Semana Santa.
Jueves y Viernes Santo, días de recogimiento, de reflexión, pero no para los coches. Salen del garaje ansiosos de esparcir por la carretera su polvo incrustado, rozando a su vecino de aparcamiento con estrépito, casi con insolencia y presunción porque deja al otro allí, silencioso, atento a la gran puerta abatible, viendo cuántos compañeros anhelan por unos días la libertad. Quizás vayan a recorrer estaciones, por aquello de la Semana Santa pero, ¿volverán todos sanos y salvos? Ójala. El que queda no quiere libertad, prefiere practicar la meditación, aprovecha para orar aunque sea sólo una vez al año. Oye por la radio vecina tantas desgracias, tantas heridas irreparables. No quisiera que los otros regresen para el desguace. Desearía ver repleto de nuevo el aparcamiento, su hogar.
TORNASOL.
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