lunes, junio 09, 2008

El Doble II

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Henry James es una de las figuras relevantes de la literatura contemporánea. La crítica lo ha catalogado como un escritor preocupado por la técnica narrativa. Uno de sus logros consiste en redefinir el valor artístico de una obra, reformulados en un concepto integral entre discurso y estética. Se lo reconoce principalmente por Otra vuelta de tuerca, ampliamente estudiada incluso en los claustros universitarios y de una serie de títulos, entre los que se incluyen: La lección del maestro, Un peregrino apasionado, Los embajadores, La copa dorada, La otra casa, entre otros. Hemos extraído, para su análisis, el cuento El rincón feliz, que si bien se puede establecer una lectura interpretativa desde un punto de vista biográfico, se ha tenido en cuenta el tema del doble como recurso literario.
En la antigüedad y el período del prerromanticismo, el tema del doble era un motivo de interpretación para la relación de dos personajes iguales (mellizos, gemelos), principalmente en el género comedia, en el cual, los enredos y equívocos enriquecían una situación anecdótica. Con el surgimiento del romanticismo, pasó a ocupar un lugar destacado cambiando el punto de vista, en una estructura compleja, debido a que la visión interna permitía la recreación de un clima de tensión y suspenso, que en muchos casos, dejaba en el lector la sensación de una ambigüedad de los hechos presentados para una interpretación libre. Estas situaciones fueron analizadas por Otto Rank, en El doble, estableciendo un estudio comparativo desde el ámbito del psicoanálisis aplicado a la literatura. Si bien se pueden encontrar obras universales, su mirada se concentra en un estudio pormenorizado de aquellas pertenecientes a la literatura alemana. Otto Rank vincula el estudio del doble con la proyección de la sombra psicológica, para lo cual describiremos brevemente un concepto de su aplicación en el psicoanálisis.
El tema de la sombra ha sido tratado por Sigmud Freud en La interpretación de los sueños , y a partir de este estudio clásico es posible conceptualizarla. Todo el bagaje cultural heredado potencia la faz positiva, dejando de lado lo negativo por las consecuencias nefastas que puede acarrear. A veces no se advierte que este aspecto podría llegar a ser un motivo de cambio en la persona. La cultura ha remarcado al lado negativo como "la sombra". En una primera impresión se la podría definir como una "falta de luz". Carl G. Jung establece que "la sombra representa casi a la totalidad del inconsciente humano", a lo que la analista junguiana Marie Louise Von Franz subraya que es "el lado oscuro, apagado y reprimido del complejo yoico", de "cualidades y atributos desconocidos o poco conocidos del ego: aspectos que, en su mayoría, pertenecen a la esfera personal y que también podrían ser conscientes". En su proyección se hallan aquellos que de alguna manera se consideran desagradables por tener un comportamiento caprichoso (complejos), dudas, decepciones, sexualidad, angustias, pero también se encuentra gran parte de la espontaneidad e intuición. Tanto Otto Rank como Carl Gustav Jung, al desvincularse de la Escuela Psicoanalítica Ortodoxa (léase Sigmud Freud y sus seguidores), ahondaron con detenimiento en este cambio y establecieron una serie de prácticas y métodos clínicos para tratar casos puntuales: locura, doble personalidad, fobias, alucinaciones, efecto de narcóticos, entre otros. El psicoanálisis como cualquier otra disciplina pueden tomarse como referencia para abordar una crítica literaria, ya que esto posibilita una amplia conceptualización del tema, no sólo como un vínculo cultural entre la obra artística y el hombre, sino también por ser el vehículo motor de todas las manifestaciones humanas.
EL PARADIGMA LITERARIO
En literatura, el
