jueves, abril 06, 2006

Perdurar

Compañero de Quintín Compson en la Universidad. Representante del Norte, de lo que llegó después de la Guerra. De la nueva realidad, por lo tanto personaje aparentemente frío y muy despegado de emociones a la hora de relatar lo acontecido en el Ciento de Stupen. Utilizado por el autor para colocar los diferentes fragmentos del relato de modo que ayude al lector, si bien muy al final, a ordenar toda la información que ha ido recibiendo a lo largo de la lectura de la novela.

En comparación con el resto tiene un lenguaje muy conciso y preciso. Puntual. Desprovisto de cualquier adorno.

Con 19 años, de piel rosada, gordo, sin pelo, fumaba pipa y llevaba gafas. Este es el retrato que tenemos de Shreve. Del campo semántico que le rodea se puede llegar a deducir una sexualidad ambigua y que entre ambos, Quintín y él, pudo llegar a existir algún tipo de relación sexual, pero está de cualquier modo muy levemente insinuada y es más la sensación que sentimos a través del lenguaje “... se arropaba en el batín, como antes se había abrazado dentro de su piel rosada y desnuda, sin vello casi…” que hechos. Ayuda igualmente la circunstancia de que nos presenta a los dos en un solo cuarto, cerrado, confundiendo sus alientos y juntando sus espaldas. Hay mucho de físico en el lenguaje que los relaciona a ambos.

Pero este joven tiene un importante papel en la novela. Al igual que Judith entrego la carta de Carlos Bon a la abuela de Quntin, Quintín cuenta la historia a su amigo Shreve en un intento perdurar. En un afán de hacer conocer a alguien más el pasado, la historia, su propia vida, le importen poco o mucho al que lo escucha, al que lo recibe. Es el mismo intento de perdurar más allá de la muerte que animó a Judith a entregarle la carta de Carlos Bon a la abuela de Quintín.