domingo, junio 28, 2009

LOS ADIOSES (Juan Carlos Onetti) 2ª parte

Sobre estas premisas, los personajes, desprovistos de nombre salvo la camarera, el médico, el agente inmobiliario y algún otro secundario, se nos aparecen con rasgos y caracteres poco fiables, a lo que contribuye de forma decidida el relato cínico y ambiguo del narrador. Sólo éste, desde la inicial confesión sobre la siniestra competencia que mantiene con el enfermero acerca de las posibilidades de curación de los que van llegando, pasando por esa filosofía de la vida, resabiada y resentida, que exhibe con impudicia, y que tanto puede ser debida a que está de vuelta de todo, como a que nunca se atrevió a nada, y terminando con la rabia que le produce el inesperado descubrimiento de que sus cábalas eran risibles, sólo el narrador, digo, nos ofrece suficientes asideros como para creer en él como personaje. Al fin y al cabo también él, y no sólo nosotros, ha hecho el ridículo.

Por eso no resulta relevante el análisis del resto de personajes, pues sus características podrían ser las que reflejan el enfermero y la camarera, y eso según el narrador, que se cuida mucho de apoyar o valorar las opiniones de ambos, o las que parece sugerir el propio narrador, casi nunca constatadas por hechos confirmados, u otras posibles, igualmente faltas de auténtico respaldo.

Por el contrario merece toda nuestra atención el lenguaje empleado por Onetti, que es de una belleza y penetración difíciles de igualar. Y así hay imágenes enormemente sugerentes:
- “…mostrando, aun en la grosera retícula de las sextas ediciones…” (pag. 29), para referirse a la falta de finura de las fotos de prensa.
- “…las redondeces breves y melancólicas…” (pag. 40), en alusión a los pechos de una mujer madura.
- “…Marcharían del brazo, mucho menos rápidos que la noche,…” (pag. 62), lamentando el curso veloz e inexorable del tiempo.

Como también abundan los juicios de profunda hondura psicológica:
- “…No es que crea imposible curarse, sino que no cree en el valor, en la trascendencia de curarse…” (pag. 12).
- “…el cuerpo de la muchacha corregía la furia inicial para ofrecer solamente cosas que no exigían correspondencia: protección, paciencia, variantes del desvelo…” (pag. 54).
- “…yo creía con ella que lo que estaba dejando a la otra no era el cadáver del hombre, sino el privilegio de ayudarlo a morir, la totalidad y la clave de la vida del tipo…” (pag. 91).

El cinismo que impregna el relato no impide que haya algún pasaje de gran ternura, como la descripción del paseo nocturno del protagonista y la muchacha de la página 55, y también alguno de agudo lirismo, como la escena de la despedida de esos mismos personajes de las páginas 57 a 60, magistralmente contrapunteada por el relato intercalado de hechos ajenos a la escena, y rematada de forma brillante en el último párrafo de la página 60 y primero de la 61 para retomar el curso prosaico de la realidad.

Y todo ello al servicio del tema central de la ambigüedad y la impostura como motores de la ficción y de la ficción como instrumento de indagación de la realidad, con los innumerables encuadres y matices que un debate como ése puede plantear. Tanto desde el punto de vista del autor como creador de un mundo mucho más rico y vivo, cambiante en suma, como desde el del lector, al que, de un lado, se le invita a aceptar ser manipulado (es esa aceptación la que cuenta) y, de otro, se le ofrece al tiempo el privilegio de participar activamente en el proceso creador.

En definitiva, una obra literaria memorable, de múltiples lecturas e interpretaciones, que da nueva dimensión a la figura del narrador testigo, eleva la ambigüedad y la impostura a fuentes de creación literaria y aúna en su lenguaje una belleza deslumbrante y una penetración psicológica insuperable.

