Los seres del cosmos
Witold Gombrowicz. Cosmos.
Los seres del cosmos
Una, en este caso yo, nunca había tenido entre las manos algo que con forma de libro y contenido de letras se alejara tanto de lo que el común de los mortales entiende por libro, en cuanto a forma, y relato, en lo que se refiere a contenido. Cierto es que había tenido entre las manos y leído libros que contaban historias que empezando en este nuestro mundo de pronto rasgaban nuestra realidad y saltaban hacia otras coordenadas jugando con el tiempo al saltar hacía atrás para luego regresar o bien se aventuraban en un futuro, que al ser eso futuro permite imaginar todo lo que lo que se quiera y no había más frontera o límite que el respeto a las formas y modos de contarlo, de narrarlo, de escribir vaya. Me he encontrado con personajes sinuosos y complicados, personajes de que se desdoblan, que tienen dos caras y porqué no tres o más que más da. Seres humanos a fin de cuentas que el autor hacia correr o deslizarse a través de un argumento, el argumento del autor y que en la voz del narrador cobraban vida entorno a una historia, a un argumento. El argumento es quizá, al menos para mí, ese pequeño hilo que brilla lo justo para ser una pequeña ayuda, nos hace más fácil seguir, continuar, leer.
He leído Cosmos, he leído a Gombrowicz y dejo para otra ocasión la percepción que el libro, insisto “el libro” me ha causado. Aún no sé que tengo, voy acabando la segunda lectura, entre las manos. Aún no sé que es esto que con forma de libro y lleno de letras me ocupa desde hace unos cuantos días. Cuando lo sepa, que lo sabré, lo contaré.
Lo que sí es cierto es que tras una segunda vuelta, cuando te repones de las sorpresas que vas encontrando en cada página y te sobrepones a la pérdida total de coordenadas, dejando de buscarlas, para sencillamente seguir la lectura, pues tras esta segundo vuelta de repente y sin que sepas muy bien por qué tienes, o por lo menos yo le he tenido, una extraña revelación que hace que encuentres, o por lo menos yo he encontrado, un cabo al que aferrarme para no ahogarme en medio del mar de palabras, del torrente de líneas de escritura que llena “el libro”. Encuentras al escritor, es decir a la persona que con oficio y conocimiento escribe. El escritor/autor/narrador se esconde y no lo pone fácil, imagino que deliberadamente, pero ahí está. Emerge en “el libro” sin avisar, estalla y luego desaparece durante largas y largas hojas para de repente volver a surgir con fuerza y plenitud. El escritor que “el libro” esconde navega subterráneamente y como si una corriente de agua se tratase revienta la superficie de la tierra/relato y aparece majestuoso por unos segundos y después la tierra/relato se lo traga y desaparece en el interior. Y ahí nos quedamos de nuevo en medio de no sabemos muy bien donde, pero ahora sabemos que el escritor existe y esta certeza que yo encontré (siempre supe que existía, pero tenía que encontrarla) que imagino todas hemos encontrado, en mi caso me ha ayudado a volver a “el libro” y descubrir zonas ocultas y sensaciones que en la primera lectura no supe encontrar.
Bueno paso ya mismo, que yo también me pierdo, a los protagonistas de “el libro”. Hablemos pues de los seres humanos que pueblan “El Cosmos de Gombrowicz”.
