miércoles, octubre 31, 2012

La ciudad y los perros


El caso del Esclavo tiene agravantes: su madre se ha vuelto a reunir con su marido, quien es un ser totalmente extraño para el hijo; el marido cree que el muchacho ha sido criado por la madre con demasiada tolerancia: " Parece una mujer" ( p. 72), llega a decirle. Pero no es el único en el hogar que ve al Leoncio Prado como una solución educativa: también el débil Esclavo está alienado por la ilusión de "hacerse un hombre" y de acabar con la invasora falsedad de su "familia": "¿Interno a un colegio de militares? - Sus pupilas ardían-. Sería formidable, mamá, me gustaría mucho...Es lo que más me conviene. Siempre te he dicho que quería ir interno. Mi papá tiene razón" (p. 185). A esta galería de desadaptados de la Ciudad, podría agregarse la misma Teresa, el principal personaje femenino de la novela, cuya humilde familia se ha deshecho tras la muerte del padre ebrio, y cuyo único apoyo es una tía agría, que quiere librarse cuanto antes de su presencia.

En cierto sentido, el Colegio remedia una carencia que los adolescentes padecen: es la caricatura del hogar que, en mayor o menor medida les falta, y no es de extrañar que el clima de terror impuesto por el Jaguar  sea más familiar y tolerable que el de sus propias casas. Los jóvenes cadetes no se reconocen en las relaciones sociales difusas del macrocosmos Ciudad: al contrario, saben que no pertenecen a él, pese a las seducciones y remilgos con que los tratan. En cambio sienten que son parte del microcosmos Colegio y que la dureza del sistema es una forma de la "camaradería" viril mediante la cual el plantel los hace suyos, sus "hijos". El Colegio es un sucedáneo de la casa paterna y por lo tanto no les extraña mucho que resulte una "madrasta" muy severa pero, al fin, alguien que los acoge a sabiendas de todos sus defectos y perversidades: o ella les regenera ( y aquí la palabra tiene un sentido casi literal) o ellos la destruyen. Cuando abandonen este segundo hogar, descubrirán que también la "madrasta" leonciopradina los mal-críó y que el mundo de afuera no era tan diferente al mundo de adentro.    

   

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