La Tía Julia y El Escribidor
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Así, lo que es producido como un flujo de la fantasía gratuita de Camacho((bocetos o borradores de los radioteatros que el público le demanda), es en realidad un documento cifrado de su naturaleza perturbada.Camacho cree estar imaginando, trabajando con materiales irreales y disparatados, inventando y soñando, pero lo que está haciendo, oblicuamente, es hablar de sí mismo.Eso quizás explique la fecundidad del escribidor; cuando el narrador lo ve trabajar se queda asombrado:
Lo veía y no lo creía:jamás se paraba a buscar alguna palabra o contemplar una idea, nunca aparecía en esos ojitos fanáticos y saltones la sombra de una duda.Daba la impresión de estar pasando a limpio un texto que sabía de memoria, mecanografiando algo que le dictaban.¿Cómo era posible que, a esa velocidad con que caían sus deditos sobre las teclas, estuviera nueve, diez horas al día, "inventando" las situaciones, las anécdotas, los diálogos, de varias historias distintas?Y, sin embargo, era posible: los libretos salían de esa cabecita tenaz y de esas manos infaigables, uno tras otro, a la medida adecuada, como sartas de salchichas de una máquina.Una vez terminado el capítulo, no lo corregía ni siquiera leía; lo entregaba a la secretaria para que sacara copias y procedía sin solución de continuidad, a fabricar el siguiente.Una vez le dije que verlo trabajar me recordaba la teoría de los surrealistas franceses sobre la escritura automática, aquella que mana directamente del subconsciente, esquivando las censuras de la razón(p.158)."
Etiquetas: Desde Vargas Llosa
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