miércoles, agosto 02, 2006

ES DE NOCHE

Un grupo de jóvenes ríe. Están comiendo pipas, sentados en el banco. Lo único que ilumina su conversación es una noche serena, clara. Desde mi cristal, se pueden ver todas las estrellas del mundo. Algunas son mentirosas, parpadeo de aviones. Yendo. Enigma. Una señora con una gran pinza color pistacho en su pelo; vestida con bata de flores rosa, se inclina. Deja la bolsa de basura sobre la acera. Curiosa, rebusca en un montón de muebles abandonados. Curva más la espalda y arranca un perchero. Tan pequeño que parece de juguete. Lo examina de un extremo al otro. Se lo coloca debajo del brazo y vuelve a caminar. Tal vez esa estrella que pasa sobre mi tejado vaya a la otra parte del universo. Mi bisabuela Amada, nunca se creyó lo del hombre y la luna. Enigma. Nunca más he conocido a nadie con ese nombre. ¿Por qué puedo recordarla a ella y no a su hijo, mi abuelo?. Un gato, lento pasar perezoso, cruza el seco trozo de césped del edificio. Tan pequeño, que la mujer del perchero casi lo pisa. Se sube la bata hasta los muslos, se tambalea un poco, pero el gato no huye. Lo coge con cuidado, aunque sus manos son tan gruesas que el animal desaparece entre los dedos. Ahora la mujer lo besa. Lo posa en su pecho y vuelve a caminar. La estela de besos sigue hasta doblar la esquina. No sé porqué los ojos se me van siempre al mismo sitio. Hay soledades que sólo son escaleras hacia un portal iluminado. No se está tan mal. Bien recibidas, te sonríen. La noche de julio me trae un regalo. Fuegos artificiales, palmeras, remolinos dorados del otro barrio. Verbena de pasodoble y triunfitos. U2 modestos. La señora ha abandonado el perchero en el césped. Un niño se escapa de la mano de su padre y corre hacia allí. Si no se lo lleva va a patalear. El niño dice que no, que quitando los ganchos será una espada de guerrero o mejor, de corsario negro. Bien mirado, podría darle una capa de barniz; creo que nos queda un poco en casa hijo, de la última reforma de tu madre. El niño alza los puños y sonríe. Consiente en volver a coger la mano. No entiende por qué para cruzar la calle tiene que ser así. Si ahora es de noche papá. ¿No ves que no hay ninguno?. Enigma. El padre no contesta. Tiene tentación de ir hacia los muebles abandonados pero un vecino le para. Le comenta que ya lo tiene todo listo para Benidorm. En Cullera, por lo visto, hay medusas a montones. La suegra siente pánico sólo de pensarlo. Además, Benidorm es muy vertical, con grandes carteles. Y muchos espacios abiertos con verde y eso, para que a los críos puedas soltarlos tranquilo. El niño corretea y salta. Papá, ¿Nosotros vamos a ir a Benidor algún día?. Otro misterio. Vuelve a coger su minúscula mano, silbando. El niño, también lo intenta. Esto sólo han sido tres minutos de una noche de mi vida. ¿Cuántas estrellas habrán nacido en este intervalo?. Si tuviera dinero, las visitaría todas. Mi bisabuela decía, mi niña, se puede uno hacer a todo menos al hambre. El hambre es mu mala. Hace que los hombres se asilvestren; tantas preocupaciones que hay; cómo se van a gastar tantos dinerales para ir a la luna. Además, mi niña, quién le ha dicho a nadie que ella quiera ser invadida. ¿Soñarla será como invadirla?. Ya se ha asomado tras las antenas. Puedo taparla con la palma de mi mano. Enigmas de perspectiva.