INSPIRACION OCNOS, EL PRIMER MAR
Los pies dejaron de arderte. Te abriste paso entre los montones de arena pero los latidos del corazón se convirtieron en una punzada fría. Playa lisa: Olor a frituras, mar muerto, colillas y botes de cerveza. Ni una pequeña roca que escondiera verdes o morados. Una línea inmóvil, el confín cabiéndote en los ojos. ¿Mentira lo de la ballena blanca? ¿Mentiras las tempestades? Mentiras los piratas rasgando velas ¿Y Sandokán?
Fuiste bueno. Camiseta que te cubra del sol. Crema en la nariz, filas de conchas formando caminos, cerca de la sombrilla. Los ratos tan largos, y ese mar seco, sin ondas ni remolinos, ahuecándose cada atardecer. Hubo sólo un efímero sueño. Delante del bicho transparente, de gruesos tentáculos irisados. Hubo preguntas a los mayores, cómo es que palpita si no tiene corazón. ¿Los hay muy grandes? Pero entonces te apartaron más y más ordenándote que el cubo sólo fuera para bonitos castillos. Trataste de ser bueno, consolarte con círculos de conchas más complicados, como un infinito invisible. Abatidos por surcos de pala, ríos inanes hasta el horizonte. Fue el último día lo que te devolvió la esperanza. La noche trajo hasta gotas de lluvia furiosa, golpes de toldos contra el suelo, palmeras dobladas en el bulevar. Tu madre corriendo a cerrar persianas, tu padre asomando a la puerta para guardar la jaula del canario. Decidiste que sólo pensarías del océano de esa forma, azotado por tristezas y viento, gritos de lucha en los mástiles, tesoros, mapas. Decidiste creer en los libros más viejos de la biblioteca, las palabras como reflejo del firmamento. Cómo describir el primer mar, las respiración cada vez más profunda, hasta dormir.
Fuiste bueno. Camiseta que te cubra del sol. Crema en la nariz, filas de conchas formando caminos, cerca de la sombrilla. Los ratos tan largos, y ese mar seco, sin ondas ni remolinos, ahuecándose cada atardecer. Hubo sólo un efímero sueño. Delante del bicho transparente, de gruesos tentáculos irisados. Hubo preguntas a los mayores, cómo es que palpita si no tiene corazón. ¿Los hay muy grandes? Pero entonces te apartaron más y más ordenándote que el cubo sólo fuera para bonitos castillos. Trataste de ser bueno, consolarte con círculos de conchas más complicados, como un infinito invisible. Abatidos por surcos de pala, ríos inanes hasta el horizonte. Fue el último día lo que te devolvió la esperanza. La noche trajo hasta gotas de lluvia furiosa, golpes de toldos contra el suelo, palmeras dobladas en el bulevar. Tu madre corriendo a cerrar persianas, tu padre asomando a la puerta para guardar la jaula del canario. Decidiste que sólo pensarías del océano de esa forma, azotado por tristezas y viento, gritos de lucha en los mástiles, tesoros, mapas. Decidiste creer en los libros más viejos de la biblioteca, las palabras como reflejo del firmamento. Cómo describir el primer mar, las respiración cada vez más profunda, hasta dormir.
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