domingo, marzo 11, 2012

La Tía Julia y El Escribidor


Pero si no fue así, pero si lo has puesto todo patas arriba-me decía sorprendida y hasta enojada-, pero si no fue eso lo que dijo, pero sí…
Yo angustiadísimo hacia un alto para informarle que lo que escuchaba no era la relación fiel de la anécdota que me había contado, sino un cuento, un cuento, y
que todas las cosas añadidas o suprimidas eran recursos para añadir ciertos efectos:
-Efectos cómicos –subrayé, a ver si entendía y, aunque fuera por conmiseración, sonreía.
-Pero, al contrario –protestó la Tía Julia, impertérrita y feroz-, con las cosas que has cambiado le quitaste toda a gracia…¿Dónde está el chiste ahora?
Yo, aunque había decidido, en mi humillada intimidad enviar el cuento sobre Doroteo Martín al canasto de la basura, estaba enfrascado en una defensa ardorosa, adolorida, de los derechos de la imaginación literaria a transgredir  la realidad…(pp.151-152) 
Esa mezcla o traición inevitable que todo el mundo acepta en el lenguaje del escribidor, parece problemática para el joven escritor. Si escribir es contar algo que pasó en la realidad del autor, la literatura es entonces, un completo contrasentido. Al contar un fragmento de vida o una imagen onírica, el autor en- mascara y deforma la realidad, hace de ella otra cosa, tal vez su opuesto.Quizá por eso, más adelante el joven cuentista intenta dejar el relato”realista” e intentar el “fantástico”, como cuando se empeña en escribir el cuento de los levitadores del aeropuerto (Cap.IX). Pero, en realidad, lo que más estimula su imaginación es el mismo acontecer de su vida. Refiriéndose al romance con la tía Julia y el clima de inquietud familiar que ha despertado, su amigo Javier diagnostica con acierto:”En el fondo, estás muerto de ganas de que haya ese escándalo para tener de qué escribir”(p.241)…     

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