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jueves, junio 25, 2009

LOS ADIOSES (Juan Carlos Onetti) 1ª parte

La novela (Editorial Punto de Lectura, 2007) narra los últimos meses de vida de un exjugador de baloncesto de unos cuarenta años de edad que llega a una localidad de la sierra para curarse de la tuberculosis que padece.

A través de la voz del dueño de un almacén (tienda, bar y estafeta de correos) y de sus informantes locales, se nos cuenta cómo el protagonista, pese a su aparente propósito de curación, no se interna en el sanatorio especializado sino que se aloja en un hotel, haciendo su vida totalmente al margen del resto de enfermos. Al almacén le llegan asiduamente cartas de dos remitentes que parecen ser una mujer madura, que tiene un hijo, y una muchacha. Ambas le visitarán, incluso simultáneamente, y convivirán con él, con gran escándalo de los residentes, que las identifican con su mujer (e hijo) y su amante más joven, respectivamente. La enfermedad parece agravarse por lo que finalmente ingresa en el sanatorio. El dueño del almacén descubre finalmente por una de las cartas, no entregada, que la muchacha es la hija del enfermo y que está costeando el tratamiento. Cuando ya parece inminente su muerte, el protagonista, que ha convivido las últimas semanas con la muchacha, se suicida.

Novela de la ambigüedad y la impostura, sitúa en primer plano y como paradigma de ambas al narrador. Este, narrador homodiegético, extradiegético y deficiente, nos va insinuando, más que relatando, la historia en primera persona sobre la base de suposiciones propias e informaciones de terceros (el enfermero y la camarera) que dan a la historia un halo de inseguridad, especialmente tras el descubrimiento que realiza el dueño del almacén por medio de la carta olvidada. Incluso hay algunas sugerencias de que podría tratarse de un narrador infidente: “Porque, además, es cierto que yo estuve buscando modificaciones fisuras y agregados, y es cierto que llegué a inventarlos” (pag. 63); “Todo esto frente a mí, al otro lado del mostrador, todo este conjunto de invenciones gratuitas metido, como en una campana, en la penumbra y el olor tibio, húmedo, confuso, del almacén.” (pag. 71). La sombra de la impostura, de que todo o buena parte sea invención, no abandona ya al lector.

En todo caso, éste no puede librarse de la sospecha de que la creencia a que se le ha hecho llegar sobre lo sucedido es una posible historia, pero podría haber otras, coincidentes en mayor o menor grado con aquélla, o esencialmente divergentes, pues todo se basa, como se ha dicho, en suposiciones del narrador, a su vez sustentadas en gran parte en informaciones de terceros, nunca confirmadas por los protagonistas. En este sentido la figura del narrador testigo cobra nueva dimensión, porque tras la lectura inevitablemente surge la pregunta: Pero, en realidad, ¿de qué ha sido testigo éste? Tan sólo de conversaciones y hechos banales, incompletos o equívocos y de los cotilleos de dos personajes llenos de prejuicios. Como también surgen otros interrogantes menos genéricos, de los que pueden ser muestra los siguientes: ¿Son realmente la mujer y el niño la esposa y el hijo? ¿Por qué se interrumpen las cartas de la muchacha durante la primera visita de la mujer? ¿Quién es la mujer vieja que está en el chalet en la última escena? ¿Cuál es la naturaleza de la relación entre el protagonista y la muchacha?
(Continuará)

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Sigo ahí.

Hola, amigos: Sigo ahí como la mosca de la tele. ¿A quién contaría mis cosas si no? Estoy cansado de inventar artefactos inútiles, pero para quitarme el mono -nunca mejor dicho- del taller, seguiré inventando historias, a pesar de que sólo me escuche Milú, siempre fiel como todos los canes, o el Capitán Haddoc constantemente con el pedo puesto (perdón). Ahora vengo nada menos que de El Registro de la Propiedad Intelectual (lo digo completo para darme importancia) He registrado 10 relatos con título incluido, SÍ ES PAÍS PARA VIEJOS, ese que tanto le gustó a Sara desde el principio. Tengo en el cofre comprado en algún sitio de tantos viajes por todo lo largo y ancho de este mundo otros tantos que ya incorporaré algún día, si es que encuentro la llave para abrir este dichoso cofre. Mandaré a algún concurso de Libro de Relatos a ver si algún nostálgico despistado se los lee y se distrae un poco. Con eso me daré por satisfecho. Ya os estoy echando de menos a todos. De vez en cuando mirad al firmamento al anochecer. Desde una de esas estrellitas sigo vuestros pasos con cariño. Hasta siempre. TORNASOL.

