VARGAS LLOSA
Tenía veinte años cuando leí mi primera novela de Vargas Llosa – La ciudad y los perros – y desde entonces, 1970, he sido rendido seguidor de su genio y su maestría, pero habían de pasar treinta años para que otra novela suya – La fiesta del Chivo – me causara una conmoción similar a la que me provocó la primera.
Y no es, como ya he apuntado, que no haya apreciado lo publicado entre ambas. La casa verde, Conversación en la Catedral, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La guerra del fin del mundo, etc., me han deparado muchos ratos de gozosa lectura en los que he podido disfrutar de la maestría para construir historias y de la prodigiosa técnica narrativa de Vargas Llosa.
Sin embargo, la fuerza de los personajes de La ciudad y los perros y La fiesta del Chivo, su poder de atracción, la forma en que su peripecia, sus vidas, me atraparon, convierten a estas dos novelas en mis preferidas dentro de la prolífica producción del peruano. Y se trata de una circunstancia sumamente significativa acerca de lo duradero y vivo que se ha mantenido su talento, pues están separadas nada menos que por treinta y siete años de distancia. No es frecuente que las mejores obras de un escritor estén separadas por períodos tan dilatados de tiempo, aunque en el caso de Vargas Llosa sería más correcto decir que se han dado a lo largo de toda su vida de escritor, pues, aparte de las dos por mí preferidas, hay otro puñado de obras maestras entre las al principio mencionadas.
Resulta obvia por todo ello mi satisfacción ante la noticia de la concesión del Nobel al escritor. Satisfacción doble. De un lado por la justicia estrictamente literaria del fallo. Y de otro, porque con él viene a combatirse en cierta manera un absurdo estado de opinión acerca del supuesto radical conservadurismo político de Vargas Llosa. Estado de opinión que no resiste el menor análisis en cuanto se acude a lo que realmente debe tomarse en consideración para valorar el pensamiento y la postura vital de un escritor: su obra. Porque la obra de Vargas Llosa siempre ha sido una decidida apuesta en favor de la libertad y en apoyo del ser humano frente a toda forma de opresión. Y si alguien opina lo contrario es que o no lo ha leído o no se ha enterado de nada.
Etiquetas: Salir por peteneras
1 Comments:
No sabía que te gustara tanto Varguitas. Don Mario fue mentor nuestro en los Cursos de El Escorial, cuando los dirigía José Antonio Escudero.¡ Cuánta pasión vió el monasterio!En fin, esa es otra historia.Pero, ahora, James, y no Bond, es tu hombre.
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