Bolita y León. De las parejas que pueblan el relato Bolita y León es la de más edad. Treinta y siete años de vida matrimonial llevan ambos a sus espaldas. León es un ex director de un banco “calvo de cabeza acantarada y con gafas, gemelos de oro y anillo”. Personaje que utiliza un curioso lenguaje o forma de hablar durante todo el relato. Yo creo que León utiliza su peculiar manera de expresarse a modo de pared tras de la cual se refugia. Personaje que encierra un secreto. “Berg”. Hombre parlanchín y en tiempos incapaz de hacer frente a su aristocrática familia y defender a su compañera, a su esposa “Bolita” personaje trabajador, de posición social inferior a la de su marido, pero mujer emprendedora y trabajadora, respetuosa con todos y con ganas de agradar. “Regordeta, brazo graso, parlanchina y de gusto grande”. El narrador/protagonista no es muy generoso con ella (el narrador/protagonista no lo es con ninguna de las mujeres del relato) ya que al acabar de leer la página 76 “tras la oreja tenía algo parecido a un grano endurecido, después comenzaba el bosque, la cabellera, al principio dos, tres pelos, después el bosque es eso, los cabellos negricanos, rizados, hisurtos, una caída, de pronto la piel del cuello muy delicada, blanca, e inmediatamente después, una grieta hecha como por una uña y sin sitio rojizo, como una mancha sobre el brazo, al borde de la blusa empezaba la vejez, lo gastado, lo que se pudría bajo la blusa y que ahí, bajo esa blusa se alargaba en busca de otros granos, de otras aventuras”. La vejez, lo gastado, es complicado después de leer no sentir el olor a la vejez a todo aquello que rodea a Bolita y no pensar que León anda como perdido por otro mundo. Es listo este narrador/protagonista, consigue mediante un poderoso campo semántico lleno de “pequeñas y constantes” referencias a su pobre físico, a sus gafas, a sus modos y con el uso de ese lenguaje muy cercano a lo cretino que utiliza, insisto consigue llevar a León al borde del ridículo cuando es el único personaje que se “enfrenta” en cierto modo al narrador/protagonista. No perdamos de vista que durante toda la obra le llama “señoritín”.
Los Lulos. Lula y Lulo. Personajes de aparición tardía (cap. IV). Es otra de las parejas que componen el mosaico de Cosmos. El narrador/protagonista es de nuevo implacable con ellos. Esta es otra característica suya: trata a todos sus personajes que con “pizca grosera” de desprecio, pues de una manera muy sutil nos hace creer que él está por encima de todos y cada uno de ellos. Con esta pareja es implacable nada más aparecer en el relato. Todo un campo semántico repleto de diminutivos, que se repiten y repiten hasta llevarnos a sentir que los Lulos son unos auténticos lelos. Empecemos por repetir unas cuantas veces “lulos” y ya tenemos dos tercios del camino hecho para llegar a pensar que con “lelos”. Unamos sombrillita, pañuelito, naricita respingada, sombrerito tirolés, manitas regordetas ... . Ella, Lula: robusta y sonrosada, con mejillitas y deditos planos, tenía una bolsita, un pañuelito ... ¿hace falta seguir?. El, Lulo: gordinflón y blandengue, manitas regordetas, caderas redondeadas y pantalones de golf ... . La importancia que el narrador/protagonista concede a estos personajes la tenemos de inmediato: “su conversación se unía con la ilusoria desaparación de las cosas a medida que corrían los caballos, el acto de alejamiento, el que descomponía el paisaje en círculos concéntricos que giraban con mayor o menor velocidad”. Indicar que este aluvión de información está contenida en exclusivamente dos medias páginas (124 y 125). Precisión absoluta en esta descripción de esta pareja de “sosos tórtolos enamorados”.
Capitán Tolek y Jadziucha. Es la última pareja en aparecer. Un capitán y su esposa. De inmediato (Pág. 139) “Al esposo le llamaban Tolek, o bien, señor capitán, o nuestro capitancito”. Sencillamente demoledor. Y en lo referente a ella lo primero que nos dice es: “No era fea, aunque su cuerpo era ligeramente tedioso o, qué sé yo, monótono, a pesar de tener “todo en su sitio”. Se le enchinaba a uno la piel ante el solo pensamiento de acariciarle la nuca... se podía intuir que sus manos, sus piernas, su nariz, las orejas únicamente le servían, eran órganos y nada más”. Órganos y nada más, calificar esta descripción de cruel se me queda corto. Unamos esas referencias continúas a su olor, a ese olor especial de esta mujer, referencias que unidas a las constantes referencias "del agua" lanzadas por los Lulos nos llevan a sentir que ella, Jadziucha huele mal, francamente mal. El narrador/protagonista sigue siendo, otra vez, aparentemente más generoso con los hombres. Al capitán le atribuye el ser “un hombre hecho a propósito para los besos con aquellos labios rojos bajo el bigote fino” pero rápidamente nos vuelve a mandar información que siembra dudas acerca del amor que aparentemente se profesan: “ella era hija de un rico comerciante, ji, ji, ji,”. Información sobre ellos encontramos en las páginas 139, 140 y 141. No obstante nos basta leer una sola línea para sentir, siempre de la mano del narrador/protagonista, una nueva descarga: "El capitán Tolek rodeaba a Jadziucha de atenciones cariñosas ¿cómo te sientes...?, ¿estás cansada...? Se esforzaba por estar a la altura del embeleso de ella, respondiendo a su amor con amor. No obstante, había en todo eso en elemento de martirio y ...". Amor/martirio curiosa pareja de palabras.
