jueves, agosto 28, 2008

Evidencia.

¡El colmo, Peter Pan! Estoy hasta el gorro de que con tu movimiento constante de niño hiperactivo, me restregues tu juventud a flor de piel, y encima,
con tu abundante ración de bombones, con lo que me gustan. Soy diabético, ya lo sabes,
así que no mandes más. No te pasees tanto con ese tal Palimpsestos, otro como tú,
también hiperactivo. Yo ya no doy de sí para tanto, estoy de capa caída. Me he ido
a refugiar con La Madre, porque el que la ha hecho ver la luz, aunque se esconde bajo
pseudónimo, es el Máximo de todos los Máximos. Me refiero a Gorki, como ya habreis
adivinado. Ese sí que fue un tio grande: De familia extremadamente humilde, careció
de toda instrucción normal. Su vida había de ser su único maestro. Huérfano de padre
a los seis años fue aprendiz de zapatero, pinche de cocina en uno de los barcos que
hacían la travesía del Volga, vendedor ambulante, panadero, mozo en un bufete de
abogado, etc. Todo un pequeño calvario que le familiarizó desde temprano con los aspectos más crueles de la lucha por la existencia.Así aprendió a conocer y a amar a las clases desheredadas, las que vivían en el envés del aaparatoso y brillante tapiz de la Rusia de los Zares.Así se hizo revolucionario. Alguna de sus obras como Confesión, Infancia, Ganándome el pan, etc, recogen los recuerdos de su azarosa
juventud. ¡Aprende, Peter Pan, para que nos vengas con bomboncitos helados!. Bueno,
no quiero gruñir más, pero es que a mi edad, ya sabeis, los achaques, la memoria,
Y a todo esto, ¿qué es lo que hacemos, sin seguir con los relatos? Venga, venga,
espabilad, moveros. TORNASOL.