domingo, febrero 11, 2007

Tragedia Apasionante, de Afchina.Tercera parte

La tensión armónica del tercer movimiento – allegro ma non troppo - unida a la melodía hace pensar que va a producirse un desenlace, desenlace esperado a lo largo de toda esta composición musical . La resolución temática está entrado en un momento culminante. El pedal liga todos los sonidos para que no escapen de ese esplendor musical. La mano derecha se desliza con avidez sobre la pista de patinaje blanco haciendo piruetas sobre las teclas alteradas. Un momento de remanso en las notas agudas haciendo pianisimos para procurar sigilo al oyente. La intriga de nuevo y la invocación ardiente de una respuesta firme. Margarita titubea, duda a través de las notas. El movimiento constante de semicorcheas se deshace en arpegios, parece que todo acaba pero en realidad no es más que un artificio musical acercándonos al desenlace de una absolución más que elocuente. Margarita está arrepentida. Ahora corre al lado del señor para contemplar, desde la colina más alta, con satisfacción la culminación de su sacrificio terrenal por miedo a un juicio injusto. Siente la placidez del triunfo, la paz del espíritu en un paraíso conocido a través de la fe y que ahora no le cabe duda de que existe. La sonata termina con un torrente de arpegios descendentes, con mucho pedal. La sonoridad de los últimos compases es brillante e intensa al igual que el final de la obra.

Margarita se sale del esquema social para sublevarse ante el altísimo, no está de acuerdo con la sentencia terrenal y quiere cambiarla, apela a la contradicción entre la razón y el corazón. Beethoven es un maestro a la hora de revelarse a los cánones preestablecidos socialmente, se considera libre y lo defiende en sus composiciones, al igual que Goethe, escritor universal y atemporal. La fuerza de sus obras, tal vez, tenga el origen en su carácter, en su forma de luchar, de transmitir esa parte de su mundo interior. Los dos genios son artesanos de su arte. El estilo es la marca indeleble de un artista. La pasión, la sabiduría, la fuerza creativa, el talento son otorgados al nacer. Pero el uso justo y hábil de las cualidades que sí tenemos, la eliminación de lo inútil, el énfasis de lo importante, y el mantenimiento de la constancia desde el principio al final, constituyen el trampolín necesario para conseguir cualquier objetivo a fuerza de trabajo y coraje intelectual. No hay duda de que tanto Beethoven como Goethe intentaban alcanzar lo sublime y que pensaban que su arte transcendería la experiencia cotidiana de nuestras vidas comunes.. El éxtasis que produce la música surge sobre todo de una especie de atención inconsciente al escuchar que hace que nos perdamos, momentáneamente, en la obra. Esto mismo ocurre con la fuerza de las palabras que nos hace asimilarnos, en muchas ocasiones, a los personajes leídos. Tanto la música de
Beethoven como la literatura de Goethe exigen una imperiosa atención que es proporcional al placer y satisfacción que nos producen sus manifestaciones artísticas.