martes, junio 23, 2009

LOS ADIOSES PERSONALES.

He aquí El Mono Rojo. Saltaba lleno de júbilo a pesar de ser lunes, esos días anodinos y perezosos. Tornasol lo imitaba al coincidir la misma tarde, jugando a la comba con la curva ascendente de la risa tatuada en su rostro.. Tantos inviernos camuflado entre mechas canosas, ese deambular con carpeta, del metro al tranvía, casi sin resuello salvando obstáculos: marquesinas, viento con paraguas , pasos estrechos, el cuaderno que se cae por las prisas, biombos y escalerillas. Qué suerte, cuántos lunes vestidos de sábado, o mejor, de domingo. El último, qué distinto, sin remedio, aciago, triste, como casi todos los adioses y los propios lunes. La salida. Un anochecer más, aunque lleno de acidez. Mamá -dice un niño- , parece Tornasol, ese viejo chiflado de las historietas de Tintín, pero va llorando. Era verdad. Unas lágrimas reventaron el coágulo de la garganta, Lágrimas que corrían como la sangre, sin tregua, sin pudor, retenidas hasta ese momento, en la calle, al fin libres y refrescantes. No le gustó la despedida. Ha sido brusca, imprevista para él, sin calidez, como un día de tantos, con un obsequio oloroso dejado en la mesilla de noche para mañana; sin bombones de naranja; sin conejitos sacados de la chistera del maestro; sin pellizcos en el moflete; sin un relato cercano e inédito para el que bastara un cuarto de hora. Sólo omnipresente el narrador mezquino, malpensado, juzgándonos, haciendo elucubraciones ahí, en cada segundo de nuestras vidas como una mosca pegajosa que antes se revolcó en el estiércol. A Tornasol le hubiera gustado disponer de un día más. Poder decir: "·Siempre nos quedará París" , pero tendrá que contentarse con intercambiar un libro, sorbos de te en la cafetería, dejando pasar los lunes callados, lentos como las manecillas del reloj en la sala de espera, aunque tal vez, y ójala, con nuevos hallazgos al crear otros narradores menos retorcidos, preferible que sea un omnisciente de verdad, sin malicia, hablando, por qué no, de nosotros mismos, pues ni la vida de Tornasol, ni la de sus compañeros Efímera, Peter, Palimpsestos e Hispaniola, tienen entresijos para airear, por lo que el primero, -DOY FE-, está muy orgulloso de haberlos conocido. TORNASOL.

2 Comments:

Blogger palimpsestos said...

Mi querido Tornasol,
Querido, muy querido.
Aun no he encajado esta despedida fría de un junio recalentado.
Yo no te digo adiós, ni hasta luego.
Tú sigues estando, tú no puedes abandonar. Dónde, dime donde, está ese coraje que me has enseñado.
No puedes, no lo hagas
Lo lamentarás, lo lamentaremos.
Yo ya lloré bastante, mis lágrimas, quien me mandaría a mí encontrar este título, no quieren ni salir, incrédulas: no es cierto!
Yo quiero seguir aprendiendo de ti. Todos.
Cada día, y digo bien cada día, me has enseñado algo, y ya sabes que no hay que dejar aprender nunca, hasta el último suspiro del último día.
Descansa y recupera fuerzas. Deja que tus ojos vuelvan a ser como eran, o como tienen que ser.

9:38 a. m.  
Blogger peter pan said...

Mi buen amigo y muy querido Tornasol. Como siempre ando más de un lado que de otro, cayendo desgraciadamente del lado en el cual menos tiempo debería de estar. Como estoy/soy que no me entero voces amigas de este lado que es el bueno me hicieron poner los sentidos donde debía y miré que no ví lo que había en la trasera de los "adioses personales". Una ada que se queda en su reino, quizá desantendido ultimamente. Un ada que regresa a su reino y que abandona físicamente los libros amigos de la estantería, la silla color amarillo y voces y alientos que te han acompañado por un tiempo. Me niego a sentir tu ausencia respetando, en cualquier caso la decisión de regresar a tu reino. Siempre, como bien sabes estarás con el "sol" y el resto de "adas".
Besos.

6:59 p. m.  

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