sábado, septiembre 22, 2012

Lost Weekend

No estarán allí cuando regreses.

Me cuesta tanto escribir a pesar de las rosas amarillas.

No estarán allí cuando regreses.
Lost weekend liquidó los muebles de diseño y ya no se ve a Declan pasear por las calles de Blackrock. Cuadradito, de tez morena y pelo rizado. Ancestros de Malta, me dijo. Educado en Trinity, añadió.
Sólo quedan las tres plantas vacías y los cristales empañados de suciedad ominosa
El barrio ha perdido el barniz Nueva York de los sueños de Declan.
Olvidé preguntarle el porqué de Lost Weekend.
Acaso homenaje a esa película devastadora sobre un escritor borracho.
Acaso un recuerdo romántico  de la frase balbuceada por John y Yoko luego de una separación de años.
Desde el despacho de Declan se veía el mar de Dublin, la estación del Dart y los restos de un piscina, como averigüé más tarde.

No estarán allí cuando regreses. 

Cuando Declan organizó la exposición fotográfica sobre la piscina abandonada, me fijé por primera vez en ese hueco de muros con grafitis malogrados por las mareas. Pero lo que más llamó   mi atención fue el trampolín de herrumbres solitarias, pues desde de él salté a los miedos de la infancia, al que te tiro de los primos de San Sebastían en  Anoeta.

No estarán allí cuando regreses. 

Fotos en blanco y negro de  nadadores esqueléticos de los años cincuenta,  algunos  subidos al trampolín y otros esbozando un tirabuzón. Todos muy serios como si la sonrisa estuviera maldita. Puede que solo fuera el frío y el agua plomiza lo que les amedrentaba. Caras inconcebibles para una espectadora meridional que recordaba las alegrías de chapuzones y soles.

Hoy viajaba en el Dart camino de Sandycove. Esperaba saludar al trampolín ahora que Declan había desaparecido. Pero él tampoco estaba allí. Una excavadora había engullido la piscina y las miradas de aquellos hombres y mujeres curtidos por hambrunas y servidumbres seculares. Bañadores de tirantes y poses a lo Leni Riefennstahl que no lograban disimular las tristezas.

Me cuesta tanto escribir a pesar de las rosas amarillas, peros algunas almas merecen vararse en estas líneas.