lunes, marzo 19, 2007

Emma Zunz

Emma tiene un plan contra Aarón Loeiventhal, al que considera causante del suicidio de su padre y que es dueño de la fabrica en la que ella misma trabaja.
Sabemos que no duda, que lo ejecutara. “ La impaciencia la despierta, no la inquietud” y “El singular alivio de estar en aquel día”. Todos sus pasos, la revisación en la fabrica, los planes cotidianos con sus amigas, buscar en la zona del Paseo de Julio algún sueco o finlandés para ir con él. Nos hacen tener de ella una imagen de mujer entera, firme, vengativa, solitaria.
Pero Borges no deja nada al azar. Como gran escritor hace que todas las acciones, los adjetivos, nos lleven a ese final. Hasta los detalles más ínfimos. Emma, en un instante de zozobra “Abre el cajón; debajo del retrato de Milton Sills, donde la había dejado en la anteanoche, estaba la carta de Fain”.
Milton Sills fue un actor americano de los años veinte, muerto súbitamente de un ataque al corazón a los cuarenta y ocho años, y muy popular por su atractivo. En las fotos que se conservan de él, puede apreciarse su aire romántico, su mandíbula perfecta, sus brillantes ojos claros. Un “príncipe azul” que hace suspirar a muchas jóvenes. Emma, no deja de ser una adolescente soñadora con una vida cruel. Hace poco que ha dejado de ser una niña, está sola en el mundo, sólo su plan parece la esperanza por la justicia. Emma, ya no besa la foto de su actor favorito o la pone en la pared para admirarla. Emma la aparta y coge la carta que le recuerda su desgracia. La lee otra vez para seguir con la determinación de ejecutar su venganza.