lunes, abril 17, 2006

BecKett

Poco asombra que el protagonista de sus primeros relatos terminara considerando que su verdadero hogar es "ningún lugar hasta donde logro ver". Pero ese ningún lugar, con el tiempo, revelaría ser una bendición artística. Haría de Beckett el primer dramaturgo realmente irlandés, por la primera ausencia verdaderamente absoluta de los elementos artificiales del irlandesismo. Si Fanon podía reprender a los nacionalistas negros por olvidar que los "negros" estaban desapareciendo, Beckett podía ofrecerle un servicio similar a su gente. En esto, además, era extrañamente representativo de esa mayoría silenciosa de compatriotas isleños que seguían siendo "demasiado irlandeses para ser nacionalistas".Lo que comenzó en la mente del joven en aquella colina de Dublín, en 1916, fue lo que el escritor Aijaz Ahmed llamaría mucho más tarde "un nacionalismo del duelo". El propio Beckett se burlaría diciendo que si todos los que sostenían haber estado en 1916 en la Oficina de Correos (N. de R.: Cuartel de los rebeldes) realmente hubiesen participado, el edificio habría estado hasta el tope. En "Murphy", la primera novela que publicó, ambienta allí una escena maliciosa: un místico de Cork llamado Neary se convence de que el "trasero inmortal" de la estatua de Cuchulain (N. de R.: Héroe mitológico irlandés) quiere "hacerme apartar la vista", y toma por lo tanto medidas al respecto:"...Neary se había descubierto la cabeza, como si el terreno sagrado significara algo para él. De repente, arrojó su sombrero a un costado, corrió hacia delante, agarró de los muslos al héroe agonizante y comenzó a golpear su cabeza contra las nalgas de aquél, si se las puede llamar así".El libro se toma libertades similares con un miembro de la Garda Siochána (Guardia Civil) "de grandiosas proporciones", y con el nuevo Estado al que representa; se describe a un personaje como "famoso en todo el mundo civilizado y en el Estado Libre de Irlanda".Esa burla era el pago en especias que hacía Beckett por la prohibición de su primer libro ordenada por los censores del gobierno, de cuya lascivia se mofa poniendo la frase MUSICA MUSICA MUSICA en negrita como una "sucia sinécdoque" del acto sexual. En otro momento, después de describir un beso como "la ósmosis en cámara lenta de la baba del amor", agrega jocosamente: "El pasaje anterior está cuidadosamente calculado para pervertir al lector culto". En general, su tratamiento del nuevo Estado puede resumirse en el adagio del libro: "La turba puede ser obligatoria en el Saorstát, pero uno no necesita llevarse una provisión personal a Newcastle". En la década de 1920 y los comienzos de la de 1930, Dublín estaba en las garras de un revivalismo triunfalista que día a día se volvía más autocongratulatorio y más censor, y el nacionalismo literario seguía siendo la moda dominante. Muchos poetas mediocres, temiendo no poseer el coeficiente de irlandesismo requerido, lo buscaban en imitaciones mecánicas de la prosodia gaélica. Y Beckett era despiadado:"Esta visión del asunto no le parecerá extraña a nadie que conozca la clase de poetastro que Ticklepenny sentía su deber a Erin constituir, tan libre como un canario (cantando) a la quinta de la tónica (un sacrificio cruel, pues Ticklepenny hipaba rimas malas) y en la cesura tan forzado y abrupto como su propio flato divino y, en otros aspectos, repleto de tantas bellezas menores de la turbosa prosodia gaélica como las que podrían sacarse de una jarra de cerveza de Beamish. No sorprende que se sintiera un hombre nuevo lavando las botellas y vaciando los orinales de los trastornados mentales de mejor clase".Frente a esas represiones, la respuesta de muchos hijos de familias protestantes en la década de 1920 fue el regreso a Inglaterra, que para ellos seguía siendo la madre patria; pero en Londres, Beckett fue absolutamente desdichado. Tratado como un Paddy, sentía como una ordalía humillante actos sencillos como el pedir un taxi o comprar el periódico. Esa es la doble carga de Murphy, que puede estar en abierta rebelión contra el revivalismo irlandés, pero que, en todo caso, es más crítico aún con respecto a la Inglaterra de la década de 1930. El protagonista experimenta el desarraigo que es la suerte final del exilado poscolonial, una situación definida con cruel claridad en la elegía que Beckett dedica a Foxrock y sus descendientes condenados en All That Fall (Todo lo que cae): "Estar en el extranjero es un suicidio. ¿Pero qué es estar en casa, Mr. Tyler, qué es estar en casa? Una lenta disolución". Ese pasaje, y los sentimientos que encierra, representa una reescritura radical de la línea mucho más optimista seguida por Synge en Deirdre de los pesares, en la primera década del siglo: "No hay otro lugar sino Irlanda donde los gael puedan tener paz siempre". En "Murphy", uno de los miedos más grandes del protagonista es el de "caer entre los gael".