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Un regalo para Hispaniola

Entrevista a Juan Carlos Onetti

- ¿El principal rasgo de su carácter?
La pereza.
- ¿La cualidad que desee en un hombre?
La bondad.
- ¿La cualidad que prefiere en una mujer?
La ternura.
- ¿Lo qué más aprecia en sus amigos?
Lealtad.
- ¿Su principal defecto?
Ninguno.
- ¿Su ocupación preferida?
Leer novelas policiales
- ¿Su sueño de dicha?
Whisky y una buena novela policial que todavía no he leído.
- ¿Cuál sería su mayor desdicha?
Superstición. No la nombro.
- ¿Qué quisiera ser?
Yo, en las condiciones presentes, pero con veinte años.
- ¿Dónde desearía vivir?
En cualquier sitio, pero de rentas.
- ¿El color que prefiere?
El rojo.
- ¿La flor que prefiere?
La rosa amarilla.
- ¿El pájaro que prefiere?
El gorrión.
- ¿Sus autores preferidos?
La Biblia, Faulkner, Proust, Céline, Dostoievski, Cervantes, Hemingway.
- ¿Sus poetas preferidos?
Shakespeare, Walt Whitmann, Pablo Neruda, César Vallejo, Luis Rosales.
- ¿Sus héroes de ficción?
Los que yo invento
- ¿Sus heroínas favoritas de ficción?
Las que yo invento.
- ¿Sus compositores preferidos?
Tchaikowsky, Prokofiev, Beethoven, Ravel, Mozart.
- ¿Sus pintores predilectos?
Gaugin, Van Gogh, Picasso, Goya, Klee, Braque.
- ¿Sus héroes de la vida real?
El Che Guevara.
- ¿Sus heroínas de la vida real?

- ¿Su nombre preferido?
María.
- ¿Que detesta más que nada?
Ver sufrir sin poder hacer nada para remediarlo.
- ¿Qué caracteres históricos desprecia más?
Los dictadores.
- ¿Qué hecho militar admira más?
La campaña de Napoleón en Italia.
- ¿Qué reforma admira más?
Ninguna evitará la muerte.
- ¿Qué dones naturales quisiera tener?
Hacerme invisible.
- ¿Cómo le gustaría morir?
De ninguna manera.
- ¿Estado presente de espíritu?
Resignado.
- ¿Hechos que le inspiran más indulgencia?
Todo lo que se haga por amor.
- ¿Su lema?
Que me dejen en paz.

Fuente: Miradas sobre Onetti (Montevideo 1995, Coord. Omar Prego)

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Las locas subrepticias

Alicia Migdal describe un prototipo en la obra de Onetti: "Las Locas".No se refiere "a las oficiales, clásicas, pertenecientes a la historia publica de Santa María (como Julita Malabia en Juntacadáveres, Angélica Inés Petrus en El astillero o Moncha Insurralde en La novia robada), sino a las locas subrepticias, las que lo parecen y no lo son, las que son nombradas por el tedio y la rutina de los hombres. Se trata de mujeres a las que convendría más el apelativo de rebeldes o "infractoras", que, añade Migdal, tienen una capacidad de absoluto (vivencia y acto) que las expulsa, necesariamente, de la vida del relato. Entre ellas, cita a Mami, de La vida breve, que pasea con ayuda de un plano por Paris sin salir de Buenos Aires; la muchacha sin nombre de Los adioses, de la que nunca sabremos si es sólo la hija sino también la amante del protagonista; y "locas de amor"como la Magda de Cuando entonces.Todas ellas son más intensas y genuinas que la imagen que dan de ellas quienes las narran, siempre hombres y todas están marcadas por el "signo de la piedad". A esta estirpe pertenecen también la Kirsten de Esberg, en la costa y la Gracia César de El infierno tan temido. Hay en ellas algo desmedido y heroico, en el amor, en el exceso, en la fantasía, en el desafio a los límites de la realidad.También se frustan, como los hombres, pero su fracaso exhala cierta grandeza porque fracasan en empresas de gran audacia y temeridad, sin la mezquina sordidez de tantos personajes masculinos.