Hombre y mujer. Es la pareja-no-pareja dentro del libro. Es curioso que la misma esté formada por un hombre-sacerdote y una mujer-criada y el narrador/protagonista decida cargar sobre ellos los elementos más sexuales del relato. Ocultos y viscosos en él: esas manos, esos ojos enrojecidos, ese pelo sudoroso, esos dedos que no sabemos que han tocado ... En ella es todo más explicito: enroscamientos, labios, reptiles y ese asalto a su cuarto que no deja de ser una especie de alegoría de una violación. Es una violación de facto. Han penetrado el espacio íntimo de una persona, entran en su habitación sin su consentimiento.
Un hombre. El sacerdote. Personaje tardío nos llega en el Cáp. VI. Genial presentación. “En sotana. Sentado en una piedra, al lado del camino. ¿Un sacerdote en sotana sentado en una piedra en medio de las montañas?. Me acordé de la tetera, porque aquel sacerdote era el equivalente a la tetera de allá. También su sotana era un exceso.”. Comparar la aparición del sacerdote con sotana a la aparición de la tetera en la habitación de Lena, es un recurso genial. Nos lleva de inmediato a no entender, nos hace mirar al sacerdote con recelo. Su descripción la podemos encontrar en la página 130 y no nos tranquiliza nada. “Desde hacía siglos un porcentaje de hombres se separa del resto por medio de la sotana, convirtiéndose en siervos al servicio de Dios ... funcionarios celestes”. “Funcionarios celestes” ... nos lleva al brillo, a la pompa, a esa imagen pulcra de sacerdote de impecable aspecto y al momento contrapone la sombra “huésped negro” así lo define. Genial contraposición funcionario celeste/huesped negro. Maravilloso. Y a continuación no se anda por las ramas “aquello me desagradó”, nos dice el narrador/protagonista y ya no deja de sembrar en nuestra mente dudas ¿qué hacía por allí? ¿Cómo se había podido perder? Y cómo no podría ser de otro modo nos remite a sus manos. Y a sus dedos “gordos dedazos”, “dedos gordos” y deja ahí ... “¿qué cosas habrían hecho con aquellos dedazos?”. Es un personaje que me ha hecho sentir viscosidad en mis manos al pensar tocar las suyas.
