La Tía Julia y El Escribidor
Nueve capítulos del libro presentan las historas concebidas por Pedro Camacho; ninguna llega realmente a culminar (se interrumpen con una serie de preguntas retóricas que crean el suspenso sobre su posible desarrollo:"¿Lo haría? ¿Obedecería? ¿Estallaría el disparo?, p.103): todas son en principio autónomas y completamente dispares por la calidad de sus personajes, su localización, su materia misma; todas dan un giro fantástico y exagerado a datos de la realidad, tratando de alejarse radicalmente de la experiencia humana de Camacho.Un primer problema que conviene examinar es quién narra las historias.Hay cierta ambiguedad porque, si bien es evidente que esas historias son de Camacho, no puede decirse que sean las mismas que se difunden por la radio; más que melodramas y romances propios del género, parecen deformaciones, re-escrituras de aquéllas elaboradas probablemente por la conciencia, cada vez más delirante, de Camacho.No son textos, como los que se presentan objetivamente en Pantaleón; son fragmentos caóticos y dispersos de la imagicación de Camacho, que configuran una historia de su mente. Esto es fundamental porque conecta en el plano de las vivencias privadas con el de su representación literaria; como ningún otro en las novelas de Vargas Llosa, Camacho es la encarnación viva de su conocida teoría del escritor y sus "demonios".
Etiquetas: Desde Vargas Llosa
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