miércoles, agosto 22, 2007

De nuevo aquí

Bueno pues de nuevo por aquí.

No recuerdo si os he llegado a comentar que durante unos días que se me hicieron breves, tirando a cortos, marché físicamente lejos respecto al lugar donde generalmente vivo y, literalmente, pasé unos días “en otro mundo”. Para compensar el “desfase” que he sufrido (ha sido como abrir una grieta en mi mundo para acceder a otro) de regreso me estoy cauterizando con terapia brutal, pasando unos días en una localidad costera del sur que ayuda y mucho en el proceso.

En ella (en la localidad costera) estoy y estaba el otro día estirada cual larga y ancha soy en mi parcela correspondiente, esta playa está muy organizada, con mi “kit playa” al uso compuesto de sombrilla más tumbonas, cuando a las parcelas con kit que tenía junto a la mía llegan tres señoras de esas que aquí se dirían como “Dios manda”, es decir bronceadísimas, peinadísimas y con todo lo que una señora se puede poner para ir a la playa “a juego” (inclúyase toalla). Bien se sentaron y colocaron de modo y forma que sus respectivos asientos quedaron situados de tal manera que una vez situadas sobre ellos hablar entre las tres no resultaba complicado. Y no lo era, con la única salvedad de que para que se escucharan bien las tres tenían que hablar un poco alto. Lo suficientemente alto, para que sin querer, todos los seres humanos que estábamos en las parcelas colindantes no nos quedase más remedio que oír. Oír y hasta escuchar a ratos. Sin apenas prolegómenos comenzaron a hablar con toda naturalidad de “una parte” de su vida que contada a voz en grito, hablemos claro, resultaba, o al menos a mi lo parecía, cuando menos chocante. En realidad hablaban de “sus ellos” y de aquello que ellos creían saber y controlar a cerca de ellas y sus vidas. Hablaban soltando risitas en medio de grandes silencios contrapuestos, guardando un riguroso turno para ellos, los silencios, y para las risas. En ello estaban ellas, y estuvieron un buen rato, y yo estaba igualmente en ello, prácticamente el mismo rato (reconozco que me enganché) cuando llegaron “ellos”. Sin tener nada que ver con su mundo y con ellas, al verlos a ellos (y eso que iban la mar de bien conjuntados igualmente) me puse un poco de su parte, de la parte de ellas, a la vez que me vino a la memoria este pequeño relato que os traslado…


La tela de Penélope o quién engaña a quién

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamada Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.

Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a si mismo.

De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada.


Augusto Monterroso. Guatemala 1924. Escritor, profesor y diplomático. Prodigiosa capacidad para fabular, lenguaje poderoso y sintético, humor refinado y aguda visión de la cultura, la historia y la sociedad.

1 Comments:

Blogger :-[ said...

Hola Peter, me reído mucho con tu visión playera. Os echo de menos a todas. Besos!

11:54 a. m.  

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