Una mujer. Katasia. Mujer madura y cuarentona que parecía encargarse de la casa; era regordeta, tenía grandes pechos. Katasia la mujer del relato. El personaje femenino dotado de mayor sensualidad, pero como ya he comentado, este narrador/personaje nos es muy amigo de las mujeres, con lo cual castiga a Katasia con una tara física, origen es cierto de la atracción que siente hacia ella (“tenía una frialdad reptiloide, batrácica, que a mí me encendió e hizo arder de inmediato, pues era el oscuro pasadizo que conducía hacia un pecado carnal, gelatinoso y viscoso”(Pág. 15), pero tara a fin de cuentas. Con lo cual hace que sintamos que su atracción hacia ella tenga un toque “raro”, quizá perverso. Es un personaje violado, violan su intimidad, pues sin conocimiento de ella penetran en su cuarto. Y como muy bien se indica en la narración “Yo violaba aquello lentamente. La mancha de luz –que se desplazaba, que saltaba- se detenía a veces sobre algo, como meditabunda, para enseguida volver a buscar, a curiosear, a husmear, a moverse con torpeza buscando algo sucio” (Pág. 80). Sorpresa de los violadores al descubrir que Katasia es un ser normal y que ese labio “es producto de un accidente. Por momentos la ceremonia se detiene y todo vuelve al orden”, el mismo lo reconoce (Pág. 81), pero ellos son seres superiores y Katasia es sólo una criada, dicho lo cual prosiguen su inspección “con sonrisa lujuriosa de burdel” “vengándose a fuerza de lujuria debido a que ella había dejado de ser lujuriosa”. La ceremonia pues continúa .. medias sucias, algodones, sus anaqueles, sus cortinas ... Husmear ... En medio de una especie de borrachera se intenta por parte del narrador/protagonista aunar con su peculiar estilo unos hallazgos “lima .. plumilla ... aguja”. “Y nada más ... nada ... seguíamos buscando, pero la búsqueda se había agotado, en la bochornosa bóveda de aquel cuarto se efectuaba una descomposición .. finalmente la linterna (linterna: es un objeto que penetra la oscuridad con su luz) se detuvo .. ¿Qué más...? Habíamos terminado. Fuks abrió la puerta y nos apresuramos a salir.”. Creo que es el personaje femenino más carnal de los que aparecen en el libro.
De la manera que tiene el narrador/protagonista se deduce, que es cruel con las mujeres, que trata a sus personajes no se salva casi ninguno (insisto en lo de casi, ya contaré el porque del “casi) de su desprecio. Yo diría que es cruel. Y diría que al contarnos todo lo que él quiere contarnos a cerca de los demás nos estaría hablando en cierta manera de ÉL.
Soy consciente que quedan Fuks y el narrador/protagonista, curiosa pareja de hombres y la pareja de Lena y Ludwik que prometo “colgar” esta vez espero desde casa.
Nos veremos, espero el 13.
Los seres del cosmos
Una, en este caso yo, nunca había tenido entre las manos algo que con forma de libro y contenido de letras se alejara tanto de lo que el común de los mortales entiende por libro, en cuanto a forma, y relato, en lo que se refiere a contenido. Cierto es que había tenido entre las manos y leído libros que contaban historias que empezando en este nuestro mundo de pronto rasgaban nuestra realidad y saltaban hacia otras coordenadas jugando con el tiempo al saltar hacía atrás para luego regresar o bien se aventuraban en un futuro, que al ser eso futuro permite imaginar todo lo que lo que se quiera y no había más frontera o límite que el respeto a las formas y modos de contarlo, de narrarlo, de escribir vaya. Me he encontrado con personajes sinuosos y complicados, personajes de que se desdoblan, que tienen dos caras y porqué no tres o más que más da. Seres humanos a fin de cuentas que el autor hacia correr o deslizarse a través de un argumento, el argumento del autor y que en la voz del narrador cobraban vida entorno a una historia, a un argumento. El argumento es quizá, al menos para mí, ese pequeño hilo que brilla lo justo para ser una pequeña ayuda, nos hace más fácil seguir, continuar, leer.
He leído Cosmos, he leído a Gombrowicz y dejo para otra ocasión la percepción que el libro, insisto “el libro” me ha causado. Aún no sé que tengo, voy acabando la segunda lectura, entre las manos. Aún no sé que es esto que con forma de libro y lleno de letras me ocupa desde hace unos cuantos días. Cuando lo sepa, que lo sabré, lo contaré.
