Andino
A propósito de culturas prehispánicas también estuve leyendo algo que encontré por allí :
El mismo Kúntur que sobrevolaba aquellas inescrutables quebradas cual guardián del vasto imperio, aquel amanecer, con el alba entre las gélidas montañas, fue el mismo que desde los cielos de alguna ciudad perdida en el ombligo del mundo observó a Wiracocha Sonko Pachamama, que después de extirpar el tibio corazón de la vicuña nacida la noche anterior y leer el augurio ante el ara del Inti, proclamar ante el Inca: “Vendrán desde el mar unos monstruos pálidos y barbudos, con figura de hombres, vestidos de hierro, que se desmontan en partes y que vomitan fuego por unos troncos largos de duro y negrusco metal, fuego como el rayo del cielo que al que toca mata”A la lectura del augurio, empezaron a llegar las noticias; los curacas y los Apus del Tahuantinsuyo –Las cuatro partes del mundo- por medio de los chasquis portadores del fuego entre colinas, hacían llegar las tristes nuevas confirmando el vaticinio, y el inca, el Gran Huayna Capac, lloró. Como testamento dividió el imperio entre sus dos hijos: Huáscar y Atahualpa.Llegaron los hombres pálidos y barbudos para cumplir el presagio y estando el Hijo del Sol en Cajamarca fue sorprendido por los aventureros audaces, venidos de algún otro lugar del mundo. Hicieron una barrida trágica y sangrienta, fueron cientos, miles, y con el tiempo, cientos de miles y después de muchos siglos, millones.Apresaron al Inca. Le prometieron libertarlo cuando llene la enorme habitación en que lo encarcelaron de oro y plata. Aceptó el rey vencido y ordenó a sus súbditos que pidieran el oro para complacer a los que lo traicionaron, fingiéndole amistad. Los Chasquis, de cerro en cerro y por medio de antorchas, cuyo lenguaje sólo ellos entendían, pidieron a todos los moradores del imperio del Tahuantinsuyo, que trajeran todo lo que pudieran de oro y de riquezas. Les llevaron hasta piedras preciosas. Pronto estuvo cumplida la orden y de la altura de un hombre con los brazos en alto, se llenó el aposento. El Inca, en español aprendido a sus carceleros, les dijo que el “Pacto del rescate” estaba cumplido por él. Pero los conquistadores le traicionaron una vez más y aconsejados por aquel fraile, lo asesinaron mediante el infame suplicio del garrote.Una mujer indígena a muchos kilómetros del lugar del suplicio de Atahualpa gritó, entre lloros y súplicas: “¡Chapi punchapi tutayarca!” Que sólo el Kúntur pudo oír.Hoy en día la imponente ave, cada vez que abre sus alas a volar antiguos cerros, parte triste desde su wasi y mientras sobrevuela los andes paseando los recuerdos, entona las palabras que hace siglos escuchó de aquella agonizante hija del Sol, ahora en español impuesto, “¡Anocheció a la mitad del día!” entonándolo en un triste yaraví; sus alas haciendo sombras.
El mismo Kúntur que sobrevolaba aquellas inescrutables quebradas cual guardián del vasto imperio, aquel amanecer, con el alba entre las gélidas montañas, fue el mismo que desde los cielos de alguna ciudad perdida en el ombligo del mundo observó a Wiracocha Sonko Pachamama, que después de extirpar el tibio corazón de la vicuña nacida la noche anterior y leer el augurio ante el ara del Inti, proclamar ante el Inca: “Vendrán desde el mar unos monstruos pálidos y barbudos, con figura de hombres, vestidos de hierro, que se desmontan en partes y que vomitan fuego por unos troncos largos de duro y negrusco metal, fuego como el rayo del cielo que al que toca mata”A la lectura del augurio, empezaron a llegar las noticias; los curacas y los Apus del Tahuantinsuyo –Las cuatro partes del mundo- por medio de los chasquis portadores del fuego entre colinas, hacían llegar las tristes nuevas confirmando el vaticinio, y el inca, el Gran Huayna Capac, lloró. Como testamento dividió el imperio entre sus dos hijos: Huáscar y Atahualpa.Llegaron los hombres pálidos y barbudos para cumplir el presagio y estando el Hijo del Sol en Cajamarca fue sorprendido por los aventureros audaces, venidos de algún otro lugar del mundo. Hicieron una barrida trágica y sangrienta, fueron cientos, miles, y con el tiempo, cientos de miles y después de muchos siglos, millones.Apresaron al Inca. Le prometieron libertarlo cuando llene la enorme habitación en que lo encarcelaron de oro y plata. Aceptó el rey vencido y ordenó a sus súbditos que pidieran el oro para complacer a los que lo traicionaron, fingiéndole amistad. Los Chasquis, de cerro en cerro y por medio de antorchas, cuyo lenguaje sólo ellos entendían, pidieron a todos los moradores del imperio del Tahuantinsuyo, que trajeran todo lo que pudieran de oro y de riquezas. Les llevaron hasta piedras preciosas. Pronto estuvo cumplida la orden y de la altura de un hombre con los brazos en alto, se llenó el aposento. El Inca, en español aprendido a sus carceleros, les dijo que el “Pacto del rescate” estaba cumplido por él. Pero los conquistadores le traicionaron una vez más y aconsejados por aquel fraile, lo asesinaron mediante el infame suplicio del garrote.Una mujer indígena a muchos kilómetros del lugar del suplicio de Atahualpa gritó, entre lloros y súplicas: “¡Chapi punchapi tutayarca!” Que sólo el Kúntur pudo oír.Hoy en día la imponente ave, cada vez que abre sus alas a volar antiguos cerros, parte triste desde su wasi y mientras sobrevuela los andes paseando los recuerdos, entona las palabras que hace siglos escuchó de aquella agonizante hija del Sol, ahora en español impuesto, “¡Anocheció a la mitad del día!” entonándolo en un triste yaraví; sus alas haciendo sombras.
1 Comments:
Si que tienes un sobrenombre poderoso. Me gustó mucho la historia. Un saludo
Publicar un comentario
<< Home