lunes, diciembre 10, 2007

... y de nuevo hola a todo el mundo.




“Y acudió nuevamente a mi espíritu, mientras me iba volviendo a vencer el sueño, la idea de que mis noches no tenían luna y de que la luna nada tenía que ver con mis noches, de modo que aquella luna que acababa de ver cruzando a través de la ventana, evocándome otras noches, otras lunas, nunca la había visto en realidad, me había olvidado de quién era (no me faltaban motivos) y había hablado de mí como hubiera podido hablar de otro, caso de tener absoluta necesidad de hablar de otro. Si, me ocurre y me volverá a ocurrir olvidarme de quién soy y comportarme ante mí mismo al modo de un extraño. Entonces veo el cielo distinto y también la tierra se envuelve en un sueño de falsos colores. Parece un descanso, pero no lo es en absoluto, me deslizo contento por la luz ajena, la que en otro tiempo hubiera debido de ser la mía, no voy a negarlo, y luego sobreviene la angustia del regreso, no os voy a decir adónde, no puedo, quizá a la ausencia, siempre hay que volver, no sé nada más, no es bueno estarse allí, tampoco está bien marcharse.”

Molloy – Samuel Beckett.


Ocurre que, y pesar de la dificultad de este texto, de sus continuas contradicciones, de sus no lugares, del aparente sin sentido o bien de la pérdida que a ratos experimentas que de repente aparecen fragmentos así, como el que acabo de copiar. Aparece con él, con el fragmento, imagino que el escritor y casi diría que el hombre que escribe (a veces no es lo mismo), que dando un descanso al personaje, y de paso al lector, regala a modo de premio este, para mi modo de ver, maravilloso fragmento de escrito en el cual se habla de muchas, de muchas cosas, que casi funciona como relato, quizá un relato al que podríamos llamar “La angustia del regreso” y es angustia la que quizá sintamos los habitantes del blog.

La angustia del regreso provocada por la ausencia. Creo que hemos estado en un cielo distinto, con distinta luna que alumbró durante unos segundos que nunca olvidaremos un mundo no digo que de falsos colores, pero si desde luego era, fue otro mundo. Ahora deslizándonos por la luz ajena, por la luz de ese mundo, volvemos al nuestro y enlazando con el comienzo sobreviene la angustia. Todas sabíamos que había que volver “no es bueno estar allí” si bien y como finaliza el fragmento “tampoco está bien marcharse”.

De todas formas de regreso a este, que pensamos es nuestro mundo, a nuestra luna y a nuestros colores nunca nadie nos podrá arrebatar nuestra presencia en el otro, del que sólo nosotras, nosotras las Desoladas sabemos que existe y que es real.

Y como ya estamos en éste, ya tocamos realidad.

A saber. Conferencia sobre Joseph Conrad en La Casa de América. Dos esforzadas alumnas del Taller El Mono Rojo, con su Directora al frente (ella en otro acto paralelo al nuestro) nos desplazamos el día 3 de diciembre. Bien mesa redonda (compuesta por autores todos ellos latinoamericanos) para hablar de este buen hombre. A estas alturas poco os puedo contar, que no sepamos, sobre el autor en cuestión. Su libro “El corazón de las tinieblas” fue “desmenuzado” hace ya dos años en El Taller. No obstante escuchar a gente que sabe es siempre altamente recomendable, sobre todo si ellos, los que saben, no se nos van por las ramas como ocurrió en parte de la conferencia. De ellas, de las ramas, bajaron de la mitad hacia delante cuando se centraron, sobre todo y de manera ya definitiva en el libro al que he hecho mención anteriormente.