Lo que sí es cierto es que tras una segunda vuelta, cuando te repones de las sorpresas que vas encontrando en cada página y te sobrepones a la pérdida total de coordenadas, dejando de buscarlas, para sencillamente seguir la lectura, pues tras esta segundo vuelta de repente y sin que sepas muy bien por qué tienes, o por lo menos yo le he tenido, una extraña revelación que hace que encuentres, o por lo menos yo he encontrado, un cabo al que aferrarme para no ahogarme en medio del mar de palabras, del torrente de líneas de escritura que llena “el libro”. Encuentras al escritor, es decir a la persona que con oficio y conocimiento escribe. El escritor/autor/narrador se esconde y no lo pone fácil, imagino que deliberadamente, pero ahí está. Emerge en “el libro” sin avisar, estalla y luego desaparece durante largas y largas hojas para de repente volver a surgir con fuerza y plenitud. El escritor que “el libro” esconde navega subterráneamente y como si una corriente de agua se tratase revienta la superficie de la tierra/relato y aparece majestuoso por unos segundos y después la tierra/relato se lo traga y desaparece en el interior. Y ahí nos quedamos de nuevo en medio de no sabemos muy bien donde, pero ahora sabemos que el escritor existe y esta certeza que yo encontré (siempre supe que existía, pero tenía que encontrarla) que imagino todas hemos encontrado, en mi caso me ha ayudado a volver a “el libro” y descubrir zonas ocultas y sensaciones que en la primera lectura no supe encontrar.
Bueno paso ya mismo, que yo también me pierdo, a los protagonistas de “el libro”. Hablemos pues de los seres humanos que pueblan “El Cosmos de Gombrowicz”.
Bolita y León. De las parejas que pueblan el relato Bolita y León es la de más edad. Treinta y siete años de vida matrimonial llevan ambos a sus espaldas. León es un ex director de un banco “calvo de cabeza acantarada y con gafas, gemelos de oro y anillo”. Personaje que utiliza un curioso lenguaje o forma de hablar durante todo el relato. Yo creo que León utiliza su peculiar manera de expresarse a modo de pared tras de la cual se refugia. Personaje que encierra un secreto. “Berg”. Hombre parlanchín y en tiempos incapaz de hacer frente a su aristocrática familia y defender a su compañera, a su esposa “Bolita” personaje trabajador, de posición social inferior a la de su marido, pero mujer emprendedora y trabajadora, respetuosa con todos y con ganas de agradar. “Regordeta, brazo graso, parlanchina y de gusto grande”. El narrador/protagonista no es muy generoso con ella (el narrador/protagonista no lo es con ninguna de las mujeres del relato) ya que al acabar de leer la página 76 “tras la oreja tenía algo parecido a un grano endurecido, después comenzaba el bosque, la cabellera, al principio dos, tres pelos, después el bosque es eso, los cabellos negricanos, rizados, hisurtos, una caída, de pronto la piel del cuello muy delicada, blanca, e inmediatamente después, una grieta hecha como por una uña y sin sitio rojizo, como una mancha sobre el brazo, al borde de la blusa empezaba la vejez, lo gastado, lo que se pudría bajo la blusa y que ahí, bajo esa blusa se alargaba en busca de otros granos, de otras aventuras”. La vejez, lo gastado, es complicado después de leer no sentir el olor a la vejez a todo aquello que rodea a Bolita y no pensar que León anda como perdido por otro mundo. Es listo este narrador/protagonista, consigue mediante un poderoso campo semántico lleno de “pequeñas y constantes” referencias a su pobre físico, a sus gafas, a sus modos y con el uso de ese lenguaje muy cercano a lo cretino que utiliza, insisto consigue llevar a León al borde del ridículo cuando es el único personaje que se “enfrenta” en cierto modo al narrador/protagonista. No perdamos de vista que durante toda la obra le llama “señoritín”.
