UN SATISFECHO
Acabo de leer en el suplemento dominical de un conocido periódico una entrevista a un intérprete de música moderna de cierto renombre. Antes de terminarla ya me estaba reprochando haberla empezado ante el cúmulo de lugares comunes contenidos tanto entre las preguntas como entre las repuestas. Claro que me está bien empleado.
Sin embargo, a pesar de los tópicos, hay dos pasajes de la entrevista que me resisto a dejar pasar sin comentario. Se refiere el primero de ellos a la obligada pregunta a esta clase de famosillos sobre cuál es su peor defecto. Es sorprendente lo cerca que los defectos confesados están de las virtudes. Y así puedes formar un florido ramillete que va desde ser un perfeccionista a exigirse demasiado, pasando por no saber mentir. Es para decir: “tipo encantador este que tiene defectos tan llevaderos”. Aunque al final el elevado número de falsos viciosos te hace sospechar que tienen razón, que no saben mentir, vamos que lo hacen fatal y se les acaba notando. Será para celebrar el día en que uno de ellos confiese sin rubor, o incluso con él, que es más agarrao que un chotis o que la envidia le produce ataques de ictericia que precisan de atención médica urgente. Temo que será vana mi espera.
En cualquier caso este primer asunto no es tan grave, al fin y a la postre es muy humano no ser demasiado consciente de tus defectos. El segundo es mucho peor. A la `pregunta de si se arrepiente de algo, el entrevistado, o entrevistada, contesta invariablemente que no. Y ¡ojo! que no es un no dubitativo, emitido tras un, aunque sólo sea, amago de reflexión, no, qué va; es un no categórico, un punto insolente, como diciendo: “Pero ¿es que tengo yo cara de arrepentirme de algo? ”(el efecto gana mucho en el formato de entrevista audiovisual).
Por sorprendente que parezca, esta respuesta no es privativa de lo que he llamado famosillos, artistas y celebridades de medio pelo, de los que en principio nadie espera elevadas dosis de prudencia y sentido común. Auténticos intelectuales de culto, personalidades de la política, las artes y las letras, con la pátina de supuesta mesura que da la edad, reaccionan de la misma manera ante la pregunta de marras.
Y si digo que esta respuesta me parece más grave que la primera es porque considero que sólo una absoluta estupidez y/o la vanidad más insufrible pueden explicarla. ¿Es posible que alguien sea tan necio o tan pagado de sí mismo como para no desear haber obrado alguna vez de forma distinta a como lo hizo? Pues sí, es posible. Pero es que para remachar el clavo, algunos añaden aquello de : “No reniego de nada, pues gracias a todo lo que he vivido he llegado a lo que soy”. Ya lo vemos, querido, un perfecto zoquete es lo que has llegado a ser; o, como suele decir mi madre, un satisfecho.
Etiquetas: El pobrecito parlanchín
3 Comments:
Hispaniola: No sé de lo que te arrepentirás tú pues aún no estoy al loro de tus aciertos o meteduras de pata en la vida,
-supongo que de varias cosas, como yo-, pero de lo que sí te tienes que arrepentir es de no haber hecho, además de Leyes, también
Periodismo, pues LO BORDAS. Tornasol.
Eres muy amable,Tornasol,pero creo que lo de las buenas maneras se te está subiendo a la cabeza.
Tambien llamdos "encantado de haberse conocido". Lo peor es que son espejo en el que se miran tantos jóvenes y no tan jóvenes. Aun diría más: es que son imitados.
Fokin incultura!
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