganas»,
«Al ponerse el sol».
Sin embargo miro el reloj justo cuando acabo de comprender el empeño en hacer relojes-joya. Tan tarde ya!!
Lo siento Lear, hoy no te dedicaré tiempo, te aconsejo que intentes hablar despacio y a solas con Cordelia
PALIMPSESTOS

Vaya por Dios

El poeta Ángel Guache recita:”...Se derriten los hielos. Desde una nube, mesando su barba blanca, Dios baja por la escalera, Dios sube por la escalera, Dios baja por la escalera, Dios sube por la escalera...”

Ayer, en Ramales, Niebla (Nivola). Y como no había leído ni el prólogo ni el pos-prólogo, subía y bajaba las escaleras sola, sin enterarme de las intenciones de Unamuno. “Con ochenta páginas no puedes juzgar una novela”, me reprochaba Adela, y con razón. Con un escritor que juega a Dios – Pura dixit (pero no el Dixi de la Ministra de Cultura) ­­- y rompe el pacto-ficción en la página 223, cualquiera juega a ser Bajtín. En todo caso, me puse muy pesadita con lo del pacto. En fin, que pido disculpas. Y menos mal que Joaquín Pérez Minguez( próximo blogger) nos habló del libre albedrío y Adela, de lo que le había afectado la filosofía "unamuniana" de la muerte en su vida. Y Silvia, de los cuatro suicidas de Niebla. Y Mar, en silencio porque creía que íbamos hablar de Nada, de Carmen Laforet. Unamuno: muy español, muy Dios, muy Hamlet… Valiente, porque se atrevió a romper con los convencionalismos y se lo agradecemos, sobretodo Norma que no le gustó la primera parte costumbrista. Los experimentos no siempre salen bien, es cierto. Augusto Pérez, Eugenia, Mauricio, Rosario, Liduvina y Domingo, todos ellos tan divertidos. Creer en Dios, la inmortalidad, la humanidad: unas, con ansiedad; otras, con sinusitis, que es una ansiedad de mocos y otros con gafas recién estrenadas. En la próxima reunión hablaremos de El Hombre Lento, de Coetzee.

Y mientras tanto:” Salgo con la Nueva Biblia en la mano, en medio de un temporal huracanado que hace que vuelen hongos alucinógenos y paraguas destartalados, señal inequívoca de la aprobación de los cielos…”