viernes, enero 28, 2011

CON LA MÚSICA A OTRA PARTE


Las sirenas despliegan sus tesoros, oro y bronce, en el bar del hotel Ormond. Abominan del viejo de ojos grasientos y reservan sus cantos-encantos para los habituales. Y entre todos ellos, en especial, para ese espejo de burladores, su consentido, al que la broncínea sirena dedica su número fuerte. Sonnez la cloche, sonnez la cloche y la audiencia se estremece con la fantasía sonora.

Pero el reloj avanza implacable, tic, tac, tic, tac, y el calesín, tin, tin, prosigue su camino. Todo está perdido para grasientobloom, atado al mástil de su pasividad, mientras trata de distraer su angustia con los alardes canoros de la concurrencia. Tac, tac. Tac, tac. El afinador y su bastón.

La verde Erín se esmera en honrar a Orfeo, en tanto la ibérica ninfa espera impaciente el tac, tac de su admirador. Crujientes zapatos. Calesín, tin, tin.

Nuestro héroe abandona a las sirenas y sus cantos melodiosos. Se afana por las calles. Encuentros embarazosos. Se alivia con discreción las molestias del borgoña. Todo es música.

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