EL POEMA NUMERO CINCUENTA Y SEIS DE TRILCE
UNA EVOCACIÓN
Al final, no te hice la pregunta cruel. Cerraste los ojos y supe que por un momento, estabas lejos. Me dijiste, entre olores rancios a bocanadas, que fueron todos los días de tu vida. En todos ellos, habías amanecido a ciegas. A ciegas esperarías mi visita el próximo sábado, otra vez.Miré por la ventana, empecé a contarte cómo habían engalanado las calles por la feria. Un septiembre mitad lluvia, mitad amarillos pálidos. Cómo la señora Carmen, por fin, había quitado la palma seca del balcón, y sus nietos habían invadido la barandilla de banderolas opalinas. Las largas filas de sillas de madera, encadenadas a cada lado, para la cabalgata. Recubiertas de trozos de papel con tachones, mezclados apellidos y minúsculas. Los camiones desprendiendo agua a raudales. Arrastrando los primeros confetis de la mañana. El señor concejal, con su bigote daliniano y su bastón. Llevando un ramo de lilas perladas a la virgen. Las tascas como círculos de humo a la izquierda. Los timbres, los tarareos, expandiéndose sin obstáculos de montañas. Los pasos de una acera a otra; tintineo de tacones negros, platas. Las manzanas caramelo. Los caballitos cartón con luces anaranjadas en los ojos. De la tierra al cielo, atravesados por barras de metal rosa. Bandas musicales recorriendo la tarde purpúrea, la noche azabache en el viento. El amanecer salpicado de dominó y churros. El aceite flotando sobre los tocados. Los cines vacíos, tan solos como la pobre biblioteca ...Hasta que te dormiste. Duermes
Al final, no te hice la pregunta cruel. Cerraste los ojos y supe que por un momento, estabas lejos. Me dijiste, entre olores rancios a bocanadas, que fueron todos los días de tu vida. En todos ellos, habías amanecido a ciegas. A ciegas esperarías mi visita el próximo sábado, otra vez.Miré por la ventana, empecé a contarte cómo habían engalanado las calles por la feria. Un septiembre mitad lluvia, mitad amarillos pálidos. Cómo la señora Carmen, por fin, había quitado la palma seca del balcón, y sus nietos habían invadido la barandilla de banderolas opalinas. Las largas filas de sillas de madera, encadenadas a cada lado, para la cabalgata. Recubiertas de trozos de papel con tachones, mezclados apellidos y minúsculas. Los camiones desprendiendo agua a raudales. Arrastrando los primeros confetis de la mañana. El señor concejal, con su bigote daliniano y su bastón. Llevando un ramo de lilas perladas a la virgen. Las tascas como círculos de humo a la izquierda. Los timbres, los tarareos, expandiéndose sin obstáculos de montañas. Los pasos de una acera a otra; tintineo de tacones negros, platas. Las manzanas caramelo. Los caballitos cartón con luces anaranjadas en los ojos. De la tierra al cielo, atravesados por barras de metal rosa. Bandas musicales recorriendo la tarde purpúrea, la noche azabache en el viento. El amanecer salpicado de dominó y churros. El aceite flotando sobre los tocados. Los cines vacíos, tan solos como la pobre biblioteca ...Hasta que te dormiste. Duermes
1 Comments:
Dicen que un buen torero es el que sabe parar, templar y mandar. A las toreras las echan pronto de los ruedos y aunque en el mundo literario también hay cornadas, todas reconocemos que tu faena con Trilce es impecable. Miraste las tapas negras con recelo. Y con sosiego templaste cada poema. Ahora, mandas tú.CL, enhorabuena
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