domingo, abril 12, 2009

Cuarenta y nueve años


Son las 16.30 horas y un grupo de turistas acaba de terminar una visita guiada a la cárcel de las tiendas de campaña, en las afueras de Phoenix, capital del estado de Arizona. Están a la sombra -en este estado, incluso en el mes de marzo el sol es un incordio-. Pasando el tiempo frente a la entrada, a la espera de los coches que los lleven de vuelta al casco urbano de la ciudad.
Los turistas no ocultan su satisfacción. “Hemos visto la cárcel. NO es como a presentan los medios de comunicación. Los presos no son maltratados”, explica Donna de Arizona, que declara 58 años aunque aparenta alguno menos, mientras se sienta en el bordillo de la acera. Frente a ella, Gean, de 78 y residente en Minnesota –aunque pasa todos los veranos en la cálida Arizona- ratifica: “Me gustaría que tuviéramos esto en mi estado. ¡Pero allí no puedes tenerlos en tienda de campaña a 40 grados bajo cero en invierno!”.
Lo que tanto agradó a Donna y Gean es una cárcel formada por decenas de tiendas de campaña. Ninguna de ellas tiene paredes, de modo que se trata sólo de tejados de tela sobre pilotes. En cada tienda hay 22 literas metálicas, de 1,68 metros de largo, con somieres que son planchas de hierro rígidas y que crujen como si fueran a explotar cuando alguien se tumba sobre las colchonetas que descansan sobre ellos.

Arpaio (Sheriff del condado de Maricopa. Arizona) creó la cárcel con tiendas de campaña para ahorrar al Estado de Arizona los gastos de un complejo carcelario al uso. “A los criminales se les debe castigar por sus crímenes, no dejar que vivan con toda clase de lujos hasta que les llegue la libertad condicional, sólo para que salgan a cometer más crímenes para volver a vivir del dinero de los contribuyentes y a disfrutar de cosas que muchos de los propios contribuyentes no se pueden permitir”.

Fragmento de un reportaje aparecido el día 12 de abril de 2009 en el diario El Mundo.

¡Los Perros Locos! ¡Los Hermanos Esposíto! Yo tenía 11 años
Y mi padre sólo leía el Daily News el Daily Mirror
Y era mi misión comprarlos
Y yo me sentaba en el cuarto descansillo de mi edificio
Y miraba a los Espositos en primera plana
sus rodillas sobre el suelo de la estación de ferrocarril
sus camisas blancas subidas hasta el pecho
sus manos esposadas retorciéndose como Cristo crucificado
en el aire
las lágrimas de perro loco en sus ojos
la espuma
y rodeándoles los grandes polis de determinación
y ante ellos el gran tren negro de determinación
y en el tren más allá de la boscosa parte alta del estado de
Nueva York parpadeo de ciervos
Con sus lagos gemelos y sus rápidos ríos y pequeños pueblos
de veraneo
la silla eléctrica-
Temblé en aquel descansillo y juré que jamás sería
aquellos hermanos expósito pero estuve cerca
y corrí a mi padre y le entregue su lectura diaria
y la leyó como leyó la de ayer
Supe entonces que nada podría salvar a los Perros Locos
…..
Gregory Corso. Fragmento de “Policía” poema que aparece en “El feliz Cumpleaños de la muerte” publicado en el año 1960.

Separan estos dos textos casi medio siglo. La única diferencia es que ahora, si quieres y dentro de la visita turística, puedes visitar la cárcel.

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