LA NIEVE DEL ALMIRANTE (Álvaro Mutis) 2ª parte
Como ha señalado Sanz Villanueva, con Maqroll se nos ofrece
la ensoñación fabulística de un mundo inexistente. El Gaviero se refugia en un
pasado de esplendor imaginado por desdén a un presente prosaico y
decepcionante. Como quien desde la verga de la gavia pretende penetrar en lo
desconocido, oteando más allá del horizonte, Mutis/Maqroll intenta calar lo más
hondo posible en la realidad, es decir, conocer la condición humana, sus
determinantes psicológicos, sus ambiciones y esperanzas; en suma, sus fantasías
y quimeras.
Todos estos componentes son ya perfectamente reconocibles en
su primera novela, La Nieve del Almirante, en la que el Gaviero acomete el
ascenso, a través de la selva, del Xurandó, empresa de motivaciones tan
inciertas como probable fracaso. En el discurrir del lento viaje, la selva, en
un proceso pausado pero firme, irá devorando a los pasajeros, con las
exclusivas excepciones del mecánico, indio oriundo de esas selvas, y del
enigmático mayor, único extraño al medio, al que solo la disciplina militar y
la violencia extrema permitirán subsistir sin quebranto apreciable en el ámbito
hostil de la jungla.
El final de la aventura nos devolverá a un Maqroll
físicamente mermado y moralmente maltrecho, una vez más enfrentado al fracaso y
la decepción, que en este caso particular asumirá diversas variantes: desde la
confirmación del absurdo de su empresa comercial hasta la pérdida del capitán,
con el que parecía unirle la compartida inquina del destino, para culminar con
la ruina de la Nieve del Almirante y la desaparición de Flor Estévez, único
fondeadero seguro en su periplo.
Nada de ello arredrará al Gaviero. Como revelarán obras
posteriores, más bien lo reafirmará en su desigual combate, que lo llevará a
enfrentar una tras otra aventuras tan difíciles de justificar como de llevar a
buen puerto. Pero de eso se trata: de mantener el pulso hasta el final. Así nos
lo hace saber Mutis en uno de sus más conocidos poemas:
AMÉN
Que te acoja la muerte
con todos tus sueños intactos.
Al retorno de una furiosa adolescencia,
al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron,
te distinguirá la muerte con su primer aviso.
Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,
te iniciará en su constante brisa de otro mundo.
La muerte se confundirá con tus sueños
y en ellos reconocerá los signos
que antaño fuera dejando,
como un cazador que a su regreso
reconoce sus marcas en la brecha.
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