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martes, junio 23, 2009

LOS ADIOSES PERSONALES.

He aquí El Mono Rojo. Saltaba lleno de júbilo a pesar de ser lunes, esos días anodinos y perezosos. Tornasol lo imitaba al coincidir la misma tarde, jugando a la comba con la curva ascendente de la risa tatuada en su rostro.. Tantos inviernos camuflado entre mechas canosas, ese deambular con carpeta, del metro al tranvía, casi sin resuello salvando obstáculos: marquesinas, viento con paraguas , pasos estrechos, el cuaderno que se cae por las prisas, biombos y escalerillas. Qué suerte, cuántos lunes vestidos de sábado, o mejor, de domingo. El último, qué distinto, sin remedio, aciago, triste, como casi todos los adioses y los propios lunes. La salida. Un anochecer más, aunque lleno de acidez. Mamá -dice un niño- , parece Tornasol, ese viejo chiflado de las historietas de Tintín, pero va llorando. Era verdad. Unas lágrimas reventaron el coágulo de la garganta, Lágrimas que corrían como la sangre, sin tregua, sin pudor, retenidas hasta ese momento, en la calle, al fin libres y refrescantes. No le gustó la despedida. Ha sido brusca, imprevista para él, sin calidez, como un día de tantos, con un obsequio oloroso dejado en la mesilla de noche para mañana; sin bombones de naranja; sin conejitos sacados de la chistera del maestro; sin pellizcos en el moflete; sin un relato cercano e inédito para el que bastara un cuarto de hora. Sólo omnipresente el narrador mezquino, malpensado, juzgándonos, haciendo elucubraciones ahí, en cada segundo de nuestras vidas como una mosca pegajosa que antes se revolcó en el estiércol. A Tornasol le hubiera gustado disponer de un día más. Poder decir: "·Siempre nos quedará París" , pero tendrá que contentarse con intercambiar un libro, sorbos de te en la cafetería, dejando pasar los lunes callados, lentos como las manecillas del reloj en la sala de espera, aunque tal vez, y ójala, con nuevos hallazgos al crear otros narradores menos retorcidos, preferible que sea un omnisciente de verdad, sin malicia, hablando, por qué no, de nosotros mismos, pues ni la vida de Tornasol, ni la de sus compañeros Efímera, Peter, Palimpsestos e Hispaniola, tienen entresijos para airear, por lo que el primero, -DOY FE-, está muy orgulloso de haberlos conocido. TORNASOL.

lunes, junio 15, 2009

Primeras páginas de Los Adioses.

