ESTÍO, LECTURA, GALBANA E IGNORANCIA:
Estío y galbana, siestas y lectura: ¡por fin!
Más y más pequeña, así me voy sintiendo. Debería crecer, y sin embargo ocurre todo lo contrario. Cuanto más leo, más aprendiz.
Llegó el momento de hincarle el diente a Joseph Roth, y a su “Peso falso”, vuelvo a visitar los paisajes del imperio; sus últimos estertores. Me había gustado “La marcha Radetzky”. Personajes de una administración estatal que ya no controla nada, Anselm Eibenschütz, su mujer, el tabernero Jadlowker y una hembra, la gitana Euphemia. El pobre inspector de pesas y medidas no consigue evitar que su vida de desmorone, como le ocurre al imperio, cuando vida aparece el amor, pero el no está preparado. Es la frontera de una Rusia en huida. Me acuerdo de Dostoievski mientras decimos adiós a Alexander Solyenitzin, Los imagino charlando de sus exilios y de Siberia, de revoluciones y de religiones, de Rusia.
Después me voy a Hungría, otra parte del imperio: “Girasol” de Gyula Krüdy. La señorita Evelin y la indómita Malvina . Señoritas, tierras, siervos, maldiciones, sueños y realidades, y el amor que planea sobre todos ellos. Amantes que se liberan del sueño de la muerte a la voz de la amada, solo por estar a su lado, sin esperar nada. El tiempo que discurre deslizándose como el Danubio. La puszta, Buda y Pest. La pizpireta Rizuljet. Y no es cierto que no quede nada, todo está vivo y renace a través de los sueños de los antepasados que observan colgados, pacientes, que la vida se renueve, que la tragedia suceda. La prosa fluye, discurre, parece fácil, pero no te fíes de las aguas tranquilas. ¡Cuantos ahogados incautos pretendieron adentrarse a imitar la narración!
Salto en el tiempo y en el mapa: “Diario de un mal año” y un querido Coetzee, aún más añejo. El tiene la paciencia del viejo, la que me falta a mí. Me sorprende la fórmula: tres relatos avanzando en paralelo. Y Elizabeth Costelo ha rejuvenecido: ahora es Anya, una pizpireta vietnamita que coqueta con todo hombre viviente, y claro, tenía que cruzarse con el señor J.C. escritor mayor y algo cansado.
Tres bloques narrativos. Esta es la forma elegida por Coetzee. Si Dostoiewski viviera hoy, tal vez elegiría esta fórmula para los diablos actuales.
Desde Alemania le llega el encargo de escribir “Opiniones contundentes”: es el primer bloque donde opina sobre Al Quaeda, la otra vida, la narrativa, el turismo, la probabilidad o el diseño inteligente, sin olvidar, por supuesto, de criticar a Bush, esto ya me sobra, por lo evidente.
El segundo bloque es el propio escritor convertido en personaje, sus achaques, y de vez en cuando las “opiniones contundentes” que son el tema del primer bloque, chorrean sobre el segundo bloque.
En el tercer bloque habla Anya, Elizabeth habría hablado, a la que ofrece el trabajo de ayudarle a redactar y pasar a limpio sus notas; a la que no elige precisamente por su preparación intelectual, conversaciones con Anya y su pareja.
Espero que a pesar de sus achaques, J.C. acuda puntual a la cita con los lectores, conmigo.
Si vas por Australia y acudes a una lavandería, observa al viejito que te mira: sí, te está mirando, tal vez te proponga que le reescribas las notas de su próxima novela, el dirá que tal vez sea la última, pero yo no me lo creo.
La próxima vez os contaré algo desde Japón sobre la “La fórmula preferida del profesor”.
Más y más pequeña, así me voy sintiendo. Debería crecer, y sin embargo ocurre todo lo contrario. Cuanto más leo, más aprendiz.
Llegó el momento de hincarle el diente a Joseph Roth, y a su “Peso falso”, vuelvo a visitar los paisajes del imperio; sus últimos estertores. Me había gustado “La marcha Radetzky”. Personajes de una administración estatal que ya no controla nada, Anselm Eibenschütz, su mujer, el tabernero Jadlowker y una hembra, la gitana Euphemia. El pobre inspector de pesas y medidas no consigue evitar que su vida de desmorone, como le ocurre al imperio, cuando vida aparece el amor, pero el no está preparado. Es la frontera de una Rusia en huida. Me acuerdo de Dostoievski mientras decimos adiós a Alexander Solyenitzin, Los imagino charlando de sus exilios y de Siberia, de revoluciones y de religiones, de Rusia.
Después me voy a Hungría, otra parte del imperio: “Girasol” de Gyula Krüdy. La señorita Evelin y la indómita Malvina . Señoritas, tierras, siervos, maldiciones, sueños y realidades, y el amor que planea sobre todos ellos. Amantes que se liberan del sueño de la muerte a la voz de la amada, solo por estar a su lado, sin esperar nada. El tiempo que discurre deslizándose como el Danubio. La puszta, Buda y Pest. La pizpireta Rizuljet. Y no es cierto que no quede nada, todo está vivo y renace a través de los sueños de los antepasados que observan colgados, pacientes, que la vida se renueve, que la tragedia suceda. La prosa fluye, discurre, parece fácil, pero no te fíes de las aguas tranquilas. ¡Cuantos ahogados incautos pretendieron adentrarse a imitar la narración!
Salto en el tiempo y en el mapa: “Diario de un mal año” y un querido Coetzee, aún más añejo. El tiene la paciencia del viejo, la que me falta a mí. Me sorprende la fórmula: tres relatos avanzando en paralelo. Y Elizabeth Costelo ha rejuvenecido: ahora es Anya, una pizpireta vietnamita que coqueta con todo hombre viviente, y claro, tenía que cruzarse con el señor J.C. escritor mayor y algo cansado.
Tres bloques narrativos. Esta es la forma elegida por Coetzee. Si Dostoiewski viviera hoy, tal vez elegiría esta fórmula para los diablos actuales.
Desde Alemania le llega el encargo de escribir “Opiniones contundentes”: es el primer bloque donde opina sobre Al Quaeda, la otra vida, la narrativa, el turismo, la probabilidad o el diseño inteligente, sin olvidar, por supuesto, de criticar a Bush, esto ya me sobra, por lo evidente.
El segundo bloque es el propio escritor convertido en personaje, sus achaques, y de vez en cuando las “opiniones contundentes” que son el tema del primer bloque, chorrean sobre el segundo bloque.
En el tercer bloque habla Anya, Elizabeth habría hablado, a la que ofrece el trabajo de ayudarle a redactar y pasar a limpio sus notas; a la que no elige precisamente por su preparación intelectual, conversaciones con Anya y su pareja.
Espero que a pesar de sus achaques, J.C. acuda puntual a la cita con los lectores, conmigo.
Si vas por Australia y acudes a una lavandería, observa al viejito que te mira: sí, te está mirando, tal vez te proponga que le reescribas las notas de su próxima novela, el dirá que tal vez sea la última, pero yo no me lo creo.
La próxima vez os contaré algo desde Japón sobre la “La fórmula preferida del profesor”.
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