Los Lulos. Lula y Lulo. Personajes de aparición tardía (cap. IV). Es otra de las parejas que componen el mosaico de Cosmos. El narrador/protagonista es de nuevo implacable con ellos. Esta es otra característica suya: trata a todos sus personajes que con “pizca grosera” de desprecio, pues de una manera muy sutil nos hace creer que él está por encima de todos y cada uno de ellos. Con esta pareja es implacable nada más aparecer en el relato. Todo un campo semántico repleto de diminutivos, que se repiten y repiten hasta llevarnos a sentir que los Lulos son unos auténticos lelos. Empecemos por repetir unas cuantas veces “lulos” y ya tenemos dos tercios del camino hecho para llegar a pensar que con “lelos”. Unamos sombrillita, pañuelito, naricita respingada, sombrerito tirolés, manitas regordetas ... . Ella, Lula: robusta y sonrosada, con mejillitas y deditos planos, tenía una bolsita, un pañuelito ... ¿hace falta seguir?. El, Lulo: gordinflón y blandengue, manitas regordetas, caderas redondeadas y pantalones de golf ... . La importancia que el narrador/protagonista concede a estos personajes la tenemos de inmediato: “su conversación se unía con la ilusoria desaparación de las cosas a medida que corrían los caballos, el acto de alejamiento, el que descomponía el paisaje en círculos concéntricos que giraban con mayor o menor velocidad”. Indicar que este aluvión de información está contenida en exclusivamente dos medias páginas (124 y 125). Precisión absoluta en esta descripción de esta pareja de “sosos tórtolos enamorados”.
Capitán Tolek y Jadziucha. Es la última pareja en aparecer. Un capitán y su esposa. De inmediato (Pág. 139) “Al esposo le llamaban Tolek, o bien, señor capitán, o nuestro capitancito”. Sencillamente demoledor. Y en lo referente a ella lo primero que nos dice es: “No era fea, aunque su cuerpo era ligeramente tedioso o, qué sé yo, monótono, a pesar de tener “todo en su sitio”. Se le enchinaba a uno la piel ante el solo pensamiento de acariciarle la nuca... se podía intuir que sus manos, sus piernas, su nariz, las orejas únicamente le servían, eran órganos y nada más”. Órganos y nada más, calificar esta descripción de cruel se me queda corto. Unamos esas referencias continúas a su olor, a ese olor especial de esta mujer, referencias que unidas a las constantes referencias "del agua" lanzadas por los Lulos nos llevan a sentir que ella, Jadziucha huele mal, francamente mal. El narrador/protagonista sigue siendo, otra vez, aparentemente más generoso con los hombres. Al capitán le atribuye el ser “un hombre hecho a propósito para los besos con aquellos labios rojos bajo el bigote fino” pero rápidamente nos vuelve a mandar información que siembra dudas acerca del amor que aparentemente se profesan: “ella era hija de un rico comerciante, ji, ji, ji,”. Información sobre ellos encontramos en las páginas 139, 140 y 141. No obstante nos basta leer una sola línea para sentir, siempre de la mano del narrador/protagonista, una nueva descarga: "El capitán Tolek rodeaba a Jadziucha de atenciones cariñosas ¿cómo te sientes...?, ¿estás cansada...? Se esforzaba por estar a la altura del embeleso de ella, respondiendo a su amor con amor. No obstante, había en todo eso en elemento de martirio y ...". Amor/martirio curiosa pareja de palabras.
Hombre y mujer. Es la pareja-no-pareja dentro del libro. Es curioso que la misma esté formada por un hombre-sacerdote y una mujer-criada y el narrador/protagonista decida cargar sobre ellos los elementos más sexuales del relato. Ocultos y viscosos en él: esas manos, esos ojos enrojecidos, ese pelo sudoroso, esos dedos que no sabemos que han tocado ... En ella es todo más explicito: enroscamientos, labios, reptiles y ese asalto a su cuarto que no deja de ser una especie de alegoría de una violación. Es una violación de facto. Han penetrado el espacio íntimo de una persona, entran en su habitación sin su consentimiento.