análisis del doble ocupa un lugar destacado de la crítica. La lista de obras que se podrían citar sería casi indefinida, pero el relato que más estudios se han realizado es El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert L. Stevenson. Escrita en 1886, es considerada como una obra maestra. En su época fue leída como un cuento policial; hoy tiene otra revelación que va más allá de lo literario. Puede interpretarse desde la conducta esquizofrénica del personaje, así como también desde la eterna parábola: lucha entre el bien y el mal. Es un paradigma en su género, porque está representado por un arquetipo universal, en el cual la "sombra" marca un límite bien definido. Un error en los experimentos del Dr. Jekyll hizo que resurgiera otro ser: una extraña presencia, en el momento de beber una sustancia. Se producía un cambio repentino, como si se hinchara. Luego "la cara se oscurecía. Parecía que las facciones se disolvían, que se alteraban..." Era Mr. Hyde, cuyos rasgos no eran nada agradables a la vista: "Pálido y de cara chata, daba la impresión de deformidad, sin poder precisar ninguna deformación. Sonreía desagradablemente y su conducta, era una mezcla homicida de cobardía y de audacia y hablaba con una voz ronca, baja y rota" . Al principio el Dr. Jekyll había conseguido satisfacciones por su nuevo disfraz: Mr. Hyde. Pero, muy pronto, se convirtió en algo monstruoso. Con frecuencia se sentía invadido por su sustituto. Su vacilación era justificada: Acusaba en él ambas personalidades. El Dr. Jekyll debía modificar su destino, o bien, aceptarlo. Estaba en sus manos el poder hacerlo, pero se enredó en una telaraña de inseguridades, y consiguió caer en su propia trampa. Él había conseguido traspasar los límites que le fijaba la ciencia y su propia naturaleza. Despertó en él la maldad y su error fue no poder dominarla, y aunque se negara, siguió siendo alguien quien no quería ser. En este estado de locura, se suicida.
Si se compara el relato de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde con El Rincón Feliz se encuentran una serie de diferencias. Stevenson recurre a una explicación racional, incluso científica: plantea los límites de los experimentos utilizados, mediante una sutil crítica a la sociedad de su época; mientras que a Henry James le interesa destacar una faceta psicológica de cambios sustanciales en la persona de Spencer Brydon. Su técnica consiste en una elaboración minuciosa, precisa del relato, sin que se manifiesten otros factores extrínsecos en cuanto a la presencia del fenómeno extraño. Es decir, la no recurrencia de explicaciones extrapoladas centrándose en la idea de que en el texto mismo se puede encontrar la clave del misterio. Henry James plantea dos aspectos interesantes: Se centra en una especificación de datos que van construyendo la trama, cuya estructura consigue un amplio enlace de significados. Cada interpretación permite un acceso a la descripción psicológica del personaje, intensificada en acciones, marcado, en parte, por una ambigüedad interpretada desde la vacilación del personaje, que se va delineando una anticipación del final, en una elaboración sistemática de conceptos. Desde las primeras páginas, el lector se sumerge en una atmósfera descriptiva de objetos, cuya representación mimética estará condensada en dos instancias precisas: La mirada requiere de la presencia de un narrador omnisciente y también lleva implícito un punto de vista (restricción de campo), que, combinados, instalan un clima de misterio y horror. La historia contiene una anécdota simplificada. Spencer Brydon vuelve a los Estados Unidos después de una permanencia prolongada en Europa, y regresa a la casa de su infancia. Es una persona adinerada y representa a un empresario que no escatima esfuerzos para realizar negocios rentables, y piensa que, después de la muerte de los familiares más próximos, su antigua casa paterna, recibida como herencia, la demolería y construiría un imponente edificio, tal cual se perfila en la sociedad moderna. Los recuerdos que la casa le prodiga están cubiertos de un halo nostalgioso. Recorre sus enormes galerías, innumerables puertas que conducen a otras habitaciones, escaleras, a pesar de que en la casa se instala un eco que se amplía y resuena a cada paso debido a la falta de muebles. "Había venido (expresándolo de un modo ampuloso) a ver lo que le pertenecía, de lo cual se había mantenido a una distancia de cuatro mil millas durante un tercio de siglo; o (expresándolo con menos sordidez) había cedido al deseo de volver a ver la casa que tenía en el rincón feliz (como solía llamarlo cariñosamente) donde viera la luz por primera vez, donde varios miembros de su familia vivieron y murieron, donde había pasado las vacaciones de su infancia (el curso escolar siempre duraba demasiado) y recogido las pocas flores sociales de su adolescencia sin calor; ahora, merced a los fallecimientos sucesivos de dos hermanos suyos y a la cancelación de antiguos acuerdos, aquel lugar al que había sido ajeno durante tanto tiempo pasaba enteramente a sus manos" .

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