domingo, enero 10, 2016

LA NIEVE DEL ALMIRANTE (Álvaro Mutis) 2ª parte

Como ha señalado Sanz Villanueva, con Maqroll se nos ofrece la ensoñación fabulística de un mundo inexistente. El Gaviero se refugia en un pasado de esplendor imaginado por desdén a un presente prosaico y decepcionante. Como quien desde la verga de la gavia pretende penetrar en lo desconocido, oteando más allá del horizonte, Mutis/Maqroll intenta calar lo más hondo posible en la realidad, es decir, conocer la condición humana, sus determinantes psicológicos, sus ambiciones y esperanzas; en suma, sus fantasías y quimeras.

Todos estos componentes son ya perfectamente reconocibles en su primera novela, La Nieve del Almirante, en la que el Gaviero acomete el ascenso, a través de la selva, del Xurandó, empresa de motivaciones tan inciertas como probable fracaso. En el discurrir del lento viaje, la selva, en un proceso pausado pero firme, irá devorando a los pasajeros, con las exclusivas excepciones del mecánico, indio oriundo de esas selvas, y del enigmático mayor, único extraño al medio, al que solo la disciplina militar y la violencia extrema permitirán subsistir sin quebranto apreciable en el ámbito hostil de la jungla.

El final de la aventura nos devolverá a un Maqroll físicamente mermado y moralmente maltrecho, una vez más enfrentado al fracaso y la decepción, que en este caso particular asumirá diversas variantes: desde la confirmación del absurdo de su empresa comercial hasta la pérdida del capitán, con el que parecía unirle la compartida inquina del destino, para culminar con la ruina de la Nieve del Almirante y la desaparición de Flor Estévez, único fondeadero seguro en su periplo.

Nada de ello arredrará al Gaviero. Como revelarán obras posteriores, más bien lo reafirmará en su desigual combate, que lo llevará a enfrentar una tras otra aventuras tan difíciles de justificar como de llevar a buen puerto. Pero de eso se trata: de mantener el pulso hasta el final. Así nos lo hace saber Mutis en uno de sus más conocidos poemas:

AMÉN

Que te acoja la muerte
con todos tus sueños intactos.
Al retorno de una furiosa adolescencia,
al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron,
te distinguirá la muerte con su primer aviso.
Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,
te iniciará en su constante brisa de otro mundo.
La muerte se confundirá con tus sueños
y en ellos reconocerá los signos
que antaño fuera dejando,
como un cazador que a su regreso
reconoce sus marcas en la brecha.






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