Al comenzar a leer Los Adioses de Juan Carlos Onetti me ha llamado la atención el narrador algo misterioso que, al parecer, conoce bastantes cosas del personaje principal, sin duda por lo que le observa, -casi o más misterioso que el narrador mismo-, y también me hhe interesado enseguida en lo que yo creo que es el hilo conductor de la novela, es decir las cartas, cuyo contenido, al menos hasta la mitad de la historia, ignoramos. Contiene una prosa muy bella, donde las metáforas puras e impuras afloran con facilidad e incitan al lector a seguir involucrándose en esta nouvelle, calificada por Muñoz Molina " una de las dos o tres mejores novelas cortas que se han escrito en español": Algún pasaje de Los Adioses:
""Lo veía llenar el vaso y vaciarlo en silencio, dándome el perfil, acodado en el mostrador, combatiendo la idea de que ni siquiera los pasados pueden conservarse inmutables, que las orejas más torpes tienen que escuchar el rumor de la arenilla que los pasados escarban para descender , alejarse, cambiar, seguir vivos. Se marchaba antes de emborracharse y caminaba hacia el hotel. Pero las cartas que le mandaban desde la capital las recibía yo en el almacén y se las enviaba con el muchacho de los Levy, que hacía de cartero aunque no cobraba sueldo del correo, sino algunos pesos que le pagábamos el hotel, el sanatorio y yo. Tal vez el hombre me creyera lo bastante interesado en personas y situaciones como para despegar los sobres y curiosear en las maneras diversas que tiene la gente para no acertar al decir las mismas cosas. Tal vez también por ésto iba a despachar sus cartas en la ciudad, y tal vez no fuera sólo por impaciencia que a las pocas semanas empezó a venir al almacén, alrededor del mediodía, poco después del momento en que el chófer del ómnibus me tiraba la bolsa, flaca y arrugada, de la correspondencia".
(Pág. 17) "Recibía al principio, cuatro o cinco por semana, pero pude muy pronto, eliminar los sobres que traían cartas de amistad o de negocios e interesarme sólo por los que llegaban regularmente, escritos por las mismas manos. Eran dos tipos de sobres, unos con tinta azul, otros a máquina; él trataba de individualizarlos con un vistazo estricto y veloz, antes de guardarlos en el bolsillo, antes de volver al rincón en penumbra, recuperar el perfil contra la lámina folklórica, borrosa de moscas y humo del almanaque, y seguir tragando su cerveza exactamente con la misma calma de los días en que no le daba cartas.
El doctor Gunz le había prohibido las caminatas, pero sólamente usaba el ómnibus para volver al hotel cuando llevaba en el bolsillo uno de los sobres escritos a máquina".

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domingo, junio 14, 2009

Los adioses (I). Sencillamente pasajes DE.


Entrada de personaje: “No puedo saber si la había visto antes o si la descubrí en aquel momento, apoyada en el marco de la puerta: un pedazo de pollera, un zapato, un costadazo de la valija introducidos en la luz de las lámparas. Tal vez tampoco la haya visto entonces en el momento en que empezó el año, y sólo imagine, no recuerdo, su presencia inmóvil situada con exactitud entre el alboroto y la noche”.

Maneras de mirar: “así que el enfermero tuvo que contentarse, todo el tiempo, con una expresión que no era para él, que estaba dirigida a otro, en realidad a cualquiera”.

Aquello que creemos ver. “Pero la cara conservaba bastante de lo que había sido cuando estuvo en la sombra, junto a la puerta del almacén, y tal vez algunos restos del viaje en tren y en ómnibus, y, si yo no lo estaba imaginando, de lo que era a solas y en el amor”.

La existencia fundada en la no presencia: “ellos existieron para nosotros sólo en el viaje diario, al mediodía, del peón del hotel que remontaba la sierra con la vianda y un diario bajo el brazo. Y existieron, también para mí, en las dos cartas que llegaron…”.

Lo que creemos tener: “… la existencia del pasado depende de la cantidad del presente que le demos, y que es posible darle poca, darle ninguna.”.

La creación literaria ¿la magia del creador?: “Me sentía lleno de poder, como si el hombre y la muchacha, y también la mujer grande y el niño, hubieran nacido de mi voluntad para vivir lo que yo había determinado”.

Son fragmentos de “Los adioses” que me resultan bellos, dejando muy claro que no entro en ningún momento a valorar su función en la, por otra parte difícil, novela que acabo de leer. Sencillamente me han gustado, como me ha gustado esta novela donde al final nada es lo que en principio parece ser. Interesentes “narradores”, pero esto es otra entrada...



