domingo, junio 14, 2009

Los adioses (I). Sencillamente pasajes DE.


Entrada de personaje: “No puedo saber si la había visto antes o si la descubrí en aquel momento, apoyada en el marco de la puerta: un pedazo de pollera, un zapato, un costadazo de la valija introducidos en la luz de las lámparas. Tal vez tampoco la haya visto entonces en el momento en que empezó el año, y sólo imagine, no recuerdo, su presencia inmóvil situada con exactitud entre el alboroto y la noche”.

Maneras de mirar: “así que el enfermero tuvo que contentarse, todo el tiempo, con una expresión que no era para él, que estaba dirigida a otro, en realidad a cualquiera”.

Aquello que creemos ver. “Pero la cara conservaba bastante de lo que había sido cuando estuvo en la sombra, junto a la puerta del almacén, y tal vez algunos restos del viaje en tren y en ómnibus, y, si yo no lo estaba imaginando, de lo que era a solas y en el amor”.

La existencia fundada en la no presencia: “ellos existieron para nosotros sólo en el viaje diario, al mediodía, del peón del hotel que remontaba la sierra con la vianda y un diario bajo el brazo. Y existieron, también para mí, en las dos cartas que llegaron…”.

Lo que creemos tener: “… la existencia del pasado depende de la cantidad del presente que le demos, y que es posible darle poca, darle ninguna.”.

La creación literaria ¿la magia del creador?: “Me sentía lleno de poder, como si el hombre y la muchacha, y también la mujer grande y el niño, hubieran nacido de mi voluntad para vivir lo que yo había determinado”.

Son fragmentos de “Los adioses” que me resultan bellos, dejando muy claro que no entro en ningún momento a valorar su función en la, por otra parte difícil, novela que acabo de leer. Sencillamente me han gustado, como me ha gustado esta novela donde al final nada es lo que en principio parece ser. Interesentes “narradores”, pero esto es otra entrada...



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