Un hombre. El sacerdote. Personaje tardío nos llega en el Cáp. VI. Genial presentación. “En sotana. Sentado en una piedra, al lado del camino. ¿Un sacerdote en sotana sentado en una piedra en medio de las montañas?. Me acordé de la tetera, porque aquel sacerdote era el equivalente a la tetera de allá. También su sotana era un exceso.”. Comparar la aparición del sacerdote con sotana a la aparición de la tetera en la habitación de Lena, es un recurso genial. Nos lleva de inmediato a no entender, nos hace mirar al sacerdote con recelo. Su descripción la podemos encontrar en la página 130 y no nos tranquiliza nada. “Desde hacía siglos un porcentaje de hombres se separa del resto por medio de la sotana, convirtiéndose en siervos al servicio de Dios ... funcionarios celestes”. “Funcionarios celestes” ... nos lleva al brillo, a la pompa, a esa imagen pulcra de sacerdote de impecable aspecto y al momento contrapone la sombra “huésped negro” así lo define. Genial contraposición funcionario celeste/huesped negro. Maravilloso. Y a continuación no se anda por las ramas “aquello me desagradó”, nos dice el narrador/protagonista y ya no deja de sembrar en nuestra mente dudas ¿qué hacía por allí? ¿Cómo se había podido perder? Y cómo no podría ser de otro modo nos remite a sus manos. Y a sus dedos “gordos dedazos”, “dedos gordos” y deja ahí ... “¿qué cosas habrían hecho con aquellos dedazos?”. Es un personaje que me ha hecho sentir viscosidad en mis manos al pensar tocar las suyas.
Una mujer. Katasia. Mujer madura y cuarentona que parecía encargarse de la casa; era regordeta, tenía grandes pechos. Katasia la mujer del relato. El personaje femenino dotado de mayor sensualidad, pero como ya he comentado, este narrador/personaje nos es muy amigo de las mujeres, con lo cual castiga a Katasia con una tara física, origen es cierto de la atracción que siente hacia ella (“tenía una frialdad reptiloide, batrácica, que a mí me encendió e hizo arder de inmediato, pues era el oscuro pasadizo que conducía hacia un pecado carnal, gelatinoso y viscoso”(Pág. 15), pero tara a fin de cuentas. Con lo cual hace que sintamos que su atracción hacia ella tenga un toque “raro”, quizá perverso. Es un personaje violado, violan su intimidad, pues sin conocimiento de ella penetran en su cuarto. Y como muy bien se indica en la narración “Yo violaba aquello lentamente. La mancha de luz –que se desplazaba, que saltaba- se detenía a veces sobre algo, como meditabunda, para enseguida volver a buscar, a curiosear, a husmear, a moverse con torpeza buscando algo sucio” (Pág. 80). Sorpresa de los violadores al descubrir que Katasia es un ser normal y que ese labio “es producto de un accidente. Por momentos la ceremonia se detiene y todo vuelve al orden”, el mismo lo reconoce (Pág. 81), pero ellos son seres superiores y Katasia es sólo una criada, dicho lo cual prosiguen su inspección “con sonrisa lujuriosa de burdel” “vengándose a fuerza de lujuria debido a que ella había dejado de ser lujuriosa”. La ceremonia pues continúa .. medias sucias, algodones, sus anaqueles, sus cortinas ... Husmear ... En medio de una especie de borrachera se intenta por parte del narrador/protagonista aunar con su peculiar estilo unos hallazgos “lima .. plumilla ... aguja”. “Y nada más ... nada ... seguíamos buscando, pero la búsqueda se había agotado, en la bochornosa bóveda de aquel cuarto se efectuaba una descomposición .. finalmente la linterna (linterna: es un objeto que penetra la oscuridad con su luz) se detuvo .. ¿Qué más...? Habíamos terminado. Fuks abrió la puerta y nos apresuramos a salir.”. Creo que es el personaje femenino más carnal de los que aparecen en el libro.
De la manera que tiene el narrador/protagonista se deduce, que es cruel con las mujeres, que trata a sus personajes no se salva casi ninguno (insisto en lo de casi, ya contaré el porque del “casi) de su desprecio. Yo diría que es cruel. Y diría que al contarnos todo lo que él quiere contarnos a cerca de los demás nos estaría hablando en cierta manera de ÉL.
Soy consciente que quedan Fuks y el narrador/protagonista, curiosa pareja de hombres y la pareja de Lena y Ludwik que prometo “colgar” esta vez espero desde casa.
Nos veremos, espero el 13.
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¿Qué pasa con Witoldo?
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