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ÉL


Juan Carlos Onetti nace en Montevideo el 1 de julio de 1909. Su padre, Carlos Onetti, era funcionario de aduana; su madre, Honoria Borges, provenía de una familia brasileña. De la suya solía decir que fue "una infancia feliz". Voluntariamente deja los estudios secundarios: no alcanza ni a concluir el primer año. Poco después comienza a trabajar, y durante varios años desempeñará diferentes puestos: portero, mozo, vendedor de entradas, vigilante etc. Durante algunos meses de 1928 y 1929 participó en la revista "La tijera". En 1929 intentó viajar a la Unión Soviética, con el propósito de conocer un país "donde se estaba construyendo el socialismo", pero su desconocimiento del ruso lo desalentó. En 1930 se casa con su prima, María Amalia Onetti, y en marzo viaja con ella a Buenos Aires donde se establecen. Se gana la vida vendiendo calculadoras. Publica algunas notas sobre cine en Crítica. En 1933 aparece en La Prensa su cuento "Avenida de Mayo-Diagonal-Avenida de Mayo". Por esa época escribió una primera versión de su novela corta "El pozo". Los originales se extraviarán en una mudanza. Se separa de su mujer. Al año siguiente, de regreso en Montevideo, vuelve a contraer matrimonio con María Julia Onetti, hermana de su primera mujer.

Cuando estalla la Guerra Civil española, en 1936, trata infructuosamente de enrolarse en las Brigadas Internacionales que apoyan a la República.

En 1939, Carlos Quijano, fundador del semanario "Marcha", que se convertiría en la más prestigiosa publicación uruguaya, lo nombra secretario de redacción. Onetti desempeñará el cargo hasta 1941. Durante ese breve pero intenso período, publicará semanalmente una columna literaria, "La piedra en el charco" con los seudónimos Periquito el Aguador, Groucho Marx y Pierre Regy. En diciembre aparece su primera novela "El pozo" con una tirada de 500 ejemplares. En 1941 empieza a trabajar en la Agencia Reuter. Conservando este empleo, a mediados de año se traslada a Buenos Aires, donde permanecerá hasta 1955. En 1945 contrae de nuevo matrimonio con una compañera de trabajo, Elizabeth María Pekelharing. Ese mismo año aparece en La Nación "La casa en la arena", donde se inaugura la "saga" de Santa María, la ciudad mítica onettiana que se delimitará con mayor precisión en "La vida breve" (1950) considerada por él su mejor novela. A finales de 1955 retorna a Montevideo. Traba amistad con el presidente de la República Luis Batlle Berres (a quien dedicará El Astillero) y empieza a trabajar en su diario, "Acción". Hacia fines de año se casa por cuarta vez con la joven argentina Dorothea Muhr (Dolly), su compañera hasta el final.

En 1956 viaja a Bolivia invitado por el gobierno de aquel país. Accidentalmente se ve envuelto en tiroteo del que sale ileso pese a que un proyectil perfora su sombrero. Esta experiencia le impresiona enormemente. En 1957 es designado Director de Bibliotecas en la División de Artes y Letras de la Intendencia Municipal de Montevideo, hasta su renuncia el 4 de marzo de 1975. En 1962 obtiene el Premio Nacional de Literatura. En 1972 es elegido como el mejor narrador uruguayo de los últimos cincuenta años en una encuesta realizada por el semanario Marcha y "El Astillero" obtiene el primer premio a la mejor novela latinoamericana publicada en esa lengua en el período 1971/1973. En 1974 Onetti y otros miembros del semanario son apresados durante la dictadura de Juan María Bordaberry. Permanece en prisión entre el 9 de enero y el 14 de mayo. El poeta español Félix Grande, entonces director de Cuadernos Hispanoamericanos, recogió firmas para lograr la liberación de Onetti. Invitado por el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, viaja a esa ciudad y fija allí su residencia. Colaborará con artículos en El País. En 1980 el Pen Club Latinoamericano en España propone al Comité Nobel de la Academia de Suecia la candidatura de Onetti para el Premio Nobel. Ese año obtiene el Premio Cervantes de Literatura.

