Yo también leí “Almas Grises”
Peter Pan,
Yo también leí “Almas Grises”. Reconocí la literatura de calidad, a mí me costó centrar la escena en los albores del siglo XX, hace casi 100 años! Tal vez por el lenguaje, crudo lenguaje del policía narrador, o es aspereza, o tal vez es que, aunque él mismo reconoce no tener formación, yo había imaginado que tendría una cierta “amabilidad” de formas.
Me llaman la atención especialmente los personajes femeninos:
Clélis,
Clémence,
Belle de Jour y
Lysia,
Imprimen carácter a la obra, le dan el color y todas ellas mueren de forma no natural, violenta, prematuramente. Todos los demás son de alguna forma "almas grises".
Tan solo los personajes femeninos secundarios se salvan de la “quema”: Barbe, Berthe, Joséphine, Louisette.
Magistral ese juego con el lector: hacerle creer lo que no es. Descubrir a la vez, narrador y lector que aquel a quien habíamos dado por culpable, no lo era, y que el que creíamos que había sido ajusticiado injustamente, era el verdadero culpable.
Creo, Peter, que el narrador no quiere reconocer el peso que carga, distrayendo la atención al otro crimen en medio de aquel horror: haber matado al pequeño, a su propio hijo, antes casi de que empezara a vivir, y con ello, todo lo que quedaba de su Clémence, ese me ha parecido el objeto de su “confesión”.
Yo también leí “Almas Grises”. Reconocí la literatura de calidad, a mí me costó centrar la escena en los albores del siglo XX, hace casi 100 años! Tal vez por el lenguaje, crudo lenguaje del policía narrador, o es aspereza, o tal vez es que, aunque él mismo reconoce no tener formación, yo había imaginado que tendría una cierta “amabilidad” de formas.
Me llaman la atención especialmente los personajes femeninos:
Clélis,
Clémence,
Belle de Jour y
Lysia,
Imprimen carácter a la obra, le dan el color y todas ellas mueren de forma no natural, violenta, prematuramente. Todos los demás son de alguna forma "almas grises".
Tan solo los personajes femeninos secundarios se salvan de la “quema”: Barbe, Berthe, Joséphine, Louisette.
Magistral ese juego con el lector: hacerle creer lo que no es. Descubrir a la vez, narrador y lector que aquel a quien habíamos dado por culpable, no lo era, y que el que creíamos que había sido ajusticiado injustamente, era el verdadero culpable.
Creo, Peter, que el narrador no quiere reconocer el peso que carga, distrayendo la atención al otro crimen en medio de aquel horror: haber matado al pequeño, a su propio hijo, antes casi de que empezara a vivir, y con ello, todo lo que quedaba de su Clémence, ese me ha parecido el objeto de su “confesión”.
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