domingo, abril 15, 2012

La Tía Julia y El Escribidor


Es especialmente este nivel intelectual al que la materia trivial de la novela apunta, esta condición de la literatura absorbida por la literatura misma, lo que hace cautivante La tía Julia y el escribidor y lo que compensa la ausencia de prácticamente toda innovación técnica que no sea el empleo profuso y sistemático de los "vasos comunicantes". La sencillez de la lectura que brinda el libro es aparentemente tramposa: parece ser una auto- biografía  y es la negación de ella; parece tener dos planos nítidos, pero despliega muchos otros, de gran complejidad; parece ser un doble melodrama, pero es algo muy distinto: una consistente puesta en práctica de su teoría de los "demonios" y una inserción en el foco incandescente en el que la experiencia de un escritor se vuelve imaginación. El libro no sólo responde a la pregunta cómo se escribe la literatura -con obstinación, locura, y una reiterada traición a la realidad; también explica por qué se escribe, es decir, por un afán, siempre insatisfecho, de subsanar una fractura con la realidad y de elaborar, a partir de ella, ficciones compensatorias en las que los lectores pueden asimismo reconocerse. El ejercicio literario es un extravío, un método y una comunión verbal del autor con los otros. Barthes dice que "l´écriture commence lá oú  la parole devient imposible". Esta novela se mueve en ese preciso margen  en el que el escritor ya no habla en sus libros, sino que sus libros hablan por él.

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