lunes, agosto 06, 2012


Porque el mundo de las prohibiciones oficiales engendra otro, paralelo, de violaciones: los muchachos quieren demostrar, por el ejercicio de la violencia que pueden ser peores que todo lo que prevén los reglamentos. El terror de los castigos que ronda siempre en el Colegio debería paralizarlos, pero en realidad los excita. A Cava, por ejemplo, el natural miedo que siente al robar los exámenes se le mezcla con el secreto placer de hacer lo estrictamente prohibido: "Pasaba días enteros abandonado a una rutina que decidía por él, empujado dulcemente a acciones que apenas notaba; ahora era distinto, se había impuesto lo de esta noche, sentía una lucidez insólita" (p.13). La ley es desobedecida por otra ley, terrible y salvaje, que ellos mismos se inventan para probar su hombría, para dejar constancia de que la mano omnímoda del  Colegio no les ha impuesto su horma. La violencia se practica, por eso, con la pureza de un rito sagrado: todos le rinden tributo. El Esclavo piensa con resignación:  "...después del Jaguar, Cava era el peor: le quitaba los cigarrillos, el dinero, una vez había orinado sobre él mientras dormía. En cierto modo tenía derecho; todos en el colegio respetaban la venganza (p.120). Como la presión del sistema sobre ellos ea enorme, no pueden permitirse un solo instante de respiro en su culto a la brutalidad pura: la ejerce casi como una gimnasia de los instintos. Escribe sagazmente Mario Benedetti: "Para esos adolescentes existe un bajo deleite en compartir y exhibir lo peor de sí mismos; poco a poco el colegio va creando en cada cadete una horrible vergüenza de ser ser manso, de ser bueno, de caer alguna vez en la execrable debilidad de conmoverse". Para eso existe el Círculo, organismo especializado que se encarga de implantar el terror de manera silenciosa, imparcial y anónima.