domingo, octubre 21, 2012

La ciudad y los perros


El padre de Alberto es un donjuán frívolo y borracho para quien el hijo es, evidentemente, un estorbo: se erige como un testigo de sus francachelas; la madre es ahora una señora sentimental, sufrida y beata, después de haber sido más bien una burguesa pretenciosa  y soñadora: " Antes, ella lo enviaba a la calle con cualquier pretexto, para disfrutar a sus anchas con las amigas innumerables que venían a jugar canasta todas las tardes. Ahora, en cambio, se aferraba a él, exigía que Alberto le dedicara todo el tiempo libre y la escuchara lamentarse horas enteras de su destino trágico. Constantemente caía en trance: invocaba a Dios y rezaba en voz alta" (pp 76-77). Los padres subsanaban sus problemas y los de Alberto,  con un nuevo desacuerdo entre lo que se persigue y lo que se hace: lo sacan de La Salle ("un colegio para niños decentes", p. 29) y lo internan en el Leoncio Prado ("un colegio de cholos", p. 198); las razones del padre so tan penosas como reveladoras: "Es la única manera de que te compongas...Con los curas puedes jugar, pero no con los militares. Además, en mi familia todos hemos sido siempre muy demócratas. Y, por último, el que es gente es gente en todas partes" (p.198).   

Los motivos que llevan al Jaguar al mismo Colegio son todavía mas mezquinos: el muchacho quiere librarse de la mujer del padrino ( a quien ha hecho su amante) y éste quiere eliminarlo como rival y quizá como carga económica: "Hemos decidido  hacer de ti un hombre de provecho" (p. 301), es la cínica declaración que el propio Jaguar admite un mal menor, o como una esperanza en medio de su vida crapulosa.       

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