PERO, POR OTRA PARTE, ¿QUIÉN NECESITA DOS OJOS?
Merodea
el prudente caballero, nuestro enlutado paladín, alrededor de la cueva del
monstruo, que, apostado en el más intrincado rincón de la caverna, otorga
cartas de naturaleza de patriota. Por allí desfila todo Dublín, dispuesto a
rendir tributo a su Señoría.
El
hijo de Dan, el traidor, ha consumado su fechoría, no sin la necesaria ayuda,
mientras el prudente Leo, empeñado en sus obras de misericordia y comprometido
en su particular Liga contra el Alcohol, de todo opina, a todos pretende hacer
razonar. Mas sus “Lo que yo quiero decir….” y “Pero, por otra parte….” son
vanos; el monstruo brama y brama sobre la Vieja Guardia y los muchachos
del 67. Nada es bastante para la
Causa , en tanto no afecte a la bolsa. Eso de tener un solo
ojo no es tan mala cosa.
Los
verdugos ofrecen sus servicios, los fantasmas pasean por las calles y el
prudente caballero termina por perder la parsimonia que le ha encumbrado. Ahí
es Troya. El mundo se le viene encima por extranjero, por masón, por judío, por
tibio, por metomentodo, por abstemio, por cornudo, pero, sobre todo y ante
todo, por roñoso.
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