jueves, febrero 21, 2013

La ciudad y los perros. Digresión sobre el "determinismo"



Aceptar el dominante conductismo de Vargas Llosa -herencia evidentemente sartreana- no supone aceptar la predestinación de sus personajes, su anulación por las fuerzas naturales o sociales del medio. Los personajes vargallosianos suelen vivir sus vidas con una excitación casi escandalosa, animados por un afán de realización plena, no importa cuál sea su culpa o el grado de su miseria; conocen el dolor y la muerte colmados de sí mismos, en una especie de apoteosis de la energía individual. Hay una exaltación vital en los derrotados que pueblan sus novelas: a toda cota tratan de ser siempre fieles a sus proyectos y de estar a la altura de sus sueños. Aunque teóricamente sólo deberían inspirarnos tristeza y amargura ( que es lo que más inmediatamente sentimos), esos caracteres nos inyectan también cierto entusiasmo ebrio, cierta confianza ciega, hasta cierta admiración por el activo transito de sus vidas: jamás los posee la abulia o la resignación. Nuestro amigo Luis Loayza lo dice, aunque respecto de La Casa Verde : 
Sentimos...a pesar de la injusticia del ambiente social que describe y del destino trágico y sórdido de muchos personajes, que el hombre puede mantener su dignidad ante todos los desastres y que, contra todas las razones para el desánimo, subsiste siempre cierta obstinada esperanza, cierta alegría. La afirmación bien puede aplicarse a todas las novelas del autor. 

Es cierto que sus personajes tienden a borrarse tras las huellas de sus actos y que el conductismo puede hacerlos caer en la unidimensionalidad de la composición psicológica. En efecto, la vida interior de esos personajes no es rica ni se ven ellos tentados por problemáticas complejas: sus conflictos son una urgencia elemental. Se trata de una limitación que el autor tratará en algún momento de desbordar ( en Conversación en La Catedral, especialmente), pero que no supone necesariamente que los suyos sean personajes sin consistencia o poco convincentes. Por otro lado, esas limitaciones son previsiones del designio creador de Vargas Llosa: él sabe que posiblemente es un rasgo latente de sus afición por la novela de aventuras, en las que todo análisis psicológico de los personajes es puesto a prueba en la desnudez de los hechos; éstos, a su vez, los explican  y los exceden.