lunes, septiembre 04, 2006

Edith Wharton

Ahora el placer de “Los niños”, una de las novelas menos conocidas de Warthon, es mucho mayor que sólo su vital actualidad. La acción trepida, los personajes son ricos y coherentes, las descripciones tienen precisión, las metáforas derrochan originalidad. Pero eso es algo que uno da por hecho en un nombre como Edith Warthon. Más aún cuando se leen oraciones tan brillantes que parecen sin esfuerzo: "Continuó abrazándola en silencio, escuchando el repiqueteo de la lluvia en la ventana a medio abrir y sintiendo el frío olor a cementerio de la tierra en otoño...".
"La vejez no existe; sólo existe la pena. Con el paso del tiempo he aprendido que esto, aunque cierto, no es toda la verdad. Otro generador de vejez es el hábito: el mortífero proceso de hacer lo mismo de la misma manera a la misma hora día tras día, primero por negligencia, luego por inclinación, y al final por inercia o cobardía."“Una mirada atrás”, memorias de Edith Wharton