domingo, febrero 05, 2006

A sangre fría – Los últimos que los vieron vivos.

La historia
Primero de los cuatro capítulos en que la novela está estructurada. En él Truman Capote nos describe el escenario (Holcomb, pequeño pueblo de Kansas) donde se va a cometer el crimen. Una vez descrito el mismo, asistiremos a la reconstrucción del “día anterior” de la familia Clutter. En paralelo, iremos viendo igualmente, al “día anterior” de los asesinos. Ambas historias al final confluyen en la trágica mañana de domingo 15 de noviembre de 1959, en la que a primera hora son descubiertos en la finca de River Valley, residencia de los Clutter, los cuerpos sin vida de Nancy, Bonnie, Kenyon y Hubert. Los cuatro maniatados y brutalmente asesinados, aparentemente sin móvil alguno. Como indica el autor “En ese momento, ni un alma los oyó en el pueblo dormido… cuatro disparos que, en total, terminaron con seis vidas humanas”. (Cuatro disparos que al final causan seis muertes).

A lo largo del primer capítulo asistimos a “presentaciones”. Capote nos va introduciendo lentamente en el pueblo y en los seis personajes principales. La familia Clutter, Perry Smith y Dick Hickcock.

Familia Clutter.
Capote a la hora de presentar a la familia utiliza un esquema muy sencillo pero que repite en cada uno de ellos. Primero nos habla de ellos con su correspondiente campo semántico y luego los coloca en un escenario muy concreto que nos completa la información que de manera directa hemos recibido en el texto. De este modo nos deja de una manera muy sutil una forma de libertad a cada uno. Tenemos la libertad de fijarnos en aquello que más nos llame la atención en el mundo que rodea a cada personaje. Veamos los escenarios:

El escenario del señor Clutter es su despacho. El de Bonnie la habitación donde duerme, que no su dormitorio. A Kenyon nos lo sitúa “en la leonera del sótano” y a Nancy nos la coloca en su cuarto “rosa, blanco y azul”. La descripción de cada uno de estos cuatro ambientes es un potente correlato que aporta una gran cantidad información, información que cada uno de nosotros podemos procesar de diferente manera. Sino veamos.

Sr. Clutter.
Campo semántico.
Del señor Clutter no hay que avanzar mucho en el libro para forjarnos una idea de su perfil. “El amo de la granja de River Valley, Herbert William Clutter, tenía cuarenta y ocho años y, como resultado de un reciente examen médico para su póliza de seguros, sabía que estaba en excelentes condiciones físicas”. Todo el campo semántico que rodea al señor Clutter nos lleva a que sintamos admiración y un profundo respeto hacia su persona y el relato mediante unas muy sutiles pinceladas nos va dibujando el retrato de este hombre con sus claros y sombras. Podemos sentir admiración “Seguro de lo que quería de la vida, el señor Clutter lo había obtenido, en buena medida”. Sabemos igualmente que lleva veinticinco años casado y que es padre de cuatro hijos. “Sus normas eran leyes” leemos igualmente así como “No tienes compasión. Si un día encuentras a uno de tus hombres bebiendo lo despedirás. Y no te importará que su familia se muera de hambre” pero ambas imágenes que pueden llevarnos a distanciarnos del Sr. Clutter se compensan de inmediato con palabras como caritativo, ecuánime, buenos sueldos, gratificaciones, informaciones de cómo no le gustaban los “cócteles ni las cenas frías a las diez” y continuas referencias a sus buenos hábitos. Es un continúo ir y venir de mensajes “positivos” que van llenando la persona del cabeza de familia. Curiosa la referencia a su “buen manejo en la cocina “sus pastelitos de coco”, si bien y de nuevo compensa “no era en absoluto glotón”.

Escenario. Su despacho. Magnifico. “Aquella habitación era su retiro, un ordenado santuario revestido de paneles de nogal donde, rodeado de barómetros, pluviómetros, cartas geográficas y unos prismáticos, se sentaba como el capitán en su cabina de mando, timonel que conducía River Valley en su, con frecuencia, peligros viaje por las estaciones” (Pág. 24). Por si esto no nos es bastante y aún no nos hemos enterado de quién es el Sr. Clutter encontramos más adelante: “Documentos enmarcados que recordaban los acontecimientos importante de su carrera lucían en las paredes revestidas de nogal de su despacho: un título universitario, un mapa de la finca de River Valley, distinciones al mérito agrícola y un certificado muy adornado con las firmas de Dwight D. Eisenhower y John Foster Dulles mencionando sus servicios en la Junta Federal del Crédito Agrícola”. Dos secuencias de cine. Para acabar de redondear la escena al Sr. Clutter nos presenta a “sus maravillosos” cuatro hijos y al final de Bonnie, su mujer, el único personaje débil del grupo, (Pág. 50).

