viernes, diciembre 02, 2005

Disculpad la analepsis

El veintiuno de mayo de 2002, Norma, Joaquín y Sara comenzaron un curso de creación literaria con Sergio Pitol. La tarde era cálida y los jardineros plantaban petunias en Recoletos. Joaquín Pérez-Minguez buscaba ceniceros- ya prohibidos en aquel entonces en La Casa América - para que Pitol fumara. Norma Dragoevich nos leía uno de sus maravillosos cuentos. Sara Cantó estrenaba un cuaderno grande, con tapas rosas, de Georgetown University, que tenía guardado para una ocasión especial. Su admirada Carmen Martín Gaite le había confesado: para un escritor, estrenar un cuaderno es todo un acontecimiento, solo comparable a la botadura de un barco. Los tres se encontraron con la hija de Chisi, que en aquella época estudiaba filología.

Pitol, con una voz de acentos, cadenciosa y tibia les habló de Vitol´d Gombrovich, Faullkner, Walser, Roth y Werfel. “El escritor debe ponerse al límite del maestro”, decía mientras devoraba las caladas con la elegancia de una balinesa, “sí, ambición y modestia”. El Quijote, música, cine, Gogol y Chejov. Explicación introductoria, conflicto y desenlace. Las preguntas del cuento: qué ocurre, cuándo sucedió, por qué sucedió, dónde ocurre la primera escena, quién es el protagonista. El lenguaje obedece a las interrogaciones. La Casa de Asterión, de Borges: el personaje dicta la trama y el lenguaje viene adjunto al personaje. El narrador, el punto de vista, Henry James. En el descanso, Joaquín y Sara le dijeron a Pitol que Chisi era familiar de Kafka, y la hija de Chisi, tan niña, enmudecida por la vergüenza.

Las campanadas de Correos griseaban la sala barroca del palacio. “El misterio es el camino hacía una oquedad”, y Pitol apagaba la colilla como si se tratara de un gusano de seda y “dejarse llevar por el instinto”. Tres rosas amarillas, de Carver. Mañana: El desfile del amor. Norma, Joaquín y Sara deberían pasar a limpio las notas del cuaderno rosa. Recoletos tenía un olor mestizo de flores y estiércol y los tres contentos de haber atrapado las palabras del maestro y la hija de Chisi ocultándose entre las petunias.

Analepsis: anacronía consistente en un salto hacia el pasado en el tiempo de la historia, siempre en relación a la línea temporal básica del discurso novelístico marcado por el relato primario. Sergio Pitol, no esperaba ser Premio Cervantes. Ni Joaquín, Sara y Norma que Chisi, todavía tan niña, muriera en París y que su hija se hiciera mujer, tan de repente.