POEMA NUMERO SIETE DE TRILCE
UNA EVOCACIÓN
En este poema es de noche. Madrugada fría. Yo tengo catorce años y sueño que soy Djuna Barnes. Como otras noches, estoy acurrucada bajo el escritorio de conglomerado cojo. Sin hacer ruido, escribo. Mi padre no ha vuelto todavía, por eso, no me puedo escapar a verte dormir. A mirar cómo la ventana de tu dormitorio ya tiene las persianas bajadas. Pasar las horas recorriendo tu calle desierta. Ir a la plaza de al lado, en la esquina, con sus bancos torcidos y sus grandes adoquines grises. Escribo tu nombre. Intento buscar en mi mente palabras mágicas. Nesrin, ubicuo, azul. Sueño que las encuentro y que mañana cuando las recibas, anónimas, me amarás. Oigo a mi madre llorar. Luego suspira, luego se duerme. Mi pequeña ciudad duerme. En el bosque de la noche.
En este poema es de noche. Madrugada fría. Yo tengo catorce años y sueño que soy Djuna Barnes. Como otras noches, estoy acurrucada bajo el escritorio de conglomerado cojo. Sin hacer ruido, escribo. Mi padre no ha vuelto todavía, por eso, no me puedo escapar a verte dormir. A mirar cómo la ventana de tu dormitorio ya tiene las persianas bajadas. Pasar las horas recorriendo tu calle desierta. Ir a la plaza de al lado, en la esquina, con sus bancos torcidos y sus grandes adoquines grises. Escribo tu nombre. Intento buscar en mi mente palabras mágicas. Nesrin, ubicuo, azul. Sueño que las encuentro y que mañana cuando las recibas, anónimas, me amarás. Oigo a mi madre llorar. Luego suspira, luego se duerme. Mi pequeña ciudad duerme. En el bosque de la noche.
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