martes, febrero 13, 2007

Una tarde en los Siete Subsuelos

Hacía mucho tiempo que no visitaba al tío Basker Vil. No porque no me guste su compañía o por falta de tiempo, sino más bien por una reluctancia inevitable. Hace falta mucha energía para adentrarse en los Siete Subsuelos. El tío Basker no estaba exactamente molesto pero sí algo displicente, como si bueno, ya que has venido, pasa. A continuación se retorció uno de los pocos bucles de pelo que le quedan y bizqueó peligrosamente. El tío Basker es descendiente directo de aquél que inauguró nuestra estirpe, aunque realmente no era él, sino otro que se disfrazó como si lo fuese. Ese es el orgullo de nuestro nombre, haber dado título a un libro inmortal sin haber existido. Y por línea materna procede de los de Vil. Sabuesos y de Vil en la misma sangre. Quizás eso explique esa ligera esquizofrenia. Me miró torvo. Puedes fumar, ¿cómo puede escribir nadie a base de infusiones? Yo, por mi parte, añadió, he decidido ingresar en la vida criminal. Quiero matar. Salir una mañana y cargarme al primero que encuentre; sin ningún motivo. Y después a otro y a otro hasta que me harte. ¿Te escandaliza? Otros matan en nombre de una ideología, como si matar por una idea rebajase la perversidad de matar a otra categoría menos criminal que matar porque sí. Aunque si yo salgo y asesino para demostrar este principio, estaría, como los demás, matando por algo, que es precisamente lo que quiero evitar. Todo esto es de lo más estresante. Parecía realmente abatido y le pregunté si le bastaría que yo os contase sus cuitas. Consintió de mal grado porque el tío Basker es bastante hepático y saturniano. Ya me despedía cuando en la estancia contigua alguien empezó a desafinar una melodía. Es Mefistófeles, me dijo el tío Basker. Se está arreglando para ir a ver al Señor; ya sabes que de vez en cuando le invita a merendar en alguna novela. No sabe que en su sabiduría Dios se sirve de él para vencer a otro todavía peor.
Dejé al tío Basker sumido en su impotencia expresiva y al irme pasé por delante de una habitación elegantemente decorada. Una anciana yacía con un puñal clavado en la espalda sobre un escritorio biedermeier. Aún tenía el bolígrafo en la mano y había escrito en un folio, esta historia es tan terrorífica que ni siquiera me atrevo a contarl
Cuántas historias esconden los recovecos de los Siete Subsuelos, pero yo tenía que pensar en el directo, el indirecto y el indirecto libre y volví a la melancolía de febrero.

1 Comments:

Blogger :-[ said...

gracias por los ánimos sabueso. os echo de menos!

12:23 p. m.  

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