En 1985 se producen elecciones en Uruguay, que marcan el regreso a la Democracia. El presidente electo, Julio María Sanguinetti, le invita a asistir a las ceremonias de instauración del nuevo gobierno. Onetti agradece la invitación pero decide permanecer en Madrid. Recibe el Premio Nacional de Literatura. En 1990 recibe el Premio de la Unión Latina de Literatura "por su espíritu universal". En 1993 se publica la que será su última novela, "Cuando ya no importe", que hará las veces de testamento literario.

Onetti muere en 1994 una clínica de Madrid, ciudad en la que pasó sus últimos 19 años, enclaustrado los diez finales, sin salir prácticamente de su cama. Según su última voluntad, sus restos fueron incinerados y sus cenizas no serán trasladadas al Uruguay.

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jueves, junio 11, 2009

LUZ ENTRE TINIEBLAS

“Podemos crear nuestras propias Tierras del Occidente.”……

“Podemos crear una tierra de sueños.

- Pero ¿cómo podemos materializarla?

-No podemos. Ése es precisamente el error de las momias. Materializar el espíritu. Cuando haces eso, deja de ser espíritu. Nosotros nos haremos menos materiales.

Bueno, en eso consiste en realidad el arte, ¿no? Todo pensamiento creador en el fondo. Una propuesta de inmortalidad.”……….

“Nosotros, los poetas y los escritores somos más sistemáticos, más ordenados, nos esfumamos en anocheceres de luciérnagas, en un baile de fin de curso, en el silbido de un tren lejano, vivimos en una doncella que abre un huevo hervido para un convaleciente hace mucho tiempo, vivimos en la nieve que cae suave en la tumba de Michael, como el descendimiento de su final definitivo sobre todos los vivos y los muertos, vivimos en la luz verde al final del muelle de Daisy, en el último y el mayor de los sueños humanos….”


De Las Tierras del Occidente, de William S. Burroughs.

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domingo, junio 07, 2009

El comienzo del viaje a las Tierras del Occidente


"El viejo escritor vivía en un furgón junto al río. Aquélla era una zona de terraplén, que en tiempos había sido un vertedero, pero ya no se usaba: cinco acres a la orilla del río heredados de su padre, que se había dedicado a los derribos y a la compraventa de chatarra.

El escritor había publicado hacía cuarenta años una novela que causó revuelo, y unos cuantos relatos y algunos poemas. Aún tenía los recortes de prensa, pero ya estaban amarillentos y quebradizos y él nunca los miraba. Si los hubiese sacado de la cubierta de celofán de su álbum de recortes, se habrían desmenuzado en polvo.

Después de la primera novela empezó una segunda, pero no llegó a terminarla. Gradualmente, mientras escribía, se iba acumulando una repugnancia por sus propias palabras que acababa ahogándole y no podía soportar ver sus palabras en un pedazo de papel. Era como arsénico o plomo, que se acumulan poco a poco en el cuerpo hasta que llegan a un cierto nivel y entonces... tarareaba el estribillo del Blues del hombre muerto de Jelly Roll Morton.
…………………………
Por la mañana solía quedarse echado en la cama y veía enrejados de palabras mecanografiadas delante de los ojos, que se movían y cambiaban cuando intentaba leerlas, pero nunca podían. Pensaba que si lograse al menos copiar aquellas palabras, que no eran palabras suyas, podría conseguir componer otro libro y entonces… si, y entonces, ¿qué?
………………………………
Una mañana vio palabras escritas a mano en vez de las escritas a máquina e intentó leerlas. Algunas de las palabras estaban escritas en trozos de cartón y otras en papel blanco de escribir a máquina y todas tenía el trazo de su letra. Algunas de las notas estaban escritas en el fondo interior de una caja de cartón de unos siete centímetros por diez. Los lados de la caja habían sido parcialmente arrancados. Miró atentamente y entendió una frase: “el destino de otros”.
…………………………….
En un trozo de papel leyó: “2001”.

