lunes, abril 17, 2006

Samuel Beckett, por Declan Kibered

Cuando se produjo el Levantamiento de Pascua (N. de R.: El movimiento armado fallido que se produjo en 1916 por la independencia de Irlanda), Samuel Beckett tenía diez años. La rebelión prácticamente no alteró en nada la vida de sus padres y vecinos: las relaciones con los sirvientes y los comerciantes locales continuaron igual que siempre. El trabajo de su padre, técnico en cálculo de materiales, no se veía amenazado en absoluto: de hecho, si la destrucción de edificios era grande, sólo podría acusar un aumento. Allá en Foxrock, y bien alejada de los enfrentamientos, la familia veía los sucesos como "algo parecido a una irritante pelea de gatos" (Deirdre Bair). Hacia el final de la semana, Bill Beckett llevó a sus dos hijos a la cima de la colina local, desde donde se podía ver con claridad el centro de la ciudad en llamas. Empezó a reír como alguien que estuviera mirando los fuegos artificiales de una celebración, pero "Sam quedó tan profundamente conmocionado que hablaba de ello con temor y con horror más de sesenta años más tarde".Se cita esa estampa como prueba de que Samuel Beckett, desde el comienzo mismo, se sintió distanciado de la Irlanda que emergía, aunque, en realidad, la gran mayoría de los dublineses compartiría su experiencia en la Semana de Pascua. Los dublineses no habían votado a favor (o en contra) de las fuerzas que protagonizaban el Levantamiento, así como no tendrían la posibilidad de votar a favor (o en contra) del Tratado Anglo-Irlandés de 1921. La suya era una historia que siempre parecía acontecer en su ausencia, o al menos sin su participación activa, y muchas veces, grandes sectores del público habían estado demasiado aburridos o demasiado aterrados para siquiera observar mucho tiempo como espectadores impotentes. Para muchos, la vieja Irlanda había dejado de existir después de las hambrunas de la década de 1840 y las grandes migraciones a Inglaterra y América del Norte: lo que quedaba era un tremendo silencio, un vasto vacío, lo que un poeta llamó "una terrible ausencia que barre la tierra" (Brendan Kennelly). El efecto de esos desastres fue hacer que los irlandeses se sintieran como extranjeros en su propio país.Para el joven Samuel Beckett, esa sensación de distanciamiento había sido más aguda todavía. Sus padres, a diferencia de otras familias protestantes, no eran partidarios del Imperio, pero sin duda tampoco eran irlandeses republicanos. Vivían en algo así como un vacío cultural: "Foxrock evitaba deliberadamente mucho de la cultura popular irlandesa, aunque lamentablemente proporcionaba poca cultura inglesa, alta o baja, que poner en su lugar" (Vivian Mercier). No sorprende entonces que su hijo se estableciera finalmente en el vacío; muchas décadas más tarde, éste recordó su sensación de descontextualización y perplejidad:"...cuando empezaste sin saber quién eras desde Adán probando cómo funcionaría eso o un cambio sin saber quién eras desde Adán ninguna idea de quién era yo diciendo lo que estabas diciendo en el cráneo de quién estabas metido en el gemido de quién..."