Se hablo, y resulto curioso, de las “parejas” que en el relato existen. Y de pronto te das cuenta que es cierto:

Hay dos ríos. El río Támesis y el río Congo.
Hay dos barcos: en uno de ellos la historia arranca. En él se narra la historia y en el otro se remonta el río, viaje objeto del relato.
Hay dos clases de ser humano bien diferenciadas: el hombre “civilizado” y el hombre “salvaje”. Léase tal y como lo he escrito, entre comillas ambas palabras.
Hay dos colores para cada uno de esos tipos de hombres: blanco, para el civilizado y negro para el salvaje.
Hay dos orillas: una de luz y la otra de sombra.
Hay dos mujeres. Una negra que aparece “salvaje y espléndida a lo largo de la orilla iluminada” y una blanca que habita una ciudad que parece “un sepulcro blanqueado rodeado de sepulcral silencio”.
Dos voces: Marlow voz que nos narra la historia y Kurtz, voz que nos llega hasta prácticamente el final en las voces de otros, es decir Kurtz hasta prácticamente el final es una voz.

Otro concepto interesante que se dijo en la mesa redonda fue que el personaje de Kurtz al creerse o sentirse casi como una divinidad experimenta la soledad. Los dioses están solos. Y al estar solo y creerse un dios evoluciona o más bien llegar a convertirse en un ser brutal (“El horror, el horror”). Ese viaje del ser humano a los infiernos a la barbarie.

Se habló de la técnica del escritor al escribir la narración: la narración es muy rápida pasamos del río Támesis al río Congo y regresamos en pocas hojas. No obstante la sensación que se tiene es que todo transcurre lentamente. La narración esta plagada de “ecos”. Leemos y vamos escuchando ecos de lo que está por llegar, ecos de lo que vamos a ver. Y si bien de entrada no acabamos de entender el eco como el río nos lleva y nos arrastra hacia la fuente del ruido, hacia el origen del eco, de forma que cuando lo encontramos, encontramos el origen del eco, todos los ecos anticipados o anteriores se justifican y la narración adquiere todo el sentido.

El libro tiene dos lecturas si se quiere: una poética es bellísimo en sus descripciones y en el modo de contarlas hay un componente de poesía importante y a la vez tiene una lectura política es una crítica feroz al comportamiento de las potencias europeas en África.

Se habló de que el relato tiene un gran brillo interior. Se comentó la habilidad del escritor para tomar de la realidad argumentos para hacer dentro del relato realidades convincentes.

Se comentó la habilidad del autor. Conrad utiliza a Marlow como narrador de la historia a la vez que es protagonista de la misma, circunstancia esta que produce en el lector una sensación de autenticidad, pues narra alguien que estuvo presente en los acontecimientos que se narran. No obstante Marlow, en ocasiones es un poco ambiguo. No se pronuncia, nunca llega pronunciarse. En esos momentos complicados Marlow se sale del relato y vuelve al barco con sus compañeros en el río Támesis. Quizá de esta forma Conrad evita tener que pronunciarse claramente sobre determinados temas, pero a la vez, esta diversidad de planos en la narración (narrador interpuesto) transmiten al lector una sensación de de una gran verosimilitud. Se apuntó allí, que era una forma mediante la cual Conrad, el autor, quedaba como “el bueno”, mientras que el personaje de Marlow se pone de manifiesto una cierta ambigüedad.

Quizá se dijeron más cosas, de hecho se dijeron, pero se pueden hablar en otra ocasión. Al finalizar la mesa uno de los participantes de pronto, hablando de narradores y relatos, de novelas y ficciones hizo una pequeña reflexión, me pareció lo más interesante de la tarde: a la hora de escribir tenemos que ser capaces de mirar lo cotidiano como si fuera una cosa extraña.

En este camino de aprendizaje al que nos incorporamos de nuevo procuraré ponerlo en práctica.

1 Comments:

Blogger Efímera said...

Entre dos pisos del palacio.Arriba y abajo.El taller y la charla del ginecólogo.Pobre Ago. Y pobres peruanos,trepanados tres veces.
Peter dice que en Conrad, los escritores no estaban.De los elfos latinoamericanos sé mucho: buscando a caperucita se comen a la abuelita o abuelito.Qué pena de generación light.Para ellos y para nosotras un poema de Jaime, mi querido Gil de Biedma:


NO VOLVERÉ A SER JOVEN

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

"Poemas póstumos" 1968

10:31 p. m.  

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