Dos magníficas imágenes de “cine”.

Nancy
Campo semántico. Ágil, radiante, alegría, no desperdiciar, aprovechar, enseñar, deber, estar a disposición de, organización, “aquellos ojos suyos, a la justa distancia uno del otro” (equilibrio), pelo brillante, toda la información que recibimos es absolutamente positiva. Como esa tarta “se quedó un buen rato contemplando aquella obra digna de un premio: las cerezas, recién salidas del horno, hervían aún debajo del crujiente enrejado de pasta...” tarta perfecta, hecha por ser perfecto. Quizá una futura versión femenina del Sr. Clutter. “Tiene carácter. Le viene de su padre”. Para no cargar demasiado sus numerosos dones el relato nos indica continuamente que todo lo “hace sin “darse aires, sino por el contrario con radiante alegría”.

Escenario.
Su cuarto. El primer párrafo de la Pág. 58 nos muestra el dormitorio de Nancy que por fin nos muestra a Nancy. “Era la habitación más pequeña y personal de la casa, femenina y tan frívola como un tutú de bailarina, era de color rosa, azul o blanco”. La perfecta Nancy era al final de todo una adolescente de pocos años. En su cuarto descubrimos un diario escrito con tres caligrafías diferentes y esa niña, esa adolescente que vivía en un mundo rosa, blanco y azul hacía sólo unos pocos había empezado a madurar y lo sabemos porque nos cuenta Capote que había elegido “una caligrafía que denotaba incipiente madurez”. Nancy estaba cambiando y probablemente estaba a punto de tomar importantes decisiones en su vida. Nunca lo sabremos. La escena de su cuarto se cierra de forma brutal. Vemos a Nancy, ella no lo sabe pero nosotros si, eligiendo su propia mortaja: “un vestido de terciopelo rojo, el más bonito que tenía confeccionado por ella misma”. Sangre, el vestido era del color de la sangre.

De nuevo, creo otra gran escena, en la cual sobran las palabras y en la que sólo con ver sabemos cosas.

Kenyon.
Campo semántico.
Mucho más desdibujado que se hermana se nos presenta el personaje de Kenyon. El hermano pequeño. No obstante. nos lo clava en un párrafo: “su temperamento no correspondía tanto al hijo del Sr. Clutter como al hijo de Bonnie. (Pág. 43). Todo el campo semántico de Kenyon (que por cierto había inventado una freidora “una sartén eléctrica, honda como un puchero” Pág. 42) nos lleva a hacernos una idea, una sensación de persona solitaria “en su mundo nos dicen”. Las palabras que le acompañan nos hablan de herramientas, desorden, cosas rotas que en ocasiones arregla, fusiles, caballos. No era como su hermana, tenía el pelo color “cáñamo”, es decir opaco, sin brillo. Tenía que usar gafas. “Jovencito espigado, pero con esa falta de coordinación muscular...” Sólo tenía un amigo” luna, coyotes, noches… No hace falta pensar mucho para llegar a la conclusión de que era la otra cara de la moneda de Nancy. Ágil ella, torpe él. No tenía muchos amigos él, ella vivía en un continúo estar con gente. Sol y luz y pelo brillante, Nancy. Luna y noche y pelo apagado Kenyon. Era raro, nos dicen directamente en otra parte (Pág. 54) Kenyon, leía y tocaba la trompeta y cazaba, era un buen tirador, con su único amigo. Comparemos sensaciones: Kenyon volvía con los patos muertos colgados a la cintura, mientras que Nancy nos saca del horno cerezas hirviendo debajo de un crujiente enrejado de pasta. Sensaciones distintas, ¿no?.

Escenario.
“Una cómoda de caoba forrada de cedro, que el mismo había hecho y que pensaba darle a Beverly, como regalo de boda. Ahora, allí, en lo que llamaban leonera del sótano, le daba la última mano de barniz. La leonera… estaba amueblada casi exclusivamente con muestras de su trabajo de carpintería”. Este es el mundo de Kenyon: el sótano y sus inventos. En la página 54 su mismo padre nos lo dice: “recuerdo que el señor Clutter el propuso que se fuera al sótano, a su leonera”. Un crío aún, perdido en su mundo. Un mundo subterráneo del que salía para perseguir coyotes a la luz de la luna o para cazar conejos. Un mundo del que también salía para cuidar las flores que crecían debajo de la ventana de la habitación donde dormía su madre.

Pero la imagen es la de ese sótano que existe debajo de la gran residencia de River Valley. Kenyon no tuvo tiempo de salir de él, no tuvo tiempo de crecer, pues en esa “leonera” atado y descansando su cabeza sobre dos cojines le encontraron con un tiro en la frente, sin vida.