Luego había otro hoja blanca que tenía seis o siete frases, palabras tachadas, y consiguió leer: “bueno casi nunca”.

Se levantó y escribió las palabras en una hoja de papel. 2001 era el nombre de una película sobre un viaje espacial y un ordenador llamadazo HAL que se descontrolaba. Tenía el principio de una idea para un número de ventrílocuo con un ordenador en vez de un muñeco, pero no era capaz de terminarla.

Y la otra frase “bueno casi nunca”. Vio inmediatamente que no quería decir “bueno casi nunca”, que las palabras no estaban conectadas en secuencia.

Sacó la máquina de escribir, que hacía varios años que no usaba…….

Puso papel en la máquina y empezó a escribir:"


Y escribió letras desordenadas que ayudaron a ver la luz a palabras nuevas que colocadas en un orden diferente nos ayudaron a viajar a través de Lugares conocidos desubicados en el tiempo. Con Él buscamos las Tierras del Occidente.

"¿Cuanto tarda un hombre en aprender que no quiere, no puede quere, lo que "quiere"?.

Has de estar en el Infierno para ver el Cielo. ATisbos de la Tierra de los Muertos, relampagueos de alegría serena intemporal, una alegría tan vieja como la desesperación y el sufrimiento.

El viejo escritor no podía escribir más porque había llegado al final de las palabras, el final de lo que puede hacerse con palabras. ¿Y depués?"
Algo de "Tierras de Occidente" - William Burroughs

martes, junio 02, 2009

En ratos de ocio, Más Cine, por favor.

Buenas tardes: Sólo daros unos consejos a los niños y a los no tan niños, tomando como prioridad EL CINE: Para decir NO A LA VIOLENCIA, (ver la película !Y si no, nos enfadamos!. ) NO hacer preguntas tontas, ( Ver la peli "La familia bien, gracias".). Niñas, ayudad a mamá a las tareas domésticas, (Ver la peli "La Cenicienta". ). NO decir mentirijillas, (Ver la peli: "Sexo, mentiras y cintas de video". ) Para NO ser perezosos por la mañana, (Ver la peli: "La Diligencia").

NO hay que fumar, (Ver la peli "Arderás conmigo") NO ensuciaros la ropa: (Ver la peli: "Con arena en los bolsillos"); Hay que espabilar para llegar pronto a clase: (Ver la peli: "Abre los ojos")
NO hay que suspender el examen de gimnasia: (Ver la peli: "Murieron con las botas puestas").
NO hay que chivarse: (Ver la peli "Testigo de cargo") NO tengais enemigos en el recreo: (Ver la peli: "Tu a Boston y yo a California"). NO ser vosotros los firmantes de las notas: (Ver la peli: "El Padrecito") NO taparos con la manta cuando suene el despertador: (Ver la peli: "El Resplandor") NO seais glotones: (Ver la peli: "Mortadelo y Filetón"). Y para los más chulitos porque son empollones y se las saben todas: (Ver la peli:"La Hoguera de las Vanidades")Para hacer bien la digestión os desearé buen provecho y si en casa os dicen que menos chuches y más verduras, ya sabeis: (Ver la peli: "Tomates verdes fritos". Y nunca, nunca, os lo creais demasíado si algún profesor de mate os dice que teneis UNA MENTE MARAVILLOSA, pero ir a ver la película que es muy buena. Y si pedís permiso para orinar, pues, la peli: "A Volar, Joven" (Cantinflas os lo agradecerá desde arriba). Bueno, peques, por hoy ya está bien de hacer el payaso. Otro día me veré la guía del ocio. Tornasol.

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