Entre tragaldabas y castigadores
Prosigue nuestro amigo Bloom su periplo y a
la hora de la pitanza aterriza en la taberna de Vulcano, antesala alimenticia
del infierno, donde todo es mascar, tragar, deglutir. Aquello es una inmensa
rebatiña de caníbales entre escupitajos y salpicaduras, con fragor de dientes,
cartílagos y huesos. Asco y repulsión ante esas bocas gorgoteantes y esas
panzas insaciables. Aire freco, aire fresco, por favor.
Los recuerdos de su Molly y de los buenos
tiempos, cuando ella no le rechazaba, le vivifican. Ah, cualquier tiempo pasado
fue mejor. Howth, Lion, Drumleck, Sutton le hacen elevarse hasta el Parnaso y
el deseo amoroso.
Cualquier cosa es preferible a recordarlo a
él, al que está en todas partes,
presente
en cada hora, en cada minuto, encantador, castigador, atormentador. Sombrero de
paja al sol, pantalones con vuelta. ¿Cuánto falta, cuánto falta? Mejor no
pensar, no sentir, no ver. Él. Él.
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