Mito, aventura y realidad
Vargas Llosa ha concebido La casa verde como una novela de aventuras como un relato dominado por los acontecimientos y las grandes conmociones colectivas. Esta nueva vorágine de la acción humana desatada contra las fuerzas sociales y los elementos naturales, es un relato hermano de La ciudad y los perros, fiel a la misma impulsiva descripción de actos. Pero la presencia de la aventura estaba amortiguada en aquella primera novela por su cuestionamiento moral, que en La casa verde se ha retraído y subyace en un nivel menos visible. En ese sentido, ésta es una novela menos lastrada por consideraciones ajenas a lo novelístico: ha sido elaborada, literalmente, como una pura obra de arte – autónoma, completa, imparcial-, lo cual no significa que sea decadente, conformista o poco testimonial, sino que quiere atenerse a términos estrictamente literarios.
Si algo se reprochaba así mismo el autor de La ciudad y los perros era la ausencia relativa de esa dimensión mítica que cobraba la vida colegial para un cadete del Leoncio Prado; esa ficción suprema que se inventaba, para justificarse frente a la realidad externa, con los instrumentos de un código secreto, un uniforme prestigioso, una tradición de machismo, una mentira propagada y consagrada por los años: “ Yo quería también, en ese sentido, dar una visión mítica del colegio, de una serie de actos en los que nadie cree, pero en los que todos están obligados a creer: en fin, leyes convencionales, sociales, ideas que son automáticamente incumplidas en la práctica, de hecho, pero que todos se sienten obligados a respetar de una manera externa o verbal". En tal nivel, que el cadete típico asumía, la existencia leonciopradina se volvía casi leyenda. Consciente de que no había logrado esa dimensión a su primera novela, Vargas Llosa quedó obsesionado con la posibilidad de darle entrada en la segunda. En El Mono Rojo se ha insistido suficientemente sobre el influjo decisivo que tuvo en él el arte de las novelas de caballerías y su ilustre modelo Tirant lo Blanc. Hablando de Martorell y su creación, Vargas Llosa casi ha explicado su propio intento y hasta se ha adelantado a algunas objeciones previsibles:
Novela de caballería, fantástica, histórica, militar, social, erótica, psicológica: todas esas cosas a la vez y ninguna de ellas exclusivamente, ni más ni menos que la realidad. Múltiple, admite diferentes y antagónicas lecturas y su naturaleza varía según el punto de vista que se elija para ordenar su caos. Objeto verbal que comunicala misma impresión de pluralidad que lo real, es, como la realidad, objetividad y subjetividad, acto y sueño, razón y maravilla. En esto consiste el realismo total, la suplantación de Dios. ¿ Es menos real lo que los hombres hacen que lo que creen y sueñan? ¿ Las visiones, pesadillas y mitos, existen menos que los actos?
3 Comments:
Eso es. Vas por la calle...¿Y si yo, y si ocurriese, y si por fin? No hay ser humano lúcido sin elucubraciones, sueños, pesadillas, fantasías. Incluso los que no parecen tener ya lucidez, quién sabe. Intendad imaginar a alguien que no sueñe de noche, ni imagine de día; alguien que sólo trabaje, desayune, coma y cene; todo ello sin sentirse. Eso sí que sería irreal.
¡Ay, Sabueso! Forbes publica todos los años una lista.
¡Cielos! En los verdes páramos librescos esto no ocurría. Deben de ser todos fantasmas de algún homúnculo.
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